Más educación y menos timba
Carlos Rodríguez Braun
Catedrático, Universidad Complutense de Madrid. Miembro del Consejo Internacional de Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
Esta sección lleva quince años beneficiándose de la ayuda de amables lectores y seguidores. Me satisface mucho hacerme eco hoy de un disparate que conocí gracias a Claudio Lopreiato, compañero mío del colegio en Buenos Aires: este año cumplimos nada menos que 50 años de nuestro bachillerato. Se trata de la siguiente declaración de Sergio Massa, diputado y precandidato presidencial por el Frente Renovador, que recogió el diario Clarín:
Necesitamos un país con más educación y menos timba, y por eso estamos convencidos de que el juego lo debe administrar el Estado. Si se animan a Ferrocarriles estatales, ¿por qué no se animan a la estatización del juego?
Los políticos y sus recomendaciones son similares en todo el planeta, y el predominio del antiliberalismo nos regala de cuando en cuando perlas como esta del señor Massa, preciosa en toda su superficie, y sin aristas ni ángulos hirientes y verdaderos.
De entrada, parapetarse detrás de lo inobjetable: a ver, señora, señor, ¿prefiere acaso usted que sus hijos estudien menos y se pasen más tiempo en el casino, como diría Machado, sobre el verde tapete reclinados?
A partir de la premisa incuestionable, lo demás es ficción. Incluso, obsérvese, el derivar de dicha premisa la conclusión de que la primera persona del plural ("necesitamos") no se refiere a los padres, con sus valores, su moral, su religión y su libertad, sino a las autoridades: socavar el protagonismo de la familia es siempre clave de los enemigos de la libertad.
Tras el olvido de esta faceta crucial, don Sergio presenta el silogismo: como la educación es más importante que el juego, entonces el juego debe ser apropiado y administrado por el Estado. Pero eso sugiere que el juego está fuera del ámbito de las leyes, cuando en realidad está regulado por las autoridades en todos los países, y también en mi Argentina natal. Es insostenible alegar que "necesitamos" estatizar el juego porque es menos importante que la educación: si fuera al revés también concluiría Sergio Massa que su estatización es urgente.
El utilizar como supuesto aval de su iniciativa el que "se animan" (obviamente, los políticos) a nacionalizar los trenes es un argumento notable, porque si la calidad de la educación no corre de modo evidente a la par que la intervención pública en la misma, esto es aún más claro en el caso de los ferrocarriles argentinos, como cualquier usuario de los mismos puede confirmar. También el propio verbo animarse, en el sentido de "atreverse", como lo utilizan normalmente los argentinos, es curioso: parece que el recorte de la libertad requiere políticos valientes, cuando el valor debería demostrarse haciendo justo lo contrario.
No es indiscutible que la estatización de la producción de bienes y servicios convenga a los ciudadanos más que su provisión libre, y esto es válido para cualquier actividad, como la educación, que también está organizada y regulada por el Estado. El argumento de que hay que estatizar algo porque es más o menos importante no tiene sentido: si el señor Massa dice que hay que estatizar el juego porque la educación es más importante, en realidad, como hemos visto, eso vale para estatizar todo: la educación es más importante que la prostitución, con lo cual habría que estatizar los prostíbulos, etc.
La estatización no sólo no es virtuosa per se, sino que comporta una serie de ineficiencias, costes, corrupciones, etc., que no cabe ignorar, porque es la ciudadanía la que los sufre, soporta y paga.
Recuerdo que Jesús Silva Herzog, que fue embajador de México en España, solía contar que en la época en que el Estado de su país, precisamente para controlarlo todo, tenía toda suerte de empresas, también era propietario de un cabaret. Y era el único cabaret del mundo que…¡perdía dinero!
Este artículo fue publicado originalmente en Libertad Digital (España) el 22 de marzo de 2015.
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