Cristina, cada vez más turbada
Enrique G. Avogadro
Abogado.


Bajo las órdenes de su única mariscala de la derrota, el cristinismo
militante sigue avanzando, ahora convocado a una "batalla" contra
quienes no están dispuestos a enterrarse con él. Cuál es el verdadero
significado de esa palabra -que una Cristina, bipolar como nunca,
utilizó ex profeso en los espectáculos circenses en que transformó la
celebración por los cuatro siglos de la Universidad de Córdoba y el
Día de la Bandera, en Rosario, cuando llegó a bailar el Himno Nacional
ejecutado con ritmo de cumbia tumbera- lo descubriremos los argentinos
rápidamente, a medida en que se acerquen los tiempos finales del
"modelo"; conociendo el paño, nada bueno cabe esperar.

 Mi impresión es que la Corte, con su fallo de inconstitucionalidad de
la "democratización" de la Justicia, le hizo un enorme favor. Imagine
usted qué hubiera sucedido con "Ella" si la oposición, con una única
lista de candidatos a consejeros, disponía de la facultad de expulsar a
todos los jueces que, desde Comodoro Py, han garantizado diez años de
impunidad a la familia imperial y sus cómplices.

Quienes continúan declamando su fidelidad debieran comenzar a poner sus
barbas en remojo. Las sociedades en general, y la nuestra muy
especialmente, cuando sufre una crisis grave sale a buscar, con
desesperación, alguien a quien echarle la culpa, a quien transferir la
responsabilidad, la quite de sus propios hombros y le permita sentirse
inocente, aún cuando la tragedia se haya debido a su voto.

A partir de 2003, don Néstor (q.e.p.d.) escogió a los militares y, con
el silencio cómplice y cobarde de toda la comunidad y hasta de sus
camaradas, mandó a una multitud de ancianos a comparecer en juicios
amañados () y a morir en las cárceles, en condiciones infrahumanas.

A diferencia de los actuales, que han ejercido el poder humillando tanto
a propios y extraños, nadie odiaba a los funcionarios menemistas.
Muchos de ellos, por lo demás, fueron incorporados por ambos cónyuges
a su proyecto, y se transformaron en sus más obsecuentes defensores.
Con la única excepción de María Julia Alsogaray y, ahora, del
desastre de la causa de las armas, los demás se fueron a dormir en paz.


Cuando la herencia de la "_década ganada_" pase a manos de nuevos
ocupantes de la Casa Rosada, y la crisis exponga sus más lacerantes
aspectos, los argentinos otra vez buscarán responsables que los
exoneren de la culpa de haber votado, por amor a sus bolsillos, a la
asociación ilícita que hoy nos gobierna. No habrá pacto de impunidad
que, en esas condiciones, pueda garantizarles a los actuales
funcionarios, tan odiados, libertad y fortuna, ya que los jueces
federales, que nunca se venden sino que sólo se alquilan, habrán
cambiado de locatario. En el hecho de que doña Cristina y sus
cómplices ya lo han comprendido está la verdadera raíz del monumental
ataque golpista que están llevando a cabo contra la Constitución y,
por ende, la República.

Un aspecto, que ya he resaltado en notas anteriores, tuvo una clara
confirmación este jueves, en Rosario. Doña Cristina, de quien ya es
lícito dudar acerca de sus facultades mentales, habló sólo para su
núcleo duro, y agravió, una vez más, al resto de la ciudadanía. Con
ello demostró, por si cabía a esta altura alguna duda, que su voluntad
de perpetuarse en el poder no se apoyará en los votos que pudiera
obtener seduciendo al electorado independiente, al que espanta con sus
acciones, sino que, muy por el contrario, radicará en las curiosas
"remedios y antibióticos" que dijo poseer.

Porque, le pregunto, lector. Si usted quisiera ser presidente del club
de su barrio, ¿insultaría todos los días a los socios? o ¿iría cada
noche a demoler las paredes de la sede? Si su vocación de ser electo -o
re-reelecto- fuera sincera, resultaría obvio que usted no estaría
centrando sus esperanzas en el sistema democrático, que está pensando
en otro camino.

Ratificó así que, por delante, sólo tiene dos opciones, eventualmente
combinados: el fraude o la violencia. El primero debería ser tan masivo
que ya puede descartarse, al menos como exclusivo factor de una
victoria. Así, por mera deducción, es seguro que recurrirá a la
segunda, tal vez decretando la toma del Palacio de Tribunales, como
anunció doña Bonafini.

Porque, si bien es cierto que está en condiciones de aumentar el
número de los ministros de la Corte Suprema, la designación de cada
uno de los nuevos miembros requerirá el voto de los dos tercios del
Senado, una meta absolutamente inalcanzable para un cristinismo que ya
huele a flores marchitas. Y lo mismo sucederá si pretende una reforma
constitucional, como la exigida por doña Carlotto, doña Conti, don
Kunkel, don De Vido y varios corifeos más; todas las encuestas dicen
que la ciudadanía se manifiesta contraria a la misma casi en un 75%,
porcentaje que incluye a muchos oficialistas de buena fe.

Anoche se cerraron, finalmente, las listas de quienes, en la mayoría de
los casos solos, competirán en las abiertas de agosto, si éstas
finalmente se realizan. Desde anoche, y pesar de la creencia
generalizada, las PASO están un poco más lejos; la ciudadanía,
pienso, tendería más a votar dentro de aquellas alianzas que ofrecen
varias posibilidades, como la de centro-izquierda, que por las boletas
que, por no tener rivales internos, resultarán menos atractivas para el
ejercicio electoral; siempre resulta más convocante el voto decisorio
que el meramente testimonial.

Anoche también, el cristinismo -al menos, en su actual versión-
recibió el tiro de gracia. No sólo perderá en la ciudad de Buenos
Aires, en Santa Fe, en Córdoba, en San Luis, en Mendoza, en Santa Cruz
y, probablemente, en Chubut, sino que resulta probable que salga tercero
en la crucial Provincia de Buenos Aires. Con ello, seguramente morirá
la última esperanza de una perpetuación democrática del "modelo",
dejando sólo alternativas violentas.

Pero la gran duda nacional radica, precisamente, en el candidato con
mejor imagen en la Provincia de Buenos Aires. Hasta hoy, y seguramente
lo hará hasta octubre, Sergio Massa se ha reservado informar al
público cómo votaran en el Congreso los diputados que su lista consiga
imponer; en la medida en que, en lugares expectantes, aparecen nombres
como los de Garfunkel o Daer, ambos militantes ultra-kirchneristas,
¿cabe esperar que no sumen sus alzadas manos cuanto la señora
Presidente presente sus adefesios jurídicos disfrazados de proyectos de
ley? La ciudadanía debiera exigir que, antes de recibir su aprobación,
suscribieran un compromiso público en contra de la modificación de la
Constitución y a favor de una Justicia independiente y veloz.

En Brasil, el 0,5% de su población salió a la calle y puso en jaque al
PT y a su marketinero modelo, tan impregnado de corrupción; aquí, en
las marchas ciudadanas de septiembre, octubre y abril, se movilizó un
porcentaje diez veces mayor sin que el Gobierno se sintiera compelido a
revisar política o conducta alguna. Creo que la sociedad debe abandonar
su proverbial anomia y, en paz, recurrir a todos los remedios
democráticos para terminar con esta lacra que está matando a la
República y cuyas pústulas y llagas nos han convertido en una payasada
mundial, sólo comparable a la que encarna el _Pajarico Chiquitico._
 

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