Cultura y civilización
Armando Ribas
Abogado, profesor de Filosofía Política, periodista,
escritor e investigador. Nació en Cuba en 1932, y se graduó en Derecho en la
Universidad de Santo Tomás de Villanueva, en La Habana. En 1960 obtuvo un
master en Derecho Comparado en la Southern Methodist University en Dallas,
Texas. Llegó a la Argentina en 1960. Se entusiasmó al encontrar un país de
habla hispana que, gracias a la Constitución de 1853, en medio siglo se había
convertido en el octavo país del mundo.
“Educar con marxismo
es como amamantar con alcohol”
Armando Ribas
Ha sido creado un nuevo Ministerio de
Cultura. La cultura es un concepto que encierra una semántica compleja, y por
supuesto a raíz de esa realidad, es difícil interpretar a priori cual será el accionar y desenvolvimiento de ese Ministerio
fundamentalmente en área de la educación y la enseñanza. O sea en la Secretaría del
Pensamiento Nacional. Para corroborar lo dicho anteriormente basta con revisar
tanto el diccionario de la Lengua Española
como el Webster, y así tomar conciencia de la multiplicidad de definiciones que
ostenta la palabra cultura.
Creo que no tenemos claro el sujeto y
no puedo menos que recordar que Spengler en “La Decadencia de Occidente”,
consideró que la civilización era la declinación de la cultura. Por su parte
Samuel Huntington y Lawrence Harrison, con la colaboración de Mariano Grondona,
Carlos Alberto Montaner y Francis Fukuyama escribieron un libro cuyo título es:
“La Cultura
es lo que Importa” y en la portada
añadieron “Cómo los valores dan forma al progreso humano”. Con respecto
a los valores no voy a entrar a
considerar su definición en los mencionados diccionarios, pero debo
reconocer que en los mismos se refieren a los precios en moneda de los bienes.
Pero si valores fuesen lo que se considera como una actitud de vida proclive al
bien, me pregunto ¿Cuáles eran los valores que prevalecían en el pasado en que
se vivió por siglos como vivía Jesucristo (William Bernstein: “The Birth of
Plenty”). Y asimismo me pregunto ¿cuales fueron los valores que en Occidente
nos llevaron a las dos guerras mundiales en pleno siglo XX?
En una posición contraria a la
presupuesta se encuentra el pensamiento de Vaclav Havel: “Culturas hay muchas,
pero civilización hay una sola, es donde se respetan los derechos
individuales”. Por tanto no podemos hablar de la lucha entre las
civilizaciones, sino la lucha por la civilización. Y yo comparto ese criterio
por múltiples razones. La primera es que la cultura como una forma de pensar es
inmodificable. Por tanto tendríamos que admitir que hay solo una cultura que permite el progreso,
entonces los países en que prevalecen culturas diferentes no tendrían acceso al
progreso humano.
La historia de la humanidad muestra
que tal conclusión es una falacia. Y en ese sentido me voy a permitir
considerar que la Argentina
es una enseñanza y tomarla en cuenta en este análisis. Pero antes debo señalar
la advertencia de George Orwell en su obra “Nineeen Eighty-Four”. Allí
advirtió: “El que controla el presente, controla el pasado, y el que controla
el pasado controla el futuro”. Teniendo en cuenta esta advertencia propuso esta
amenaza de que el “Gran Hermano te Vigila”. Entonces pasemos a la historia
argentina que considero una enseñanza. A principios del siglo XIX la Argentina como el resto
de América Latina -excepto Cuba- logró la independencia de España, pero solo la Argentina a principios
del siglo XX se encontraba entre los primeros países del mundo. ¿Cual podría
haber sido la diferencia cultural con sus congéneres descendientes de españoles
en el continente?
Pero antes de seguir adelante con el
análisis de Argentina vale la pena tomar en cuenta el proceso de progreso en el
mundo iniciado en Inglaterra y Estados Unidos. Y en ese sentido debemos tomar
en cuenta el juicio de David Hume respecto a los ingleses a principios del
siglo XVII. Antes de que se produjera la Glorious Revolution
que la convirtiera en el primer país de Europa. Así dijo: “Los ingleses en
aquella época estaban tan sometidos que como los esclavos del Este, estaban
inclinados a admirar aquellos actos de violencia y tiranía que eran ejecutados
sobre ellos y a su propia expensa”. Entonces pasando a Estados Unidos veamos qué
pensaba Hamilton de la situación americana al tiempo que se pretendía aprobar la Constitución de 1787:
“Nosotros podemos decir con propiedad que hemos alcanzado casi la última etapa
de la humillación nacional. Hay escasamente algo que pueda herir el orgullo o degradar el carácter de
una nación independiente que nosotros no experimentemos”. Y Adams dijo: “Le
tengo más miedo a las posibilidades de gobernarnos a nosotros mismos, que a
todas las flotas extranjeras del mundo”.
