Nuestra moneda: ¿fiduciaria?
Rafael Marcano
Etimología:
La palabra “Dinero” viene
del latín denarius, moneda del Impero
Romano.
Concepto:
Para la ciencia económica
contemporánea, “Dinero” es todo aquello comúnmente aceptado como medio de pago
de bienes y servicios o cancelación de deudas y/u obligaciones.
Evolución
histórica:
Primero fue el trueque que
consistía en el intercambio de un bien por otro, usual en las sociedades
primitivas, y que a veces reaparece cuando los gobiernos, por sus errores
previos, restringen la disponibilidad de circulante tal como sucedió en el
“corralito” argentino del año 2001 y en el muy reciente de Grecia.
Con el proceso civilizatorio
se utilizaron los metales preciosos como tal (oro y plata). Más adelante,
dichos metales se amonedaron mediante la acuñación.
Los riesgos implícitos en
acarrear metales preciosos, junto con el desarrollo de la intermediación financiera,
hicieron aparecer los papeles (comprobantes) representativos de metales
custodiados por la banca, pertenecientes a terceros (el público).
Esta es la simiente del
dinero fiduciario, aquél que se emite y circula sin importar que represente o
no valores poseídos por el ente emisor (banco central o de reservas);
fundamentándose en la fe o confianza (fiducia)
que los agentes económicos deben a las instituciones estatales bajo el supuesto
de la existencia de un Estado de Derecho e instituciones que se vinculan a él.
Nótese que las monedas nacionales de casi todos los países del mundo están
referidas al US$, lo que quiere decir, que sus reservas monetarias están
constituidas en dicha divisa como consecuencia de la confianza (fiducia) inspirada por las políticas
monetarias acertadas de la Reserva Federal de los Estados Unidos de América a
través del tiempo.
Hoy, en vez de oro, se
privilegia al US$ como valor de respaldo, aunque nada prohíbe que se tenga
también oro u otros activos internacionales transables. Pero, de hecho, este
oro es expresado en términos de su valor de mercado en la divisa americana.
¿Cómo
debe ser el dinero?:
Para que “algo” sea
considerado dinero, primero y principal, debe ser universalmente aceptado; y
además, durable, divisible en monedas fraccionarias, debe contener gran valor
en pequeño volumen y ser difícil de falsificar.
Es el contenido de gran
valor en pequeño volumen el foco del presente escrito. Cada pieza monetaria
debe representar un valor tal que le permita a su portador poseer cómodamente
un cierto poder de compra.
En Venezuela, el veloz proceso
hiperinflacionario del presente, ha hecho que nuestro dinero pierda poder
adquisitivo (se devalúe) casi a diario, lo que trae como consecuencia que
tengamos que desprendernos da más piezas a cambio de una misma mercancía o servicio.
Esta realidad hace que nuestro sistema monetario se haga cada vez menos
deseable puesto que deja de ser reserva de valor. Para mitigar estos efectos,
se hace necesario incrementar el valor facial de nuestros billetes, imprimiendo
piezas que superen los valores actuales; es decir, de 200 BsF en adelante.
Veamos el siguiente ejemplo:
Al día de hoy, una resma de papel tamaño carta se cotiza, en promedio, a unos
4.500 BsF por lo que una sola hoja de ese material valdría 9,00 BsF. ¡Oh
sorpresa! una hoja tamaño carta completamente en blanco tiene más valor que
nuestros billetes de 2 y 5 BsF, estando en un punto cercano a breakeven en el caso de nuestros billetes
de 10 con la ventaja de que las hojas tamaño carta ya no se devaluarán más
mientras que nuestros billetes sí lo harán con toda certeza.
En el caso de los billetes
de banco, que usan papel especial, colorantes y tecnología de punta anti
falsificaciones, el costo unitario debe ser mucho más elevado que el de un
pliego papel bond en blanco,
consideración que nos conduce a pensar que ya se justifica la emisión de
billetes de mayor denominación. Desde el punto de vista del usuario, éstos
representarán menor peso y volumen para ser manejados (mayor comodidad y
seguridad); y para el ente emisor (BCV), significarán un costo mucho menor y en
consecuencia, mayor señoreaje (diferencia entre el valor facial y el costo de
cada pieza). Demorar la aparición de estos nuevos instrumentos sería
injustificable tanto desde el punto de vista de la ciencia económica, como
desde el punto de vista estrictamente práctico.
Ahora bien, estemos
preparados para tener que tolerar la presencia de rostros del panteón
revolucionario en nuestra moneda, cuya “fiducia”
se deteriora a paso de vencedores.
“La
mejor manera de destruir el capitalismo es corrompiendo su moneda.”
V.
I. Lenin
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