El techo del dólar libre lo fijan Economía y el Central
Daniel Sticco
Es el editor Jefe de Economía Infobae.com. Economista, periodista y consultor de empresas, con más de 30 años de profesión. También es director del Instituto de Estudios Laborales y Sociales de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES) y columnista en el programa Sin Saco y Sin Corbata en Radio El Mundo.
Las preguntas más repetidas que por estos días recibimos
los economistas y periodistas del rubro son ¿hasta cuándo subirá el dólar
libre? y ¿compro o vendo? Las respuestas
son muy simples: hasta que lo dispongan las autoridades del área, hoy Axel
Kicillof y Juan Carlos Fábrega, en el primer caso; y compro, en el segundo, a
hasta que no baje la inflación y las tasas de interés dejen de ser reales
negativas en términos de inflación y de variación del tipo de cambio oficial.
No se trata de una visión ideológica y basada en
complejos modelos econométricos de predicción, sino simplemente en mirar las
estadísticas del Banco Central y dividir el nivel de la base monetaria por las
reservas en divisas, en un escenario de déficit fiscal creciente. Ese ejercicio
determinó en el promedio de los últimos tres años que el tipo de cambio libre,
blue o paralelo, fue de apenas un dos por ciento más alto al de la relación de
convertibilidad del peso por dólar, aunque con extremos de menos 15 y más 30
por ciento, según la proximidad a los puntos de giro de la política económica.
Si bien desde principios de 2002 la Argentina abandonó la
Convertibilidad fija del uno a uno, el mercado siguió guiándose por ese
principio, aunque con un tipo de cambio flotante con intervención del Banco
Central, desde el momento en que el gobierno decidió terminar con la existencia
de un Mercado Único y Libre de cambios, cuando inesperada y caprichosamente
eligió imponer desde fines de 2011 el cepo cambiario, ampliar los controles de
precios y ahora hasta quiere transformar a los empresarios en gerentes de un
estado que se dice con capacidad de determinar que hay que producir, exportar,
e importar (esto cada vez menos), cuánto debe o puede ganar y que cantidad de
personas mantener ocupadas, en aras de garantizar el abastecimiento y la
protección a los consumidores.
No es la primera vez que un gobernante busca encorsetar
la economía, en defensa de un falso nacionalismo que sólo conduce al atraso y a
la pérdida de calidad de vida de sus habitantes, pese a que esas políticas
siempre terminaron mal.
Y tampoco es la primera vez que la inflación recrudece en
un contexto de forzado proceso recesivo, al limitar las importaciones y también
las exportaciones, y con ello debilitar la posición de reservas monetarias
internacionales en el Banco Central hasta llegar al límite de virtualmente
reducirlas a cero, porque moviliza las expectativas negativas y aumenta la
presión sobre los costos.
Por eso los experimentados operadores financieros,
cambiarios y de los mercados de capitales, sea por vivencias, sea por estudio
de la historia de los últimos 70 años, saben que para conocer el techo del
dólar no basta con mirar las tasas de interés que fija el Banco Central para
sus instrumentos de regulación monetaria, sino fundamentalmente el desempeño de
las cuentas fiscales y la capacidad de financiamiento genuino del exceso de
gasto público por parte de la Tesorería.
El desbarajuste fiscal es el causal de las tensiones
cambiarias
Es justamente el desmedido y creciente desequilibrio de
las finanzas públicas y su necesidad de financiamiento con emisión espuria por
parte del Banco Central, al que también se le quitan las reservas para pagar
vencimientos de deuda pública, lo que ha provocado la escalada del tipo de
cambio libre y con rezago del dólar oficial, así como también la aceleración de
la inflación.
No haber comprendido esa secuencia y tener políticos
amantes de las políticas de gasto expansivas, convencidos de que el mundo
empresario está formado por hombres avaros que apuestan a ganar más vendiendo
menos y que gozan con la pobreza de su pueblo, es lo que ha llevado a la
Argentina a transitar períodos de muy alta inflación, uno de los cuales derivó
en hiperinflación y repetición de escenarios largos de default, como el que se
arrastra parcialmente desde fines de 2001 y que ahora amenaza otra vez en
ampliarse y prolongarse.
Por tanto, mientras que la inflación no vuelva al cauce
de la media mundial, esto es tienda sólidamente al rango de un dígito bajo,
para lo cual es condición sine qua non exterminar el déficit fiscal hasta que
se pueda recuperar el financiamiento externo e interno para obras de
infraestructura de largo plazo y no gasto corriente, y que la recaudación de
impuestos deje de oprimir la capacidad de consumo de la población y de
inversión de las empresas, y posibilite al Tesoro adquirir las divisas para
pagar los vencimientos de deuda en moneda extranjera, no podrá asistirse a una
saludable apreciación del peso, y abandonar la larga historia de devaluación y
dolarización de los portafolios de la sociedad en su conjunto.
Hasta que ese camino no comience a transitarse, la
cotización del dólar libre no tendrá techo y su nivel no será determinado por
el mercado, sino por las autoridades económicas que seguirán inyectando pesos,
retirando dólares y desalentando los negocios de exportación e inversión, al
trabar las importaciones de insumos y partes esenciales para el proceso
productivo, y el giro de dividendo a las empresas de capital extranjero. Ese
cuadro, junto al rechazo a cumplir un fallo judicial por un tribunal de los
EEUU que eligió este gobierno y que fue ratificado en segunda y tercera
instancia, escenarios de dólar libre rompiendo récord y reservas que ya
retrocedieron a niveles de ocho años atrás seguirán repitiéndose.
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