Desde la Rufo hacia la aceleración
Jorge Asís
Periodista de personalidad provocativa y observador
político, ha cultivado varios géneros literarios como escritor. Su novela Flores
robadas en los jardines de Quilmes, publicada en 1980, se convirtió en best
seller con 350.000 copias vendidas.
Ofender la inteligencia emocional del argentino medio, o
subestimarlo culturalmente, es -para el cristinismo- una aventura posible.
Aunque imperdonable.
Confirma que a la impericia, a la permanente mala praxis,
se le debe agregar, en adelante, la mala fe.
Semejante tergiversación colectiva admite que el país
penetre, de pronto, en el laberinto del papelón. Del ridículo, sin salida.
Mientras tanto, desde los países vecinos, o un poco más
alejados, se brindan muestras de solidaridad. Aunque se sonríen, en el fondo,
por lo bajo. Se tapan la sonrisa con la mano. A los efectos de inspirar
próximos chistes de argentinos. Para festejar. Y disfrutarnos.
Cláusula de aceleración
Los irresponsables sumergen a la sociedad en el descenso
del default. Pero tratan de convencerla, paradójicamente, que no se trata, en
definitiva, de ningún default.
Desde la Rufo hacia la aceleraciónComo “la Argentina
paga”, el default no es default. Es una alucinación de conspiradores furtivos.
O sostenerlo es una elemental “pavada atómica”.
Aquí se movilizan sentimientos básicos de nacionalismo
torpe. Pero combinado con dosis siniestras de anti-imperialismo tardío. A
través de la creación de los enemigos imaginarios. Y del “carnaval del mundo”
capitalista que nos condena por nuestros atributos.
Derivaciones de la manifiesta incapacidad para gestionar.
De las picardías estremecedoras que salieron mal.
La estrategia dilatoria, a través de la estética
deplorable del pedal, concluyó en el extraordinario bochorno. En el acto
consciente de negar la realidad.
Y cuando todavía los ineptos, los que gobiernan, los que
abusan de la complacencia opositora, no terminan de convencer a nadie acerca de
las terribles maldades de la clausula Rufo, tienen que sorprenderse con la
previsible moda de las “cláusulas de aceleración”.
Las que ya comienzan, según nuestras fuentes, a
presentarse. Sin que importe un reverendo pepino la semántica narrativa del
default. Si existe o no.
Por lo tanto habrá que preparar una próxima agenda
defensiva, para imponer los discursos articulados de La Doctora y de Axel, El
Gótico.
Faltaría pronunciarlos, en adelante, en la Organización
Mundial de la Salud, en el plenario de la Interpol, en la Sociedad Masónica de
Cangallo. O en la FIFA.
Martínez y Pigasse
Desde la Rufo hacia la aceleraciónMatthieu Pigasse,
exquisito multimillonario francés, de la Banca Lezard, es editor de Le Monde y
dueño de la revista rockera Los Inrockuptibles. También, según Heitz Dieterich,
es el principal asesor externo de Nicolás Maduro. Y así le va, al presidente
que agrava los escombros de la Venezuela Bolivariana.
Es a través de Venezuela que Pigasse desembarca, según
nuestras fuentes, en los negocios abiertos de la encepada Buenos Aires. Y de
algún modo, Pigasse se las ingenia para sugerir la conveniencia práctica del
default para la Argentina. Idea perversa que, aunque lo desmienta con
entusiasmo, también supo acercar el financista mejicano David Martínez, del
fondo Fintech.
Para colmo socio de Héctor Magnetto, El Beto, el baluarte
Martínez mantiene excelentes vinculaciones con el cristinismo. Hoy por los
teléfonos, en un tiempo no muy remoto fue Ciccone, antes del ingreso de The Old
Fund, artificio que marcó la gloria y la sepultura de Boudou y La Banda de los
Descuidistas. Ampliaremos.
Hoy Martínez mantiene una sobria influencia moral, según
nuestras fuentes, hasta con Carlos Zannini, El Cenador. Es acaso el máximo
responsable de la estrategia que condujo al flamante naufragio de la Argentina.
Presentado, como se acostumbra, como una epopeya.
Entonces Pigasse y Martínez coincidieron en instalar la
idea que el default no es grave. Al contrario. Y ni siquiera tampoco es
default. Y sin que nadie sospeche que ambos baluartes rápidos “están jugados en
CDS”. O sea en el llamado Crédito Default Swap. Otro artificio teórico
invalorable, inventado en 1994 por Blythe Masters, del JP Morgan.
Desde la Rufo hacia la aceleraciónEs uno de los
instrumentos más modernos de Wall Street. Merecería ser estudiado por De Pablo,
y tratado por el colega Monteverde.
