¿Capitalismo salvaje o arrebatinga salvaje?
Ricardo Valenzuela


Para nadie es un secreto mi frontal oposición al gobierno de Barak Obama en los EEUU. Lo expongo constantemente de todas las formas que están a mi mano en esta era de las comunicaciones cibernéticas, y no estoy solo en este particular ejercito. Hace unas semanas se dio a conocer una encuesta que califica a Obama como el peor presidente en la historia de ese país. Son tantos los motivos de mi rebelión que requeriría de varios libros para exponerlos. Sin embargo, hay uno que particularmente ha estacado el país y lo ha hipotecado en algo que futuras generaciones deberán de lidiar.
Argumentando el presidente lo injusto de la sociedad americana, se ha tirado a castigar a los que producen para, como él lo afirma, todos tengan "a fare share" del sueño americano cuando, usando sus poderes que le dan las órdenes ejecutivas a su alcance, ha construido una economía que cada día se asemeja mas y mas, a la de los países socialistas del siglo 20. Impuestos, regulaciones, mandatos, burocracia, son algunas de las armas utilizadas para enviar los EEUU hasta el puesto #15 del índice de libertad económica que antes lideraba.
Veamos que tan injusta es la sociedad y la economía de EEUU que a nivel mundial se le califica como el horripilante ogro neoliberal.
Después de leer un interesante artículo de Mari Noya, me llevó a la compra de un excelente libro de Nicholas Eberstand titulado; "The Land of the Free". El autor denuncia cómo los EEUU ha dejado de ser el paraíso de la libertad, de las grandes oportunidades, de los audaces exploradores que buscan lograr el antiguo sueño americano, para convertirse en una nación de takers (mantenidos) dejando en entre dicho esa noción de un cruel país que, entre otras cosas, no tiene compasión ni siquiera para los millones de invasores que han cruzado sus fronteras de forma ilegal, perdón, indocumentada.
Afirma Noya:
"The Land of the Free  ya no es the home of the braves sino,  insistiendo, el paraíso de los mantenidos, de los que saben cómo sacar la leche a las tetazas del Estado, que no suelen ser los que más lo necesitan sino los más vivos y los amigachos de los vaqueros, o sea de los políticos profesionales de turno y de los miembros de la sacrosanta casta burocrática dando vida al “Public Choce” de Buchanan. Esto no es, esto no es, viene a decir Eberstadt, sin dejar de pensar en los Founding Fathers… ¡y hasta puede que en la madre del padre del monstruoso New Deal, FDR, una tibia nena si se le compara con algunos, bastantes de sus sucesores!"
En los últimos cincuenta años, el aparato estatal americano ha experimentado una transformación radical y fundamental muy lejana del sueño de sus padres fundadores. El Estado norteamericano de hoy sería difícilmente reconocible incluso para Franklin Delano Roosevelt, y mucho menos para Washington, Adams, Franklin, Abraham Lincoln o para Thomas Jefferson.
Se ha transformado el Estado y se ha transformado la sociedad, que ya no parece empeñada en poner límites al poder y en la búsqueda privada de la felicidad sino en pedir prebendas, garantías, protecciones, derechos de esos que consisten en despojar al prójimo, que más que como semejante es visto como el gran pagano cuando, con su grito del fare share, son obligados a pagar los platos rotos los inocentes. El grito libertario Leave us alone!(déjenos en paz) se ha trocado en un estruendoso "dame, dame, dame y como afirmaba Milton Friedman, el estado ha ido día a día, tomando control de la economía. En este proceso de cebar al Leviatán han participado republicanos y demócratas pero, Obama, ha sido la estrella más brillante del colectivismo.
Vamos con los datos en la mano la transformación parasitaria de los EEUU:
En 2010, los subsidios y subvenciones representaron el 18% del ingreso personal del americano medio.
En 1960, las transferencias públicas a los individuos totalizaron 24.000 millones de dólares, unas cien veces menos que en 2010: los 2,2 trillones de este último año superaron el PIB de Italia, la octava economía del mundo.
En los últimos veinte años, los subsidios y subvenciones han crecido dos veces más que la renta per cápita.
Uno de cada dos norteamericanos vive en un hogar en el que se percibe al menos un subsidio o subvención, cuando a principios de los años 80 no lo hacía ni el 30% de la población. La mayoral de los votantes vive en hogares subsidiados.
El 98% de los hogares con ancianos y el 45% de los hogares con menores de 18 años reciben ayudas públicas de uno u otro tipo.
Medicaid (atención medica a gente con pocos recursos) y Medicare (atención medica a ancianos y discapacitados), programas que no existían en los años 60, se comieron 900.000 millones de dólares en 2010. Por cierto, Medicare tiene obligaciones sin financiar para los próximos 75 años por valor de 27 trillones de dólares, aunque algunos elevan la cifra hasta los 37 billones. Por cierto, en 2012 el PIB de EEUU fue de apenas 15 trillones de dólares.
De la moral del trabajo se ha pasado a la del dame, dame y dame, insiste Eberstadt, que aporta más datos horrorizaste:
En 2009, el número de familias que recibieron ayudas para aliviar la pobreza triplicó el porcentaje oficial de familias en situación de pobreza.
En 1960, unos 455.000 trabajadores recibieron pagos federales por incapacidad. La cifra se multiplicó por dieciocho, hasta los 8,2 billones, en 2010. En 2011 no dejó de crecer: unos 8,6 billones.
En 1960 había 150 trabajadores –en activo o buscando trabajo– por cada incapacitado. En 2010, 18... y bajando.
En 2011 había más americanos recibiendo subsidios por incapacidad que trabajando en la construcción, el transporte o el almacenaje, y casi tantos como trabajadores en el sector manufacturero. En diciembre de 2010, por cada 100 trabajadores industriales había 73 individuos cobrando del Old-Age, Survivors and Disability Insurance (Oasdi).
Entre 1996 y 2011 Estados Unidos generó –fuera del sector agrícola– 8,8 millones de empleos privados... y 4,1 millones de perceptores de subsidios por incapacidad.
En diciembre de 2011, de los 8,6 millones de beneficiarios del Oasdi, 1,5 millones (15%) padecían "alteraciones del ánimo" y otros 2,5 millones (29%), dolencias relacionadas con "el sistema musculo esquelético y el tejido conectivo".
Todo esto, en un país que no ha vivido guerras en su territorio desde hace siglo y medio y que disfruta de una calidad de vida excepcional; en un país donde la esperanza de vida al nacer ha crecido 9 años entre 1960 y 2009 y donde el porcentaje de fallecimientos entre los individuos con entre 18 y 65 años ha caído del 26 al 15 en el mismo periodo.
Eberstadt, amargado, se teme que a la célebre Declaración de Independencia le sustituya la Declaración de Dependencia, y en lugar de un país de fieros soldados de la libertad, ha pasado a ser una legión de mantenidos quienes, liderados por un presidente que no respeta ni el estado de derecho, sin importarles la advertencia de Marshal: "El poder para expropiar ingresos vía impuestos, es el poder para destruir," empujan el país hacia la mediocridad.
 

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