Estado benefactor y pobreza
Gabriel Boragina
Abogado. Master en
Economía y Administración de Empresas. Egresado de ESEADE (Escuela Superior de
Economía y Administración de Empresas). Autor de numerosos libros, entre ellos:
La credulidad, La democracia, Socialismo y Capitalismo, La teoría del mito
social, Apuntes sobre filosofía política y económica, etc. como sus obras más
vendidas.
Tanto los intelectuales en su mayoría, como las personas comunes, coinciden en considerar que el gobierno es el más "idóneo" y -en algunos casos- el único "capacitado" para "sacar" a la gente de la pobreza y eliminar situaciones de desigualdad. En ese sentido, es que se han construido teorías como la del "estado benefactor" o "estado de bienestar" que se han llevado a la práctica en la mayoría de los países del mundo, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días. Sin embargo, la totalidad de las experiencias en dicho sentido han tenido resultados muy magros, por no decir directamente negativos, dado que no se ha comprendido la enorme mitología creada en torno a la figura de un estado-nación generador de beneficencia para los más necesitados. Son varios los factores y los conceptos económicos básicos que se ignoran y que han llevado a aquellas erradas doctrinas. Pero, en lo fundamental, todas coinciden en un yerro mayúsculo, y es en el de creer que el gobierno puede "generar riqueza" cuando -a todas luces- jamás a ha sido así, y ello es –además- virtualmente imposible:
"el moderno Estado Benefactor, tan aclamado por hacer pagar a los ricos impuestos exorbitantes para subsidiar a los pobres, no hace tal cosa. De hecho, si lo hiciera los efectos serían desastrosos, no precisamente para los ricos sino para las clases pobre y media, dado que son los ricos quienes proveen, proporcionalmente, una mayor cantidad de ahorro, inversión de capital, previsión emprendedora y financiamiento de las innovaciones tecnológicas esto es lo que ha llevado al pueblo de los Estados Unidos a tener un nivel de vida mayor que el de cualquier otro país en la historia. Exprimir a los ricos no sólo sería profundamente inmoral; equivaldría a una drástica condena de las mismas virtudes -economía, previsión comercial e inversión- que han sido los basamentos del destacable nivel de vida del país. En otras palabras, sería matar a la gallina de los huevos de oro. "[1]
En las palabras citadas antes, está la clave de todo para entender definitivamente este asunto. Los impuestos que se crean y se aplican a los ricos son la mejor garantía de que la pobreza aumentará allí donde se recurre a tales prácticas por parte de los gobiernos. Mayores impuestos y más altas alícuotas asegurarán en el corto, mediano y largo plazo, tasas más altas y crecientes de pobreza, al tiempo que no mejorarán en absoluto la desigualdad que (como tantas veces hubiéramos explicado) no guarda relación alguna con la pobreza. En definitiva, el impuesto combate al capital y es en el triunfo de los altos gravámenes contra el capital donde los niveles de pobreza se verán crecer en forma indetenible. Por supuesto existen muchas otras maneras en que los gobiernos "benefactores" tratan de destruir la riqueza, pese a que el pretexto sea "desviarlas" hacia sectores carenciados. Pero -en suma- el efecto definitivo será la evaporación de la riqueza, lo que en otros términos significa la entronización de la pobreza.
"Entonces, ¿qué puede hacer el gobierno para ayudar a los pobres? La única respuesta correcta es la respuesta libertaria: apartarse. Si el gobierno deja el camino libre a las energías productivas de todos los grupos de la población, los ricos, la clase media y los pobres por igual, el resultado será un enorme aumento del bienestar y del nivel de vida de todos, y en particular de los pobres, a quienes supuestamente ayuda el mal llamado "Estado Benefactor".[2]
La generación de riqueza siempre está a cargo de personas o empresas particulares movidas por los incentivos de ganancia (lucro) que todos -invariablemente- los seres humanos poseen con independencia de cuál sea su pasada, presente o futura condición económica. Es el ánimo de lucro que motoriza que los empleados siempre traten de obtener el puesto de trabajo mejor remunerado posible, como que los comerciantes y empresarios también intenten de alcanzar el mayor precio obtenible por sus servicios o productos. Esto es igual de válido tanto para el obrero más humilde en la escala social, como para el multimillonario más encumbrado de ella. El principal efecto del "estado benefactor" es la demolición de las anhelos de los más necesitados, y la elevación de los índices de pobreza allí donde se imponga tal nefasta ideología política y económica.
"El gobierno podría ayudar mejor a los pobres -y al resto de la sociedad- haciéndose a un lado: eliminando su vasta y paralizante red de impuestos, subsidios, ineficiencias y privilegios monopólicos. El profesor Brozen resumió así su análisis del "Estado Benefactor": Típicamente, el Estado ha sido un aparato que produce riqueza para unos pocos a expensas de muchos. El mercado produce riqueza para muchos con un pequeño costo para unos pocos. El Estado no ha cambiado su estilo desde los días en que los romanos ofrecían pan y circo a las masas, si bien ahora finge proveer educación y medicina, como también leche gratuita y artes interpretativas. Sigue siendo la fuente del privilegio monopólico y del poder para unos pocos mientras aparenta proveer bienestar para muchos -bienestar que sería más abundante si los políticos no expropiaran los medios que utilizan para dar la ilusión de que se preocupan por sus electores-.^ [3]
Necesariamente, la intervención del gobierno en la economía -a través de los mecanismos indicados en la cita- reduce la cantidad de riqueza disponible en la comunidad y la dirige a determinadas áreas compuestas por pseudo-empresarios amigos del poder de turno, y a los adictos partidarios del gobierno en cuestión. Aun cuando la intención de los gobiernos fuera la de beneficiar a todos, económicamente ello es imposible, porque el "estado de bienestar" implica achicar la torta a medida que se va consumiendo. Y solo el capitalismo liberal es el que hace crecer el pastel. En términos más simples : cuanto más se le quita el fruto de su trabajo al que produce para entregárselo gratuitamente a quien no produce nada o produce menos que aquel a quien se lo ha despojado, menos incentivos tiene el productor o trabajador para volver -en el periodo siguiente- seguir aumentando su producción.
[1] Murray N. Rothbard. For a New Liberty: The Libertarian Manifesto. (ISBN 13: 9780020746904). Pag. 191
[2] Murray N. Rothbard, Ob. Cit. Idem. Pág. 191
[3] Murray N. Rothbard. Ob. Cit. idem. Pág. 197
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