El dilema del gobierno
Gabriel Boragina
Abogado. Master en
Economía y Administración de Empresas. Egresado de ESEADE (Escuela Superior de
Economía y Administración de Empresas). Autor de numerosos libros, entre ellos:
La credulidad, La democracia, Socialismo y Capitalismo, La teoría del mito
social, Apuntes sobre filosofía política y económica, etc. como sus obras más
vendidas.
Las dificultades
económicas que se encuentra atravesando el gobierno de Cambiemos hallan
diversas fuentes. La mayor parte proviene -a no dudarlo- del descalabro de todo
tipo legado por el anterior gobierno del FpV* y, en segundo lugar, el propio
proyecto desarrollista encarado por la actual administración
del presidente Macri y su equipo de colaboradores, combinado con el populismo remanente,
en un porcentaje importante, legado y en otro adoptado por Cambiemos como
componente de su política de gobierno.
Por definición, ambos
modelos, tanto el desarrollismo como el populismo son
fuertemente demandantes de recursos para llevar a cabo sus cometidos. Uno y
otro son vigorosamente intervencionistas en la economía y, como tales, también
los dos generan notorias distorsiones en los indicadores económicos. Por lo
cual, asimismo, son también inviables en el mediano y largo plazo.
Si se combinan, la
mezcla puede ser letal.
Según he podido
apreciar, el votante de Macri hizo su elección por estas razones de mayor o
menor peso relativo:
1. El
perfil desarrollista del presidente Macri.
2. Su
hartazgo con el modelo populista del gobierno anterior (FpV)*
3. Los
altísimos índices de corrupción también alcanzados por el FpV* en su gestión.
Posiblemente los dos
últimos factores o motivaciones hayan pesado más que el primero en la elección
del candidato de Cambiemos para conducir los destinos políticos y económicos
del país.
Lo cierto es como
decíamos que, desde el ángulo exclusivamente económico, desarrollismo y populismo son
infactibles en el mediano y largo plazo, porque uno y otro son
intervencionistas. Lo que -por supuesto- de ningún modo esto equivale a la
afirmación de que son la misma cosa, ni que se puedan confundir entre sí. Si
bien conducen al mismo resultado lo hacen por vías diferentes.
Es bastante probable
que el presidente Macri (convencido desarrollista-a nuestro juicio-) esté
manteniendo y tratando de combinar el mismo con ciertas medidas populistas, más
como un recurso político que otra cosa. Y posiblemente también que lo esté
haciendo en contra de sus verdaderas convicciones, más que nada influido por
algunos de sus ministros, secretarios y allegados más cercanos que lo presionan
en tal sentido. También hay que recordar que su Frente (Cambiemos) está
conformado por sectores de la UCR y del ARI-CC que, sin ser abiertamente
populistas, son -contradictoriamente- asistencialistas.
Pero como bien se ha
dicho, el camino al infierno está empedrado por las mejores intenciones. Y esto
es lo que -en suma- cuenta.
El dilema en el que se
halla Macri -a mi modo de ver y atendiendo las opiniones que recojo de sus más
fervientes partidarios- es que su electorado aspira a que continúe por el
conducto del modelo desarrollista emprendido (y al cual creemos que Macri
adhiere con sinceridad), y que deje de lado la política asistencialista, típica
y esencial al más caro populismo, pero, en principio, extraña al desarrollismo
entendido en su acepción originaria.
No obstante, parece
ser que los más conspicuos asesores del presidente no están convencidos de
aconsejar al primer magistrado el abandono del asistencialismo populista (se
mantiene y se refuerza el programa de los llamados "planes sociales",
que no son más que simples y llanas subvenciones -más o menos encubiertas o
explicitas- a personas que no trabajan por disímiles motivos) por los supuestos
"costos electorales" o "políticos" que -de dejarse de lado-
se le atribuyen.
Hay un obstáculo no
menor que, con frecuencia, se soslaya en los análisis político-económicos, y
que es el status legislativo. Por un lado, al arribar al
poder, Cambiemos se encuentra con un cúmulo de leyes
populistas que están vigentes y el gobierno debe cumplir y hacer cumplir, lo
que es un condicionamiento importante que -de alguna manera- "ata de pies
y manos" al gobierno de Macri.
Por otra parte, al
momento de redactar estas líneas, Cambiemos no tiene mayoría
propia en ninguna de las dos cámaras legislativas del congreso, y ambas están
dominadas por partidos y legisladores de ideologías progresistas y aun de
extrema izquierda, lo cual es mucho más preocupante como condicionante para el
libre actuar del poder ejecutivo.
Sectores del poder
judicial, por último, también participan, en parte y moderadamente, en algunos
casos más y en otros menos, especialmente en el fuero laboral y de seguridad
social, de esa filosofía asistencialista y progresista. En materia penal reina
el abolicionismo en oposición al punitivismo. En fin.
Todos estos
ingredientes complican y dificultan el recorrido a seguir y las decisiones a
tomar.
Como constituyente
agravante, la oposición se enardece por algo positivo, como es la decidida
voluntad del gobierno de combatir la corrupción en todos sus frentes, y el
aparente acompañamiento que -en tal sentido- se visibiliza haber comenzado a
brindar el poder judicial en algunos fueros. Como contrapartida. la Iglesia
católica y el sindicalismo también se suman a una oposición recalcitrante.
Todo este análisis,
nos indica a nosotros al menos que, el margen de maniobra que tiene el poder
ejecutivo es bastante pequeño como para adoptar posiciones y medidas que se
aparten demasiado de estos importantes cercos políticos. Y si tenemos en cuenta
que, desde el campo más amplio de lo social, la filosofía dominante -en todos
los ámbitos- es progresista e intervencionista, no se vislumbra en el corto
plazo ninguna variante de rumbo apreciable en la dirección de los asuntos
políticos y económicos que no sea de grado. Solo una tajante y profunda
transformación cultural podría producirlo, pero ello -naturalmente- no en lo
inmediato.
Convendrá remarcar
nuevamente -a fin de despejar toda duda- que el desarrollismo no
tiene puntos de contacto con el liberalismo, excepto en unos pocos de sus
fines. Pero en lo que a los medios se refieren las discrepancias entre ambos
sistemas son absolutas. Como dijimos, el desarrollismo es esencialmente
intervencionista, en tanto el liberalismo es anti-intervencionista.
En suma, los problemas
económicos que actualmente enfrenta el gobierno no son sino consecuencia del
dominio de ideas que están abiertamente reñidas con la más sencilla lógica
económica, que enseña que solo el trayecto emprendido por el liberalismo es la
vía racional para superar toda crisis y dirigirse hacia el genuino progreso y
prosperidad.
* Siglas del "Frente para la
Victoria", secta política peronista integrada por el nefasto matrimonio
Kirchner.
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