La “riqueza” de Venezuela
César Yegres Guarache

Economista. MSc en Finanzas. Profesor universitario. Director Ejecutivo de la Cámara de Comercio de Cumaná. Mención especial, Concurso Internacional de Ensayos: Juan Bautista Alberdi: Ideas en Acción. A 200 Años de su Nacimiento (1810-2010), organizado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


@YegresGuarache / cyegres@udo.edu.ve





Un mito muy arraigado en la conciencia colectiva nacional es el de una supuesta condición nuestra de vivir en un país “rico”, por el sólo hecho de poseer múltiples haberes en recursos naturales.  No hace falta ningún estudio serio de opinión pública para constatar que el habitante típico en Venezuela considera que esa dotación que recibimos de la naturaleza es suficiente para que todos los venezolanos disfrutemos de un elevado nivel de vida y que eso no ocurre porque hemos tenido una mala gerencia pública. Aun cuando esto se trate de una verdad a medias, el asunto no es tan sencillo.
 
Desde hace unos años, el Banco Mundial se ha encargado de reformular el concepto de riqueza, de tal manera que ahora es considerado como la conjugación de 3 elementos: la riqueza natural (recursos naturales aprovechables como materias primas e insumos), la riqueza producida (infraestructura y  urbanismos construidos por el hombre) y la riqueza intangible (capital humano o nivel educativo y profesional de la fuerza de trabajo, la calidad e independencia de las instituciones y el Estado de Derecho). 
 
En las mediciones más recientes de este novedoso concepto se puede constatar que, en promedio, los países de altos ingresos  componen su riqueza en una proporción respectiva de 3%, 17% y 80% de tales elementos, una mezcla que explica el óptimo nivel de vida de su gente, mientras que los países de ingresos bajos presentan 25%, 16% y 59%. En el caso específico de Venezuela, se observa una elevadísima proporción del 39% de su riqueza en recursos naturales, 21% en capital producido y apenas 40% en capital intangible.
 
En consecuencia, ya deberíamos ir modificando aquella conseja de la  sabiduría convencional que cita al oro, la bauxita, el hierro o  las reservas de la Faja Petrolífera del Orinoco como indicadores exclusivos de la riqueza venezolana. La condición de nuestros hospitales, escuelas, universidades, acueductos o autopistas y, más relevante aún, la calidad de la salud, la educación y la capacitación para el trabajo que están recibiendo nuestros niños y jóvenes además de la formulación de unas reglas de juego en la sociedad que fomenten las libertades económicas, el emprendimiento o el equilibrio de poderes, son variables de mayor importancia en la búsqueda del desarrollo económico y social.
 
 

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