El complejo del abdícrata
Eloy Soneyra
Doctor en Psicología de la Universidad de Belgrano
especializado en Calidad y Factor Humano. Es autor y editor de libros como:
“Gerencia y Excelencia, Calidad de la A a la Z” (el primer diccionario
enciclopédico de la calidad y la gerencia en el Mundo), “Autodiagnóstico de la
Gestión empresaria” (primer sistema cuantificado con las Bases del Premio
Nacional a la Calidad). Director Ejecutivo del Estudio Soneyra, organismo
destinado a la Psicología Aplicada a la Clínica y a asesorar a personas de
empresas sobre Calidad y Factor Humano. Mención especial, Concurso
Internacional de Ensayos: Juan Bautista Alberdi: Ideas en Acción. A 200 Años de
su Nacimiento (1810-2010).
La baja participación ciudadana no sólo en lo político sino también en
las organizaciones a las que se está
asociado, lleva a las presentes reflexiones, que cuadran a muchos afiliados a
un partido político como a miembros de instituciones
embanderadas con el derecho a la Libertad.
A pesar de quienes son abdícratas, son perjudiciales en
la vida de las organizaciones, no se ha divulgado suficientemente que es el
“complejo del abdícrata”. Por eso llamamos la atención sobre este verdadero SIDA social (Síndrome Inconveniente, Deteriorante y Antisocial) y lo hacemos de la forma más simple, describiendo las
conductas típicas de esas personas, máxime que es un mal muy arraigado en
nuestra sociedad (sea en su generalidad, como en la ciudadanía en particular), especialmente
en su área burocrática.
El “complejo del abdícrata: designa
la conducta caracterizada tanto por el abandono de las
responsabilidades como de la capacidad de aplicar el libre albedrío; ante la
espera que los otros hagan o resuelvan. En el trabajo sólo hace lo que se le
manda, no asumiendo compromisos u obligaciones ajenas a lo que está escrito que
le corresponde, deja para los demás “la
funesta idea de pensar”; son
los otros los que le señalan qué es lo correcto; más ejemplos de este complejo
lo dan quienes esperan que las cosas, la sociedad y el Mundo mejoren sin
aportar nunca nada; como quienes desconocen el despliegue de sus
potencialidades. En su meta de vida no está el menor esfuerzo de participar.
Luchar contra las consecuencias de los malos ideales que
los países del Eje Alemania, Italia y Japón, motorizaron en la Segunda Guerra Mundial,
para los abdícratas argentinos no era tema de su participación, dejando
que la solución viniera de afuera, que alguien removiera los escombros, que
cualquiera hiciera algo para salir del marasmo de la destrucción. El inconveniente
de esta postura es que es paradigma de grandes
sectores de la sociedad.
El abdícrata por esa falta de ser gerente de sus propios
actos, quiere para sí y no le preocupa que para los demás no le sean dados o
resulten acotados el respeto de los derechos inalienables a la libertad, la
propiedad, la vida y la búsqueda de la felicidad
Tenemos claros ejemplos del abdícrata en frases como
las siguientes:
1) De Martín Niemöller: Cuando
los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era
comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque
yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no
protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a por los judíos, no
pronuncié palabra, porque yo no era judío. Cuando finalmente vinieron a por mí,
no había nadie más que pudiera protestar.”
2) Del decir popular: “Yo argentino” Los argentinos que
estaban en Europa durante la guerra del 14, ante cualquier problema con las
autoridades de los bandos en pugna, exhibían el pasaporte. Hoy la frase es
clara representante del desentendimiento.
Y también abdícratas en personajes de historieta
como 1) Fiaquini de Mazzone en la revista Rico Tipo de la década del 40. 2)
Avivato de Lino Palacio por los años 50.
La existencia de los abdícratas comienza a ser un
problema social, cuando esa conducta se torna una pauta cultural generalizad,
por eso Mandela expresó: “No me preocupan los gritos de los
deshonestos de la gente sin escrúpulos y de los delincuentes, más me
preocupa, el silencio de los buenos”. Que en esa misma línea de pensamiento tenemos a Mahatma Gandhi que dijo: “La
verdadera fuente del derecho es el deber”.
Recordemos que el deber para Emilio Mira y López es junto
con el amor, el miedo y la ira uno de los cuatro gigantes de las pasiones
humanas. Deber que muchas veces se sopesa mal en intercambios sociológicos,
olvidado que la realidad nos muestra que todas las actividades se concretan con
normas explícitas o implícitas, que no hay deporte ni juegos sin normas y menos aún sin
participación.
Ese sentido del deber no aparece en el abdícrata en
muchos de sus roles sociales, no participando en las asambleas de escuelas,
consorcios, clubes, asociaciones, instituciones y en las mismas reuniones
familiares; a pesar que es crítico de cada una de ellas.
Por eso cabe pregúntese ¿Soy abdícrata? Tras la respuesta
afirmativa deberá procurarse luchar contra la emergencia del complejo del
abdícrata, pues resulta necesario para el éxito personal e imprescindible estar curado de él, para
competir en este Mundo globalizado, pues como señalaba en su momento John
Fitzgerald Kennedy sino lo hace Usted ¿Quién? Sino no lo hace ahora ¿Cuándo?
Pues su existencia queda probada que es
un verdadero SIDA
social (Síndrome Inconveniente, Deteriorante y Antisocial).
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