Economía e instituciones en Chile 2015
Hernan Büchi


La semana pasada se produjo la esperada reunión de la Reserva Federal, que daría luces sobre la subida de las tasas de interés, cercanas a cero desde fines del 2008. La reacción de los mercados al comunicado de la semana pasada fue positiva. Las bolsas subieron y las tasas de mercado bajaron. La institución emisora cambió su retórica sobre tener paciencia y preparó el terreno para subir la tasa de referencia este año. Indicó que la economía estaba algo menos dinámica de lo esperado, que la inflación era menor a lo previsto e insinuó por ello que las alzas serían pausadas. Sigue indicando que espera llegar en el largo plazo a valores de 3,5% a 4%, pero a tranco más lento.

Así da un paso más en el desmantelamiento de una política extraordinariamente expansiva. Después de eliminar la compra de bonos, la normalización de las tasas es el paso final y todo parece indicar que se hará sin traumas ni sobresaltos. Habremos dejado atrás un largo período en que los ahorristas, entre ellos pensionados, se vieron afectados con nulos o bajos rendimientos y los sectores endeudados tuvieron el espacio para recuperarse y volver a la solvencia.

Tal como lo indica la Fed, el crecimiento mundial se ve hoy menos dinámico que hace unos meses. El primer trimestre de 2015 parece estar un punto por debajo del potencial mundial. EE.UU. está algo menos dinámico de lo esperado, Europa parece encaminarse a un sólido repunte, al igual que Japón, aunque en este caso menos claro, y China se encamina a un magro —para sus estándares pasados— 5,3% desestacionalizado en el primer trimestre, y es difícil la meta del 7% para el año. Ello, en un contexto del petróleo a precios inesperadamente bajos, con un dólar que se apreció en apenas ocho meses 15% y con la moneda china que vivió algo parecido. La contracara es la fuerte depreciación del euro y de los países emergentes, incluido el peso chileno.

En su esencia, lo que hace meses describimos como el entorno externo probable para Chile no cambia. Eso nos da oportunidades de nuevos mercados y nos ayuda el petróleo. El cobre más depreciado es uno de nuestros desafíos. Pero cuando en el pasado crecimos a tasas desconocidas en nuestra historia y muy superiores al resto de Latinoamérica, los problemas eran más graves y las oportunidades menores. La diferencia estaba en nuestras políticas.

En Chile, el Banco Central entregó las cuentas nacionales del año 2014. Se confirma que la economía progresó solo 1,9%, impulsada por servicios personales y empresariales, que la industria manufacturera cayó y que la inversión se contrajo. Al mirar los trimestres se observa un leve repunte hacia final del año, pero nada que indique una sólida recuperación. Ante estas cifras, es importante recordar ciertos efectos aritméticos. Si la importación de bienes de capital cayó un 25% en el período anterior, debemos observar un alza de 33% para volver al mismo nivel del pasado y de 40% o 45%, para recuperar el tiempo perdido. Si bien nuestra solidez macro y el buen pie del sector privado proveen una base mínima de progreso, es claro que nuestro crecimiento potencial dista mucho del necesario para satisfacer las expectativas y necesidades de la población. Lejos quedaron el 7,6 o 5%. El 4% que hoy se proyecta se logra forzando la realidad de la productividad. Las medidas que todos los días se adoptan —hoy es la discusión sobre legislación laboral— lo hace cada vez menos verosímil.

Existe otra perspectiva del crecimiento económico, la que destaca la relevancia de las instituciones, que también nos entrega una luz de alerta.

Las instituciones son formales, pero también se conforman por el comportamiento de las personas frente a dichas formas. Liberia instituyó una Constitución similar a la de EE.UU. y los resultados no pueden ser más disímiles. La Corte Suprema argentina nació buscando imitar a su par estadounidense, pero ha aumentado su número y composición a gusto del Presidente de turno. Por el contrario, cuando Roosevelt amenazó con aumentar de nueve a quince los miembros de la Corte Suprema —ante la declaración de inconstitucionalidad de una serie de leyes del New Deal— obtiene el rechazo de la mayoría de los estadounidenses, a pesar de la popularidad que tenía luego de la elección de 1936, y fundamentalmente son los miembros de su propio partido quienes reaccionan vehementemente en contra.

Lamentablemente, existen señales de que podemos estar sufriendo una erosión en este aspecto.

Cuando el presidente de la Corte Suprema afirma que "tiene que haber una justicia de mayor distribución de bienes, provechos y recursos" o "nosotros queremos construir una igualdad, una igualdad sustancial", está afectando el núcleo de la separación de poderes y el rol de la corte en una democracia constitucional. Las convicciones políticas o morales de los jueces no pueden transformarse en una agenda deliberada de reforma social o económica a través de sus sentencias. Ello no es activismo judicial, sino debilitamiento de la democracia ya que si se quieren expresar preferencias políticas debe hacerse en el ámbito que corresponde. En democracia son los votantes los que eligen las respuestas sobre temas sociales, políticos o económicos, y no los jueces quienes deben velar porque las garantías para las minorías sean respetadas incluso si fueran impopulares para los medios o los grupos de presión organizados. Por algo el Judicial es el "poder no electo".

La idea de que vivimos bajo el gobierno de las leyes y no de los hombres es parte del respeto al Estado de Derecho que busca la igual aplicación de la ley a gobernantes y gobernados y que los primeros no hagan uso arbitrario de los poderes delegados por los ciudadanos. Así, resultan fundamentales garantías como la presunción de inocencia, el debido proceso, la legalidad tributaria o la tipicidad penal, especialmente porque los ciudadanos enfrentan el poder coercitivo del gobierno. Que ante trascendidos de prensa o investigaciones administrativas en curso se condene como culpables a individuos sin que medie sentencia o ni siquiera formalización del delito que se les imputa, prende una luz de alarma. Bajo este contexto se instala una peligrosa dinámica de caza de brujas que clama públicamente por sentencias penales -aun en ausencia de delitos concretos- o reinterpretación de figuras penales para hacer calzar algún hecho no considerado delito.

Cada día que pasa la tarea para asegurarnos el progreso es más ardua y ello, como consecuencia de nuestras propias acciones.

Este artículo fue publicado originalmente en El Mercurio (Chile) el 22 de marzo de 2015.
 

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