Se define el futuro político de la Argentina
Claudio Chiaruttini
Politólogo y destacado periodista.
En horas más se definirá el futuro político de Sergio Massa, de Mauricio Macri, de Daniel Scioli, del kichnerismo, del peronismo, del radicalismo, del macrismo, del massismo y del “modelo” creado por el matrimonio Kirchner en estos 12 agotadores años. Pero, sobre todo, se definirá el futuro de la Argentina y de la vida de millones de argentinos.
Son horas históricas y todo queda en mano de dos hombres y sus entornos. Pero, más allá de los asesores y colaboradores (N. de la R.: en la ilustración, la planilla que Jaime Durán Barba exhibió en el PRO), serán Mauricio Macri y Sergio Massa, con sus decisiones, indecisiones y errores, lo que determinarán lo que ocurrirá en las próximas elecciones y en el futuro económico y social de la Argentina y los argentinos.
Sólo dos hombres que han demostrado entender bastante poco de política, que no han sabido mensurar las dimensiones del mandato y necesidades de sus respectivos votantes, que no miden las obligaciones y responsabilidades que conlleva ser considerado un “líder político”, demasiado dependientes de sus asesores y colaboradores, que han tenido mucha suerte en uno u otro momento de sus carreras políticas, que no han sabido entender la compleja encrucijada en la que se encuentra el mundo político, económico, financiero, cambiario y sociocultural de la Argentina y que hacen exhibición obscena de su miopía política.
Sin duda es mucha la responsabilidad de las decisiones que deberán tomar en las próximas horas Mauricio Macri y Sergio Massa. No obstante, para esto trabajaron desde hace años. No comenzaron a recorrer la carrera presidencial para hacer negocios, figurar en una lista o para que le coloquen su nombre a una calle en unos años. Si lo hicieron, se equivocaron. En manos de ambos queda revertir el desastre que dejará el kirchnerismo luego de casi 13 años de populismo mediocre, dilapidador de oportunidades, malgastador serial y constructor de pobres para poder someterlos a esa esclavitud moderna que se llama “clientelismo”.
Muchos se preguntarán:
> cuál es el futuro del massismo como fuerza política, y del macrismo si no puede consolidar un fuerte armado político en la Provincia de Buenos Aires,
> hacia dónde irán los votos del Frente Renovador si Sergio Massa no va ni para Presidente de la Nación ni para gobernador de Buenos Aires,
> si fue inútil el “sacrificio” de la candidatura de Francisco de Narváez, pese a sus buenas chances electorales;
> si el sciolismo logrará alcanzar los 40 puntos en 1ra. vuelta;
> si un futuro Gobierno de Daniel Scioli será independiente o esclavo de Cristina Fernández;
> si José Manuel de la Sota termina flotando en aguas sciolistas;
> si La Cámpora será un fenómeno pasajero o si sobrevivirá; entre otras cuestiones...
Sin duda, hay decenas de preguntas por hacer. Pero la más importante es porqué no pueden sentarse a negociar, cara a cara, y ceder en forma sincera y generosa, Mauricio Macri y Sergio Massa. Según diversas fuentes, el Jefe de Gobierno porteño espera el llamado del ex Intendente de Tigre para cerrar la alianza. Por su parte, el tigrense quiere que el llamado venga del ex Presidente de Boca Juniors, Y por esa verdadera tontería, el kirchnerismo celebra como si ya se hubiese ganado la elección, creyendo en un mandato de sumisión de Daniel Scioli.
En las redes sociales se impulsa un cacerolazo para este lunes 08/06 para presionar a Mauricio Macri y Sergio Massa a que se sienten a negociar. Quizás, debería ocurrir como en Semana Santa de 1987, cuando la gente se movilizó a Campo de Mayo y enfrentó a los militares que se levantaron contra Raúl Ricardo Alfonsín.
Quizás el lunes, el cacerolazo debería efectuarse frente a la sede del Gobierno porteño (en Parque Patricios), en la Intendencia de Tigre, en las casas de Mauricio Macri y Sergio Massa, en sus quintas, en las oficinas del Frente Renovador en Congreso. Que la presión sea contundente. Como aquellas marchas del 12S y 8N (que no promovieron ni Macri ni Massa), que obligaron a los políticos a unirse para frenar los intentos de reforma de la Constitución Nacional para darle la reelección indefinida a Cristina Fernández de Kirchner.
Es cierto que hay grupos de macristas recalcitrantes que no quieren una alianza con Sergio Massa. Es cierto que hay massistas miopes y ególatras que no les interesa ayudar a Mauricio Macri a ser Presidente de la Nación. Sin embargo, son una proporción menor de ese 65% de los argentinos que no quiere que siga el kirchnerismo en el poder.
