El atentado de París según el liberalismo
Héctor Ñaupari
Presidente, Instituto de la Acción Humana, Lima, Perú.
En estos difíciles momentos, cuando el olor de la pólvora y la
sangre del aberrante atentado de París no se han disipado del todo, resulta
indispensable hallar una respuesta enérgica ante la brutalidad de este crimen,
así como aliviar las repercusiones que este nefasto hecho tendrá en occidente.
Sostengo que es posible evaluar con realismo la magnitud de estos
homicidios si consideramos a la libertad como el bien político más elevado, y
explicar debidamente su significación en los términos de su expresión
intelectual más acabada, el liberalismo. De esta manera, los periodistas y
caricaturistas asesinados en Francia han muerto en nombre de una libertad
insustituible, que nos interpela siempre a quienes habitamos en las sociedades
generadas y nutridas por ella: la de creer lo que mejor les parezca, realizando
sus proyectos de vida en torno a esas creencias y pareceres particulares, y que
se proyectan en los demás en torno a un marco institucional que, respetando y
haciendo respetar al prójimo y sus derechos, no contempla el crimen como respuesta
si tales creencias y su expresión resultan blasfemas a otros.
Así explicado, se intuiría a primera vista que esa visión no
entraña ningún peligro. Pero este acto barbárico nos ha sacado de nuestra zona
de confort. Cual un alarido que no cesa, nos grita de forma rotunda que la
libertad y su solo ejercicio es peligrosa para muchos, que hay millones de
seres humanos convencidos de ello y por ende prefieren –sin dudarlo un
instante– la devota sumisión como la agradecida esclavitud, que no surge naturalmente,
que es resultado de un delicado y paciente trabajo de filigrana, que en cada
momento es posible perderla sin recuperarla o lográndolo a un altísimo costo y
que está permanentemente a merced de quienes, saturados como están de sus
ímpetus autoritarios, van a terminar de una vez y para siempre con ella
mediante una revolución, un golpe de Estado, una corrupción sin freno ni
límite, o, según este caso, ejerciendo el terrorismo como antesala para imponer
un totalitarismo religioso de fervorosos feligreses en lo que alguna vez fuera
una república democrática de ciudadanos libres.
En
cuanto es un disparo a sangre fría al corazón de nuestra libertad, rechazar
enérgicamente este acto vesánico es el primero de muchos pasos para garantizar
la supervivencia del estado de derecho y el régimen democrático en nuestros
países. Y no sólo los deben dar los gobiernos que garantizan nuestra vida y
seguridad, persiguiendo, enjuiciando y encarcelando con el máximo rigor a
quienes, como los terroristas de París, tienen como propósito de vida
destruirnos si no comulgamos con su proyecto teocrático. También, las empresas,
los medios de comunicación, los líderes y organizaciones sociales y culturales,
entre otros, que no deben ser presas del pánico y autocensurarse por temor a la
violencia islamista: se volverían rehenes de estos extremistas, acabarían con
la libertad de expresión que tanto costó en occidente, y que millares han
respaldado en calles y plazas estos días, pero sobre todo deshonrarían el
legado de los redactores y caricaturistas de Charlie
Hebdo, quienes cumplieron cabalmente con la frase que Cervantes le hace
decir al Quijote: “por la
libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el
contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.
Finalmente, este atentado debe constituir el parte aguas
definitivo para los musulmanes de Francia y del mundo que seguramente ansían la
paz y vivir según el modo de vida occidental, de rechazar este crimen y
distinguirse de una vezde
los grupos terroristas que merecen toda la severidad penal y militar que
corresponda. Su cada vez más peligroso silencio incrementa los temores del
resto de la sociedad civilizada, alimenta los votos y los argumentos de los
nacionalistas europeos y de otras latitudes que harán lo indecible para
expulsarlos de sus países, y justifica, en particular, la desconfianza de que
el Islam inicie un proceso de secularización como lo han hecho otras
religiones. Así, para poder convivir civilizadamente, católicos, musulmanes,
ateos, todos, como en el poema de Eluard, debemos escribir tu nombre, libertad,
para realizarla y ejercerla. Ojalá así sea.
Últimos 5 Artículos del Autor
.: AtlasTV
.: Suscribite!
Dejanos tu email y recibí novedades y todo lo que te podemos ofrecer!