Argentinos: ¡de pie, por favor!
Gastón Vigo Gasparotti
Representante de CONIN en Buenos Aires y coordinador de la obra "Así se combate la desnutrición", escrita en conjunto con el Dr. Albino.
¿Cuándo perdimos el
rumbo? ¿Cómo explicar qué el país que era el asombro del mundo, hoy se
encuentra en el más profundo de los abismos? ¿En qué fallamos y por qué no nos
dimos cuenta? ¿Será qué estaba predestinado, o quizás, en nuestras políticas
adoptadas, se halla la raíz del fracaso? ¿Hubo un momento dónde empezamos a
aceptar “verdades” impuestas, sin ni siquiera discutir sus resultados?
Esta catarata de
incriminatorias preguntas, me impulsaron a inscribirme en El Programa de Formación de Jóvenes Dirigentes, organizado por la
ONG, Frente Joven.La entidad
nombrada,con el apoyo de las fundaciones Nuevas
Generaciones y Hanns Seidel, se
ha propuesto un noble fin: construir una
Argentina mejor a través de la promoción y el sostenimiento de los derechos
humanos fundamentales. No es una leyenda ni tampoco una débil propuesta que
se exclama en silencio; sino más bien, un compromiso sincero y veraz, que tiene
un puñado de jóvenes que busca contagiar a otros, con su impulso por levantar a
un país, que se muere por la inacción de sus hijos. Con aquel dolor a cuestas,
el cursado se diagramó, incluyendo doce clases magistrales, que nos hacen
reflexionar sobre: el auge y ocaso de los ideales, el origen de las ideas de
los gobiernos, la historia constitucional de la nación, un repaso sobre los
próceres, los fundamentos filosóficos de la comunidad política, la importancia
de la ética en la función pública, los problemas económicos, un análisis de las
decisiones que repercuten en las carencias sociales a subsanar, nuestra
identidad cultural, el federalismo, las amenazas estratégicas que afronta el
Estado; y finalmente, para concluir los tres meses de fructíferos encuentros,
disertará el admirable Dr. Albino como testimonio de liderazgo, decisión que
celebro, porque él es quien enfrenta con su monumental CONIN, a la madre de
todos nuestros problemas: la desnutrición infantil.
Al posicionarnos en
el presente, y siendo mi especialidad la economía, es natural que recapacite
sobre qué modelo económico ha logrado un país más justo.El que pensaron los
hombres que ocuparon el cargo presidencial a mediados del siglo XIX y las
primeras tres décadas del siglo XX; o, por el contrario, el imperante, que es
un sistema profundamente intervencionista, que lleva practicándose
incasablemente desde que ocurrió la crisis del 30’.
Si por riguroso,
establecería plantarme en el año1928, podría observarun notable progreso
alcanzado: ocupábamos el quinto puesto del Producto Bruto Interno Mundial; el
50,10% del comercio exterior de Sudamérica, era realizado por el país;de las
88.000 kilómetros de millas de América Latina, el 42,7% estaba en Argentina; el sueldo medio de un
porteño, era hasta un 80% superior al de un habitante de París (lo que nos hace
comprender la llegada de 6.000.000 millones de inmigrantes entre 1860 y 1916); Buenos
Aires era parte de las cinco ciudades del planeta con subte; fuimos modelo y
ejemplo, por haber quebrado el analfabetismo durante la Presidencia de
Sarmiento, como ninguna nación existente; y por último, en 1912, habíamos dado un paso
institucional relevante, como fue instaurar el voto secreto, universal y
obligatorio, que sólo tenía antecedentes en cuatro territorios del orbe. ¿Cómo
fue posible aquello?La mayor gratitud se la reconozco al brillante Juan
Bautista Alberdi, que además de su invalorable aporte en nuestra Constitución
Nacional, nos brindó su magistral obra, Sistema
Económico y Rentístico, que delimitó el sendero que debían llevar los
gobernantes de turno, si deseaban obtener la prosperidad. El apego de la
generación del 80´ a su visión liberal, que ya había sido plasmada en el pacto
constituyente de 1853, hizo que la igualdad ante la ley y el respeto a la
propiedad privada, permita la apertura comercial, la libre circulación de
capitales y la estabilidad monetaria. Estas últimas tres, acompañados por un modelo
agro- exportador que dominó la escena entre 1890 y 1929, fueron cuestiones
capitales, para el desarrollo posterior que nos convirtió en potencia mundial y
nos hizo crecer sostenidamente por encima de Australia, Canadá y Estados
Unidos.