Es casi una tontería que Mauricio Macri apueste todo a la idea de crear un “partido nuevo” en vez de buscar ganar. O es un despropósito depender de la voluntad de un consultor ecuatoriano que, en caso de fracasar en su estrategia, cobra sus servicios y se va a vivir a otro país; mientras que la cúpula macrista deberá pagar el costo de perder una elección que tenía ganada si se tomaba la decisión correcta en el momento correcto. Pero parece que eso está lejos de ocurrir por estas horas, como sostienen altas fuentes del PRO.
Es una tontería que Sergio Massa no entienda que, más allá de la acción coordinada de sciolistas, kirchneristas y macristas y la compra de suficientes encuestas, su postulación presidencial fue demolida desde dentro de su propia estructura, por sus errores políticos y por creerse que ya tenía la elección ganada.
Pero pese a no hacer autocrítica, el ex intendente de Tigre no entiende que, pese a ser jóvenes (tiene 42 años) y considerar que en 4 años puede tener éxito donde hoy ya fracasó, pero actuando desde el llano; no comprende el inmenso costo político que le pasará ese conjunto de votantes que no quieran 4 años más de kirchnerismo y que deberán soportarlo por su análisis egoísta y
limitado.
La historia electoral de las PASO en la Argentina demuestra que el resultado obtenido en esa instancia se amplía en la primaria, dado que los votantes tienden a premiar a los ganadores y castigar a los perdedores. Ya ocurrió en Salta y se espera en Chaco y Mendoza.
Chaco también demostró que no sólo se necesita sumar sellos de goma para ganar una elección. Sin poder territorial real, no hay forma de cuidar los votos e imponerse. Además, como también demuestran las elecciones dentro del kirchnerato, ser oficialista tiene sus ventajas, pero menos que en elecciones anteriores, un cambio nada despreciable.
De esta forma, hay que aprovechar la brecha que se abre en el frente electoral del kirchnerismo.
Si bien tiene un candidato que tiene muy buena recepción por una parte del electorado, el sentimiento antikirchneristas y armados políticos ganadores a nivel territorial permiten ilusionarse con un golpe hacia los oficialismos y un recambio político profundo, no sólo de personas, sino también, de estilos, de formas, de objetivos, de métodos, de modelos. Sin duda, algo necesario según todas las cifras micro y macroeconómicas, los datos sociales, las estadísticas creíbles.
Lo ocurrido en Mendoza confirma que un buen armado opositor tiene grandes chances de ganar una elección local si no se tienen los resortes del poder a la mano. En Chaco, no alcanzó con una excelente candidata, ni con una buena apoyatura nacional: cuando se tiene por delante una población sometida a la caja oficial, es muy difícil que los votantes vayan en contra de sus intereses. No es casual que el Gobierno haya puesto todo su esfuerzo en dotar a la mayor cantidad posible de población del país de un beneficio social o subsidio. Buscaba cautivos electorales y, en muchas partes del país, los tienen y en cantidades que asombran.
Sacrificando caja, quemando reservas, endeudándose, sometiendo a la economía y la producción a un estrés enorme, Cristina Fernández le está creando a Daniel Scioli las mejores condiciones posibles para ganar la elección. Hoy, pese a que 60% del electoral reprueba la gestión de Cristina Fernández y 65% no quiere que siga el kirchnerismo, igual número quiere que se mantenga el mismo “modelo” económico.
A Daniel Scioli le sirve seguir “flotando” para llegar a la Casa Rosada, sin problemas. A Cristina Fernández le conviene seguir “cebando el motor”, asegurar la continuidad del kirchnerismo como fuerza política y La Cámpora como columna central de su poder. El peronismo le conviene una continuidad del oficialismo, dado que puede retener espacios de poder que han controlado por décadas.
Como en el boxeo, si la oposición quiere “arrebatarle el título” al oficialismo no le alcanza con empatar, tiene que ganar sin duda en las urnas. En ese sentido, el PRO y Mauricio Macri y el Frente Renovador y Sergio Massa han apostado “a chiquito” cuando se jugaron por ser el segundo y alcanzar la 2da. vuelta, creyendo que con eso alcanzaba para ser elegidos Presidente de la Nación. Una estrategia menor, que depende más del error del otro que de la acción política y el ejercicio de liderazgo propio. Algo inexplicable, dada la historia política argentina.
Quizás sirva de elección Chaco: la UCR creía que podía ganar y recuperar el poder, luego de tantos años. Sin embargo, en la PASO no solo quedaron a 20 puntos porcentuales del ganador, sino también, perdieron el control de una de las capitales provinciales que controlaban: Resistencia.
El marketing político es importante. Pero no hay marketing político sin comunicación política y no hay comunicación política sin acciones políticas, sin hechos políticos concretos, reales. No se gana una elección presidencial repartiendo globos amarillos. Es tomar decisiones correctas y con visión de futuro las que aseguran ese futuro que se busca.
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