Braden, Perón y la fotocopia del relato
Nicolás Márquez
Abogado y escritor. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


En los años 40´, durante la dictadura del Gral. Edelmiro Farrell (de la cual Perón fue Ministro de Guerra, Secretario de Trabajo y ViceDictador de la misma), el gobierno de los Estados Unidos envió como Embajador a Spruille Braden (hombre conocedor de la realidad Latinoamericana que hablaba un perfecto castellano). Braden era un diplomático muy activo de inspiración antifascista, anticomunista y promotor del libre mercado. El nuevo enviado intentaba fomentar la inversión de capitales norteamericanos en el país. Su estilo pendenciero y provocador para con la dictadura vigente le valió la simpatía de los sectores opositores, pero al mismo tiempo, resaltó el sentimiento nacionalista que Perón, quien ambicionaba heredar el trono de Farrelll, capitalizó inteligentemente para sí mismo.
 
El primer nexo directo y personalizado que Braden tuvo con el Presidente Farrell, se dio justamente en una velada de recibimiento y agasajo que la dictadura argentina le brindó a las flamantes autoridades diplomáticas norteamericanas, en donde Farrell se desvivió por ser un anfitrión extremadamente atento: “daba pena verlo auto-empequeñerse” calegrafió Braden a Washington, añadiendo que la conversación mantenida “se limitó a su reiterada invitación a que nos termináramos una botella de un scoth particularmente bueno que posee”[1].
 
Mientras tanto, el desinhibido Embajador se lucía en ambientes opositores como si fuera un dirigente más. Sin embargo, semanas después de haber sido nombrado, Braden terminó su efímera participación en el país puesto que fue nuevamente nombrado y ascendido como Subsecretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos. Ahí terminó todo vínculo de Braden con la Argentina.
 
A diferencias de lo que opina la vulgata patriotera, para Perón fue una mala noticia el regreso de Braden a su país, puesto que éste le servía a Perón para demonizar y acusar a sus detractores de ser agentes o sirvientes del “imperialismo extranjero” y además agitar los espíritus simplones de sus seguidores, quienes le compraban a Perón como pan caliente el hábil lema dicotómico que el caudillo populista presentó en sociedad, al utilizar la antinomia “Braden o Perón”, que viene a ser algo así como “Antipatria o Patria”, en dónde Perón, por supuesto, era la Patria.
 
Sin embargo, Perón explotó la figura del ex Embajador cuando éste ni estaba en el país, y además, jamás volvió a la Argentina. Justamente, Braden tuvo un papel insignificante puesto que tan solo fue Embajador cuatro meses (entre mayo y septiembre de 1945), sin embargo, Perón mantuvo el demagógico slogan no sólo en 1944 sino hasta su huída en 1955. Ocurre que estas estos aforismos ramplones de tinte chauvinista le permitieron a Perón embaucar a las muchedumbres domesticables en su propio beneficio electoral. El propio Perón confesó respecto de Braden que “si no hubiera existido… habría debido inventarlo”[2]. Es verdad que Perón no lo inventó, pero lo exageró y sobredimensionó todo cuanto pudo.
 
¿Entonces qué significa hoy el reciclado lema Braden o Perón? Absolutamente nada excepto que fue un hábil engaño proselitista de los años 40´ destinado a sensibilizar patrioteramente a los espíritus más sencillos de la época (después Perón acabó en 1955 entregándole la Provincia de Santa Cruz a la Standard Oil).
 
Pero que 70 años después de aquella jugarreta se pretenda parangonar y aggiornar aquel truco simplón con el modernizado afiche “Griessa o Cristina”, ello implica que estamos ante una abaratada fotocopia de mala calidad de una trillada trampa aforística que fuera oportunamente creada y pensada para engaño y consumo de los idiotas útiles que, aunque pasen los años, siempre tienen la mala costumbre de reproducirse, y por ende, el kirchnerismo tiene la necesidad de reimprimir aquellas precámbricas pancartas.
 

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