Sanándonos con Melanie Klein
José Verón
Se ha dedicado a investigar en las ciencias sociales, especialmente en el derecho, la economía, la administración, la psicología social y el periodismo. Su actividad principal es la docencia, en la que ejerce desde 1997, y la mediación, desde 2002.
La inglesa M. Klein
(1882-1960), figura liminar de la escuela psicoanalítica inglesa, planteo, en
desarrollos muy conocidos, la existencia y alternancia de dos “posiciones” del
sujeto, en relación al objeto, que son típicas y que caracterizan muchas veces
las actitudes que el sujeto con problemas toma ante la vida, como objeto
global. Una es la posición “esquizoide”, donde el sujeto se siente amenazado y
percibe un mundo de polaridades binarias. Otra posición, que constituye un
relativo avance, es la posición “depresiva”, donde el sujeto, a su pesar, puede
integrar y tolerar mejor, cognitivamente al menos, la complejidad del mundo.
De
aquí fundamentalmente se ha tomado aquella caracterización, por la cual muchas
personas, muchos sujetos, se la pasan en la vida entre la “locura” y la
“depresión”; sin poder estabilizarse en una senda de avance, crecimiento y
desarrollo sin “locura”, pero tampoco con “depresión”. En la locura, que es más
grave, la depresión se solapa por lo general, pero a la salida de ella acecha
la temible depresión, donde ya no se está “loco” pero se está considerablemente
triste.
Claro que este pasaje, según M. Klein, de la
“locura” a la “depresión” es sin embargo necesario porque, en lo fundamental,
implica que el sujeto “se hace cargo” de su dolor y de aquello que no anda
bien, y, a partir de esta toma de conciencia y de razón, triste pero ya no
loco—lo que lo imposibilitaba--, puede, adecuadamente asistido, comenzar a
luchar por mejorar su vida y su existencia, y por sus posibilidades y anhelos
como sujeto
También por ello, muchas, aunque no todas, las aproximaciones y
abordajes psiquiátricos y psicológicos apuntan a desarrollar, con variaciones,
esta estrategia básica, de pasar de la locura a la depresión, y, desde allí, a
un proceso posible de crecimiento y desarrollo
Esta estrategia tan utilizada, probablemente, nos pueda echar alguna
luz, algún aporte de claridad que también nos sirva social e institucionalmente,
como que la psicología social plantea siempre los nexos y las continuidades, de
menor a mayor ámbito, entre lo psico-social, lo socio-dinámico y lo
institucional
Porque, quizá—solo quizá—la
Argentina y algunos países también de Latinoamérica necesiten salir de una
“locura” episódica y cíclica, por la cual echamos presidentes al batir de las
cacerolas, o tenemos tres presidentes en un mismo lapso (¡) o nos descolgamos
en lo económico con una drástica, abrupta y enorme devaluación, y esto lo
hacemos periódicamente, como una locura—extraña para el observador ajeno e
imparcial—que nos posee
Y quizá tengamos que atravesar periodos algo anodinos, algo “tristes”, o
sin mayores relieves, donde simplemente seamos un país “normal” como gusta de
decirse, y no hagamos nada de estos desaguisados económicos y políticos, pero
tampoco estemos ni nos sintamos para nada en los albores del “primer mundo”;
simplemente estemos embarcados en un proceso de crecimiento y desarrollo,
donde, al cabo de mucho esfuerzo sostenido y un poco tenaz, podamos acercarnos
a las performances socio-económicas y socio-políticas de, por ejemplo, Perú,
Chile, o Uruguay, para tomar ejemplos y casos cercanos y regionales; antes de
aspirar, con mas esfuerzo y mas tenacidad también, a alcanzar las performances
sociales e institucionales de, por ejemplo, Europa.
Deberemos ser, tal vez, un país “normal”
pero, por un tiempo, quizá no nos invadirá la euforia, porque habremos tomado
conciencia y noción que mucho nos falta para estar cerca de los niveles de
aspiración económicos y políticos que deseamos. Estaremos sin demasiada
euforia, en un proceso de crecimiento y desarrollo, algo esforzado posiblemente,
y a sabiendas de que nuestras “locuras” económicas y políticas lo rifan todo.
No haremos maxi-devaluaciones, abruptos saltos devaluatorios, que
generan zozobras jurídicas y sociales, perjudican el derecho de propiedad y los
contratos, la seguridad jurídica, etc.; tampoco trasladaremos la ciudad capital
a remotos confines del país; no estatizaremos “todo” primitivamente, ni,
tampoco, “todo” lo privatizaremos, que es un constante re-comenzar que impide
toda política de estado, y ninguna de ambas políticas tiene en cuenta la
fisonomía propia de cada sector tecno-productivo; ni depondremos presidentes al
calor de las cacerolas y la violencia.
¿Qué de esta manera el argentino medio se “aburrirá” y se entristecerá
tal vez un poco? Tememos que la respuesta sea tal vez afirmativa. Pero es de
esta manera que podremos tomar con adulta decisión un camino y un proceso de
avance, progreso, crecimiento y desarrollo económico y social, hacia las metas y
los anhelos que los argentinos y los latinoamericanos nos merecemos y nos
debemos imperiosamente como comunidad.
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