Yo, ¿espiado?
Jorge Jacobs


Ya muchos lo sospechaban pero no había confirmación oficial ni evidencias claras que lo atestiguaran. Se necesitó solo a una persona que contara la verdad para que todo el castillo de naipes se derrumbara: el Gobierno de Estados Unidos ha espiado a sus ciudadanos y a ciudadanos de otros muchos países. ¿Tiene alguna importancia saber que cualquiera podría estar siendo espiado?

Yo considero la privacidad como una de las partes importantes de la libertad. Ninguna persona ni funcionario público debe tener acceso a mi vivienda, mi correspondencia, mis llamadas, sin una autorización judicial previa, basada en una causa probable. Esto, por cierto, es más o menos lo que dice la cuarta enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, aprobada en 1791. Adicionalmente, creo que es una de las garantías mínimas que se deben tener para evitar que los gobernantes abusen del poder y se conviertan en tiranos.

En el caso de Estados Unidos, sigo creyendo —como lo dije cuando lo mataron— que Osama Bin Laden fue terriblemente exitoso hundiendo uno de los últimos clavos en el ataúd de la república. Su victoria no fue derribar las torres. Su victoria fue inyectar tal terror en los estadounidenses que renunciaran a sus derechos y libertad a cambio de una vaporosa “seguridad”. Como bien lo advirtió Benjamín Franklin: “Aquellos que pueden renunciar a la libertad esencial por obtener un poco de seguridad temporal, no merecen ni libertad, ni seguridad”.

En la última década, utilizando la excusa del terrorismo, el Gobierno de Estados Unidos ha pasado por encima de aquellos principios que lo hicieron una gran república. Lo peor es que ya minó hasta los principios de los ciudadanos. En una encuesta reciente, más de la mitad de la población estuvo de acuerdo con que prefería que el Gobierno la espiara si con eso se protegía su seguridad. Peor aún, hace apenas 40 años, un presidente que osó espiar a la competencia tuvo que renunciar antes de que lo echaran. Hoy espían básicamente a todo el mundo y no pasa nada.

Todavía más, siguen mintiendo y no pasa nada. El director de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), el general Keith Alexander, le juró y perjuró al Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes que no tenían la tecnología para escuchar las llamadas o leer los correos electrónicos de los ciudadanos estadounidenses, para luego afirmar que habían interceptado un correo electrónico enviado a “alguien” en Estados Unidos que les había servido para evitar un ataque terrorista al metro de Denver. Contó otros casos en los cuales el monitoreo de correos electrónicos había sido clave para evitar otros ataques. ¿Entonces? ¿No que no tienen la tecnología para hacerlo?

¿Y nosotros? Tenga por seguro que todo lo que hace electrónicamente puede estar siendo visto u oído por alguien. Al fin y al cabo, los de la NSA argumentan que no espían a los estadounidenses sino a los extranjeros. Por si no fuera suficiente sentirnos espiados localmente, ¿ahora también tendremos que saludar en inglés a los otros que escuchan nuestras llamadas?


Artículo publicado en el diario guatemalteco Prensa Libre, el día jueves 20 de junio 2013.

 

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