Comercio Exterior 2014: Superávit en baja, tendencia que no podrá ser transformada en 2015
Néstor Aleksink
Especialista en comercio exterior y relaciones internacionales. Director Ejecutivo del Programa Argentina Exporta.
Días pasados, al informar respecto del escenario que le
espera a la Argentina en el corriente año luego de confirmarse el fallo en OMC
y que obliga a nuestro país a modificar (en parte o totalmente) el actual
régimen de licencias imperante en la actualidad, comentábamos que esta noticia
llegaba en un entorno complejo (tanto interno como externo).
Pero este contexto no es casual ni surge porque sí. Las
medidas restrictivas, que forman parte del denominado “cepo cambiario”, tienen
un origen muy concreto: la escasez de divisas que afronta el Gobierno para con
sus compromisos internacionales.
En efecto, los guarismos que publica el INDEC arrojaron
para el año 2014 que Argentina generó un superávit comercial de alrededor de
us$ 6.500 millones, un 19 % inferior si lo comparamos con el mismo resultado
correspondiente al año 2013, indicando también que las exportaciones totales
generaron un total de alrededor de us$ 72.000 millones (12% menores al 2013) y
las importaciones cerca de us$ 66.000 millones (11% menos), lo cual indica
además una fuerte desaceleración del comercio internacional argentino en su
conjunto.
Respecto del superávit comercial, vemos solo una parte de
esta historia, la que refleja el movimiento de mercaderías por la Aduana, es
decir, lo relativo al saldo de exportaciones e importaciones de bienes
tangibles, y que son registrados a través del Sistema Informático María, más el
saldo de la balanza de pagos que incluye el balance de divisas por comercio de
servicios, arroja un déficit cercano a los 6.000 millones.
La tendencia que los números reflejaron para el año
pasado y que difícilmente pueda ser revertida en el presente es una
desaceleración mensual de nuestras ventas externas que se verifican en los
últimos 15 meses. Claro, el superávit fue “mantenido” en función del todavía
vigente régimen de trabas a las importaciones que seguramente deberá ser
modificado debido a la ratificación del fallo del tribunal de OMC que
explicáramos líneas arriba.
Entonces, para visualizar cómo será el corriente año en
materia de comercio internacional, el análisis debe contemplar necesariamente
dos entornos: el interno y el externo.
El interno está signado sin dudas por el componente
político que generan las elecciones presidenciales, un tipo de cambio real que
muestra un cierto retraso, escasez de divisas en el BCRA, una inflación
presente y contenida alrededor del 35% anual y un escenario que prevé una baja
en términos de cosecha de granos en lo que a cantidad se refiere.
Un dato adicional insoslayable lo es el fallo de la OMC.
Sin considerar las declaraciones de rigor, lo cierto es que Argentina deberá
modificar el actual régimen de importaciones, pero lo cierto es que no puede
hacerlo de modo indiscriminado porque no posee divisas que respalden una
apertura de las importaciones como pretenden los países demandantes, por lo que
habrá de seguir de cerca las futuras negociaciones, pero estimo que finalmente
nuestro país irá indefectiblemente hacia un régimen mixto de licencias,
combinando productos libres con el actual régimen de DJAI, sumando el retorno
de las “viejas” LNA (licencias no automáticas) para algunos productos, pero más
allá del cambio existirá una tendencia al crecimiento de las importaciones que
no es posible afrontar con el actual nivel de reservas.
El externo muestra indudablemente un marco internacional
con niveles de intercambio en descenso, (incluso China pronostica un menor
crecimiento de su comercio para este año) y, especialmente para nuestro país,
los datos relevantes reflejan un ajuste con devaluación en Brasil, los precios
del petróleo en sus niveles más bajos, una caída importante en los precios de
los commodities en general y una crisis en Rusia que todavía no termina de
acomodarse.
Son datos de la realidad, no es que se quiera aparecer
como agorero. Si Argentina retrotrajo su comercio internacional a niveles
similares al año 2010 se debe sin dudas a que el comercio global cambió, pero
desde aquí no supimos leer la realidad de ése entorno y las medidas que se
aplicaron generaron un efecto contrario al proclamado. Luego del récord de
exportaciones del 2011 con sus us$ 84.000 millones (paradójicamente o no, fue
también el año récord de importaciones) nuestras ventas externas mostraron un
camino errático con tendencia a la baja.
Por lo tanto, entiendo que el año 2015 es prácticamente
cosa juzgada y no se deben esperar resultados beneficiosos para la Argentina,
incluso hasta es probable que el balance del saldo comercial muestre un déficit
por primera vez en más de una década.
Es imperioso que se realice un análisis de por lo menos
un “mediano plazo” que exceda la coyuntura: quizás sea un excelente momento
(más allá de lo negativo de la tendencia) para plantear metas reales de un
incremento de las exportaciones no tradiciones para no ser tan
“agricoladependientes” y no estar atado a crecimientos estacionales en relación
si los precios internacionales de los commodities crecen o no.
Si se procura una política de sustitución de
importaciones, bienvenida sea, pero que no sea una entelequia y pueda ser
realmente cuantificable para establecer parámetros reales y no discursivos
respecto de lo que la industria nacional efectivamente puede generar para
prescindir de comprar externas.
Y pensar en el corto plazo cómo generar un ingreso genuino
de divisas para paliar los faltantes del BCRA, dado que cómo los ingresos por
exportaciones no podrán paliar efectivamente ese faltante, el ingreso de
divisas frescas desde otros orígenes debe darse indudablemente bajo reglas
claras de juego, donde el componente político y de estabilidad económica
marquen claramente el escenario para que los aportantes externos decidan
invertir en el país.
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