“Los CDS se utilizan en el aseguramiento de grandes
corporaciones. En el aseguramiento de paquetes de referencia crediticia, o en
el aseguramiento de los bonos de deuda soberana. Se dieron a conocer tras el
estallido de la crisis subprime. Su monto mínimo de operación es de 10 millones
de dólares” (referencias tomadas del Blog Salmon).
Don Julio no murió
Dijimos que todavía no terminó de clarificarse la
cuestión irritante de la clausula Rufo cuando cae, sobre el cuello de la
Argentina, el cadalso de la cláusula de la aceleración.
Para ser más específico, se trata de la aceleración que
gatilla el “cross default”. O sea el default cruzado. Melkonián tendría que
explicárselo pronto a Maxi Montenegro.
Trátase de las presentaciones que ya mismo pueden
realizar los tenedores de bonos que se atrevan a juntar el 25 % de cualquiera
de las 16 serie de bonos, y que de pronto se presentan por ventanilla a cobrar.
Por ejemplo los tenedores de series de Bonos Par, los que
vencen en 2038.
Desde la Rufo hacia la aceleraciónSi se juntan más del 25
por ciento de los bonos emitidos se mantiene “el derecho de acelerar”. De pedir
cobrar al contado la totalidad. Obliga al estado emisor a negociar. A abreviar
los plazos. Y para semejantes desventuras Kicillof no está aún preparado.
Aunque recurra a su ayuda Álvarez Agis, al que Morenito pronto lo apodó El
Culata.
Pero según La Doctora y El Gótico el default no es, en
definitiva, ningún default. Como sostener que don Julio Grondona, en
definitiva, no murió.
Se lo vela, se lo sepulta, pero su obra nada tiene que
ver con la muerte. Por lo tanto don Julio vive. “Todo pasa”.
Alineamientos y envoltorios
La esquizofrenia cotidiana se encuentra garantizada desde
lo más alto del poder. Y lo que se escriba aquí puede ser más tarde corregido.
Impugnado de inmediato. Declarado falso. Inexistente.
Persiste una crisis de superproducción de la conjetura.
Instiga a diseñar los acuerdos que tampoco existen. Arreglos virtuales,
soluciones mágicas que sólo encuentran refugio en el voluntarismo. O en la
imaginación.
Desde la Rufo hacia la aceleraciónLo que resultó
admirable -y debe aceptarse- es la manera en que el cristinismo envolvente supo
contagiar su propio desconcierto. Sobre todo a lo que puede denominarse
“oposición envuelta”. A los “opositores envueltos” por el cristinismo que
siempre sabe utilizar, y esmerarse, en la preparación del envoltorio.
“Están todos alineados”.
Se lo aseguraron al importante gobernador que se anota,
naturalmente, para la sucesión. Por más que se le esmeren en la presentación de
trabas.
Por supuesto que Daniel, invariablemente “alineado”, no
iba a representar ningún problema. Porque Daniel “es del palo”. Pese a los
cotidianos esmerilamientos de La Doctora. Al énfasis ninguneador de Zannini, el
máximo responsable del desastre.
El problema es que divulgan que mantuvieron también
“alineados” a Mauricio y a Sergio. Los opositores mejor posicionados.
Invariablemente envueltos.
El primero, a través de la línea magistral que bajara
Durán Barba, El Equeco. Y que instrumentara Marquitos, El Pibe de Oro, que
provocó la resignación piadosa de los economistas de cabecera.
El segundo, por el respeto visceral que, entre los
economistas de la Franja de Massa, se le mantiene a Roberto Lavagna, La
Esfinge.
Desde la Rufo hacia la aceleración“Lavagna fue de los
primeros en alinearse”, confirma la Garganta.
Sospechan las fuentes que Lavagna, que es en el fondo un
melancólico, mantiene la insólita esperanza de volver a caminar por los jardines.
De ser convocado, acaso, como en 2002. A los efectos de
aportar su innegable cuota de patriotismo y rescatar a la Argentina. Por
segunda vez. Porque fue arrojada, por impericia, hacia el segundo foso del
siglo.
Lo recomendable entonces, en tramos decisivos, era
callar. Permitir. Otorgar. Mientras La Doctora, Zannini y Kicillof conducían la
profundización del disparate.
No debían referirse demasiado al riesgo del default (“que
no existe, ¿de qué default hablan?, si Argentina paga”).
Lo conveniente era plantear las inofensivas generalidades
dilatorias. Ante la resignación, la sigilosa impotencia de los economistas de
medialuna enarbolada. Los que no podían desconocer que se dirigían,
frontalmente, hacia la debacle.
Para chocar, otra vez, la calesita de la improvisación.
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