He hecho las anteriores acotaciones
para tratar de demostrar que la evolución del progreso de un país no se ha
debido ni a la naturaleza, al clima, a la raza o a la religión, y asimismo
considero que la Argentina
es una demostración de esa realidad ineluctable. En 1852 Argentina tenía un
millón de habitantes y un 80% de analfabetos. Podría decir que vivía en la
Edad Media bajo “Religión o Muerte”. Y como
señala Sebreli en oposición a Sarmiento, “Rosas adulaba a las masas, pero
cerraba escuelas para mantenerlas en su estado de ignorancia, sumisas y fáciles
de manipular”. Fue entonces que en Caseros comienza el cambio en la política
argentina que la llevó por las cimas de la historia a partir de la
entronización de las ideas de Alberdi y Sarmiento en la Constitución de
1853-60, basada en los principios de la Constitución americana. Ya Alberdi había tomado
conciencia de la filosofía europea que habría de conducir al totalitarismo del
comunismo y el nazismo. Así en carta a Sarmiento dice: “Hay una barbarie
letrada mucho más desastrosa para la
civilización verdadera, que la de todos los salvajes de la América desierta.
Igualmente Sarmiento había tomado conciencia de la diferencia entre Europa y
Estados Unidos y escribió: “Solo la Inglaterra y los Estados Unidos tienen
instituciones fundamentales que ofrecer como modelo al mundo futuro”.
Fue en esa línea de pensamiento que
gracias a la acción de Urquiza Argentina alcanzó la etapa de la llamada
generación del Ochenta. Así bajo la influencia de Sarmiento el presidente Roca
promulgó la ley 1420 de de enseñanza laica. Pero no podemos olvidar que a ese
estado se llegó gracias a la sabiduría de Urquiza de acordar con Mitre y aun
apoyar a Buenos Aires en la guerra de la Triple Alianza , cuando los
otros caudillos provinciales eran contrarios a Buenos Aires. Llegó entonces la
generación del ochenta que puso en práctica la Constitución de
1853-60. En consecuencia la
Argentina a principios del siglo XX había pasado a ser uno de
los países más ricos del mundo. Con siete millones de habitantes y solo un 25%
de analfabetos.
Llegó entonces la ley Saenz Peña que
estableció el sufragio universal y en 1916 Irigoyen llegó a la presidencia y
comenzó el proceso de violación de los principios constitucionales. Fue a
partir de ese momento con la segunda presidencia de Irigoyen y la irrupción militar en 1930 que comenzó a
mi juicio la influencia del nacionalismo católico, basado en el fascismo resultante
del acuerdo de la Iglesia
con Mussolini, que llegó Perón al poder, con Evita a la cabeza. Lamentablemente
hoy se ignora o se descalifica el proceso de desarrollo de la Argentina y se pretende
desde el pensamiento nacional considerar a Rosas, Irigoyen y Perón los líderes
de la evolución argentina.
A los hechos me remito tal como lo
reconociera la revista ‘The Economist’ en un reciente artículo titulado ‘La Parábola Argentina ’,
que no se puede comprender cómo un país que al principio del siglo XX crecía
más que Estados Unidos y tenía un ingreso mayor que Francia, Alemania e Italia,
podía encontrarse en la situación actual. En el mismo reconoció asimismo la
responsabilidad de Perón en la decadencia argentina.
Es hora que tomemos conciencia del
éxito argentino en la segunda mitad del siglo XIX que no fue el producto de la
pampa húmeda. Si así hubiese sido diría que se humedeció en 1853 y se secó en 1943.
Por tanto recuperemos el éxito argentino y rescatemos el cumplimiento de la Constitución de 1853-60.
O sea la limitación del poder político mediante la separación de los poderes y
fundamentalmente del poder judicial. Consecuentemente el respeto por los
derechos individuales a la vida, la libertad, la propiedad y a la búsqueda de
la propia felicidad. Este último está implícito en el artículo 19 de la Constitución e
implica el reconocimiento de la eticidad de los intereses privados en tanto y
en cuanto no se perjudique a terceros. Donde no se respeta el derecho de
propiedad no hay generación de riqueza, por consiguiente no hay crecimiento y la Unión Europea hoy es el mejor
ejemplo de esa realidad. Y como bien dijera Alberdi: “El egoísmo bien entendido
de los ciudadanos es un vicio solo para el egoísmo de los gobiernos que forman
los estados”. Por tanto concluimos que el sistema ético político que se basara
en el reconocimiento de la naturaleza humana es determinante de la libertad. El
que lo reconoce y aplica logra el
progreso y la riqueza, y el que lo desconoce en la pretensión de la igualdad
como el socialismo fracasa en el intento.
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