¿Qué nos pasó
después? ¿Cómo uno de los cinco países más ricos, desperdició la oportunidad de
desarrollarse plenamente? La realidad, es que nos embarcamos en el
cortoplacismo y la incapacidad de pensar en las próximas generaciones, porque
salvo honrosos intervalos lúcidos, los gobiernos militares y civiles, se
concentraron en impregnarnos un insoportable estatismo, con gastos públicos
injustificados, que posibilitaron humillarnos, por tener en la actualidad, la
cuarta inflación más alta conocida. Sin dudas, semejante “galón”, hizo hostil nuestro
suelo, no sólo para los inversores extranjeros; sino fundamentalmente, para los
nativos que se disponían progresar, como lo habían hecho sus antepasados. A su
vez, todo se fue agravando de tal forma, que tenemos enquistado, la
incorregible tentación de planificar la economía a través de decisiones e
intereses políticos, que siempre han sido plataforma, para el enriquecimiento
de empresarios prebendarios, que al obtener recursos mal habidos, han sabido
crear mercenarios y comprar impunidad para sus cómplices. Además, debe hacerse
un mea culpa, por la inentendible neutralidad en las dos guerras mundiales, en
las que recién tomamos “postura” definida sobre el final – festejábamos con los
estadunidenses y éramos al mismo tiempo, refugio seguro de los nazis -, lo cual
nos costó caro ante los bandos victoriososde las contiendas fratricidas.
Concluyendo brevemente un largo fracaso, lo que más me angustia, es la
imposibilidad de apostar a un futuro juntos, porque pareciera inacabable la
división de la sociedad Argentina, olvidando la lección del Libertador Don José
de San Martín, que con lucidez nos suplicó:“el
verdadero patriotismo, en mi opinión, consiste en hacer sacrificios:
hagámoslos, y la patria, sin duda alguna, es libre, de lo contrario seremos
amarrados al carro de la esclavitud”.
Seguramente, existirán
quienes me cuestionen las desigualdades de ingresos, entre los más pudientes y
los menos afortunados, en los años dorados descriptos. No es un dato que
desconozco. De hecho, me ha servido para comprender como en la semana anterior
al festejo de nuestro centenario, la Federación Obrera Regional Argentina
(FORA), organizó una huelga general, que convocó a 70.000 personas, las cuales
fueron reprimidas por el ex Presidente de la República, Figueroa Alcorta.
Ningún hombre de bien, puede negar las explotaciones laborales y los atropellos
infrahumanos, que derivaron en derrames de sangre hermana.Sin embargo, el
estudio histórico implica analizar por contextos – ¡lo increíble es que en los
tiempos de hoy, esos abusos sucedan! -, por lo que es importante destacar, que
más allá de esas vejaciones lamentables del siglo pasado,lejos estábamos por
aquel entonces, de convertirnos en una vergüenza capaz de producir alimentos a
cuatrocientos millones de personas, pero incomprensiblemente perversa para ser
corrupta e indiferente, a sus 260.000 chicos menores de cinco años que sufren
algún grado de desnutrición, a su trágico26,9%
de pobres, y a su 5,8% de
indigencia.
A modo de conclusión,
espero que el lector no olvide, que sólo hay dos opciones para cambiar el
dramático escenario: ser espectadores o protagonistas. Si sos de los primeros,
vivirás quejándote toda tu vida, y quizás al final de la misma, donde uno
analiza su existencia, repasando aciertos y oportunidades perdidas;
comprenderás que el país no es una
herencia de tus padres, sino un préstamo de tus hijos. Por el contrario, si
tomas las riendas, acoges tus ideales y no permites que decidan por ti,
forjarás tu anhelado destino.
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