Los sindicatos docentes son parte del problema, no de su solución
Edgardo Zablotsky
Ph.D. en Economía en la
Universidad de Chicago, 1992. Rector de UCEMA. En Noviembre 2015 fue electo Miembro de la Academia
Nacional de Educación. Miembro del Consejo Académico de la
Fundación Atlas para una Sociedad Libre. Consultor y conferencista en políticas públicas en el
área educativa, centra su interés en dos campos de research: filantropía no
asistencialista y los problemas asociados a la educación en nuestro país.
Al igual que en años anteriores el inicio
de las clases generó la amenaza de paros docentes de no alcanzarse un acuerdo
en la paritaria del sector. Los días de clase perdidos en 2014 fueron una clara
advertencia de la factibilidad de este hecho[1].
Esta nota no cuestiona el derecho de los
docentes a gozar de un salario digno. Muchos buenos maestros cobran salarios
que no se ajustan a su dedicación en uno de los trabajos de mayor relevancia en
nuestra sociedad; pero también están los otros, quienes cobran salarios
que no merecen.
Es claro que para los líderes sindicales
esto carece de importancia, testimonio de ello fue la posición del Frente
Gremial Bonaerense: “Consideramos que ningún maestro puede ganar menos de 7000
pesos y además se debe contemplar una escala salarial según antigüedad y cargo
jerárquico”. Antigüedad, no mérito, un verdadero cáncer que enfrenta la
educación argentina.
Veinte años atrás, en 1995, el Instituto
Smithsoniano le realizó una entrevista a Steve Jobs en la cual, entre otros
temas, esbozó su posición frente a la educación[2].
En aquella entrevista, Jobs se definió
como un gran creyente en la igualdad de oportunidades, en oposición a la
igualdad de resultados: “Yo no creo en la igualdad de resultados, porque por
desgracia la vida no es así. Sería un lugar muy aburrido si lo fuera. Pero
realmente creo en la igualdad de oportunidades. La igualdad de oportunidades
para mí más que nada significa una gran educación”.
Un buen maestro, en su visión, tiene un
efecto perdurable en el desarrollo de los niños, pero opina que no hay una
cantidad suficiente atraído por el sistema de educación pública: “Me gustaría
que la gente que enseña a mis hijos sea lo suficientemente buena como para
poder acceder a una posición en la empresa en la cual trabajo, obteniendo
100.000 U$S al año. ¿Por qué habrían de trabajar en una escuela por 35.000 o
40.0000 U$S al año si pueden obtener un trabajo en nuestra empresa por 100.000
U$S al año?”
Para Steve Jobs el principal problema que
enfrenta la educación reside en el sindicato docente, pues el mismo impide la
meritocracia. Resulta fascinante su afirmación que no es factible atenuarlo
mediante el uso de computadoras: “He donado más computadoras a más escuelas que
nadie más en el mundo y estoy absolutamente convencido de que de ninguna manera
es lo más importante. Lo más importante es una persona. Una persona que incite
la curiosidad y las máquinas no pueden hacerlo de la misma manera que una
persona es capaz”.
¡El sindicato docente! El pasado 14 de
febrero The Economist publicó una interesante nota que resalta el costo de no
enfrentarlo[3].
Imaginemos un trabajo donde el esfuerzo y
la dedicación no tiene chances de verse reflejado en una mejora salarial o en
posibilidades de promoción, y la desidia o la incompetencia no incrementa el
riesgo de ser despedido. El salario es bajo, pero al menos las vacaciones son
largas. ¿A quién es de esperar que atraiga este tipo de actividad? ¿A
profesionales calificados y motivados o a aquellos únicamente interesados en cumplir
con un horario? La respuesta es obvia.
Cambiar esta realidad implica eliminar las
ventajas que aprecian los incompetentes, como la estabilidad laboral y la
escala salarial basada en la antigüedad, e incentivar a los muchos docentes
dedicados, motivados y calificados, mediante una escala salarial basada en la
excelencia de su trabajo, no en su antigüedad.
Pero como bien señala la nota de The
Economist: “Enfrentando a cualquier reforma se encuentran, en casi todas
partes, los sindicatos docentes. Su disposición a respaldar malos profesionales
sobre los muchos buenos y motivados no debe ser subestimada”. A modo de
ejemplo, tiempo atrás en Washington se ofreció a los maestros un
considerable incremento salarial a cambio de menor seguridad en el empleo. Como
es de esperarse el sindicato docente se opuso tenazmente a la reforma.
El sindicato maximiza la cantidad de
afiliados sin importarle su calidad. Los incentivos de los líderes sindicales
no se encuentran alineados con los de los buenos maestros ni con los de los
alumnos.
Al respecto, en junio de 2014, el juez de
California Rolf Treu dictó un histórico fallo en el caso Vergara vs.
California, el cual establece que los estudiantes tienen el derecho
constitucional a la igualdad de acceso a una enseñanza de calidad y que el
Estatuto Docente del estado de California viola esos derechos[4] [5] [6] [7].Según el fallo, las
disposiciones del Estatuto que dan a los maestros estabilidad laboral hacen que
sea casi imposible despedir a los profesores de bajo desempeño, lo cual priva a
los estudiantes de una educación de calidad y por lo tanto viola sus derechos
constitucionales.
El caso fue presentado por Students
Matter, una ONG financiada por un empresario de Silicon Valley y otros
filántropos, en nombre de nueve estudiantes de escuelas públicas. El mismo fue
patrocinado por dos abogados de primer nivel, quienes presentaron resultados de
investigaciones que demuestran el impacto negativo que los profesores de baja
calidad tienen en el rendimiento de los estudiantes.
Marcellus McRae, uno de los abogados
patrocinantes, aclaró que “este caso no busca una nueva ley que
perjudique los derechos de los maestros, sino eliminar las
barreras que los administradores escolares tienen para despedir
a un maestro ineficiente”. Por supuesto, el fallo fue inmediatamente apelado
por el sindicato docente.
La decisión del caso estimuló nuevos
litigios en otros Estados. Es claro que enEE.UU. la presión de la sociedad
civil está llevando a cambiar el status quo en materia educativa a través de
los tribunales, dada la inacción de los políticos.
¿Y qué decir en nuestro país? ¿Alguien ha
escuchado a algún político preocuparse por los eventuales costos para los
estudiantes asociados a la estabilidad docente o a la existencia de una escala
salarial basada en la antigüedad y no en el mérito? Es claro que no, ningún
político desea enfrentar a los sindicatos del sector.
Es predecible. Al fin y al cabo son los
mismos políticos que pronuncian enérgicos discursos en favor de la educación
pública, mientras la mayoría de ellos envía sus hijos a colegios privados.
* Vicerrector y Profesor Titular, Universidad del
CEMA. Esta nota se basa en las publicadas en El
Cronista Comercial el 5/5/2015 y el 25/2/2015, y en Clarín el
2/3/2015.
[1] Clarín, “Provincia:
Los Gremios Docentes Rechazaron una Nueva Oferta del Gobierno,” Febrero 19 de
2015.
[4] Richard Epstein, “A Win for Students,” Hoover Institution, Stanford
University, Junio 17 de 2014.
[5] Jeff Puryear, “La Batalla Legal sobre la
Estabilidad Laboral Docente,” PREAL Blog,
Septiembre 2 de 2014.
[7] The Washington Post, “California Court Rules Teacher
Tenure Creates Impermissible Unequal Conditions,” Junio 10 de 2014.
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