Cristina Fernández: Despedida con comodidad
Claudio Chiaruttini
Politólogo y destacado periodista.


Mientras Daniel Scioli busca ganar el voto independiente y fidelizar al peronismo, Mauricio Macri intenta superar el “Caso Niembro” y Sergio Massa sueña con acercarse al candidato de Cambiemos; Cristina Fernández sigue siendo la que marca la agenda, mueve el Congreso a voluntad y despliega su despedida con una comodidad que sólo se asemeja al último tramo del Gobierno de Carlos Saúl Menem.
En la semana, Cristina Fernández realizó dos cadenas nacionales, totalizando 38 en lo que va del año y 155 desde que asumió en 2007. Como en ocasiones anteriores, desarrolló un discurso autista en donde comunica su posición para que el resto del kirchnerismo la repita, lanza proyectos de ley que están relacionados con la construcción de su propia herencia y que poca tiene relación con las necesidades reales de la Argentina; y protagoniza un stand up que la muestra tan fuerte y vigente como cuando anunció en la cancha de Vélez Sarsfield el famoso: “Vamos por todo”.
Cristina Fernández aprendió a ejercer el poder desde una posición de superioridad, siempre con enemigos sometidos, seducidos, conversos o incapaces de responder a sus estrategias y desafíos. Por eso la Presidente de la Nación está preparando para su “heredero” un inmenso “campo minado”, concepto que queda chico para describir el escenario político, económico y social que dejará conformado a partir dl 11 de Diciembre.
Una Argentina en default, con un inmenso juicio perdido en New York, que no recibe inversiones, que perdió los superávits fiscal y comercial, en recesión, con alta inflación, con una enorme masa de pobres e indigentes, un Estado que ha metido sus tentáculos hasta en el último rincón del sistema productivo, el Banco Central, el Anses y los fondos fiduciarios inundados de bonos de deuda interna; la coparticipación, distorsionada; el sistema fiscal, desmesurado; y el campo, jaqueado por una incomprensible política intervencionista. Y esto es sólo una muestra de la enorme lista.
Pero en el proyecto de Ley de Presupuesto 2016, Cristina Fernández deja virtualmente desnudo al futuro Presidente de la Nación de las ventajas que Ella gozó durante sus ocho años de mandado, dado que el texto que salió de la Jefatura de Gabinete no prórroga la Ley de Emergencia Económica, los “superpoderes” que el Congreso le cedió durante décadas del Ejecutivo o el Impuesto al Cheque (que vencen el 31 de diciembre de 2015); lo que implica que si el futuro Mandatario los quiere, deberá presentar una propuesta a los nuevos legisladores y negociar con las nuevas bancadas, entre ellas la kirchnerista, para recuperar todas estas potestades y ventajas fiscales.
De esta forma, Cristina Fernández obliga al futuro Presidente de la Nación a tener que ponerse a negociar con el Congreso desde el primer día de su mandato, eliminando los famosos “100 días de transición”, en donde todo nuevo Mandatario tiene el apoyo irrestricto de todas las fuerzas para poder comenzar a desarrollar sus planes de Gobierno.
Cristina Fernández ha venido transfiriendo poder de decisión al Congreso y ha “refugiado” a las principales “espadas” del kirchnerismo en las cámaras de Diputados y Senadores para poder seguir marcándole la agenda al futuro Presidente de la Nación, sea quien sea electo; algo que no tuvieron que enfrentar ni Raúl Ricardo Alfonsín, ni Carlos Saúl Menem, ni Fernando de la Rúa, ni Eduardo Duhalde, ni Néstor Kirchner y ni Cristina Fernández, salvo entre 2009 y 2011, cuando resolvió solucionarlo gobernando con Decretos de Necesidad y Urgencia, despreciando al Poder Legislativo.
La estrategia de elaboración del Presupuesto 2016 fue subestimar el crecimiento del gasto, con el objetivo de mostrar un superávit fiscal primario que, al final, nunca es tal. Y como enseñó Roberto Lavagna cuando era Ministro de Economía de Néstor Kirchner, parte de supuestos macroeconómicos voluntaristas en rubros tales como el nivel de recaudación, crecimiento del PBI, inflación, refinanciación y pago de deudas.
Pero, curiosamente, el proyecto de ley enviado al Congreso no tiene en cuenta ni el incremento del salario de los empleados de la Administración Pública Nacional, ni de las asignaciones familiares, ni cambios en las variables fiscales; lo que implica que no considera la modificación del Mínimo no Imponible del Impuesto a las Ganancias o la eliminación del Impuesto al Cheque, que por otro lado, se fija que debe dejar de existir el 31 de Diciembre. Hasta en esas contradicciones cae el “dibujado” Presupuesto 2016 que comenzará esta semana a ser analizado en el Parlamento.
Otra curiosidad: Luego de 12 años constantes de aumento del Gasto Público, el Presupuesto 2016 se desprende que habrá un ajuste, dado que la expansión del Gasto Primario se ubica por debajo de los Ingresos; es decir, Cristina Fernández quiere obligar al futuro Presidente de la Nación a una tarea que jamás se animó a realizar el kirchnerismo en el poder, ni a nivel nacional, ni cuando Gobernó Santa Cruz o Río Gallegos: bajar el gasto.
El proyecto de Presupuesto 2016 ingresado al Poder Legislativo también tiene una curiosa forma de obligar al futuro Mandatario a tener que endeudarse, dado que si bien se establece un fuerte aporte del Banco Central al Tesoro Nacional, a través de Giro de Utilidades y la Asistencia Financiera Extraordinaria el monto que se fija no alcanza para cubrir el superávit financiero, lo que implica que el único camino que le deja al futuro Presidente de la Nación es tener que cumplir un exigente calendario de colocaciones de deuda, todo eso en medio del default.
En los últimos 3 años de Gobierno de Carlos Saúl Menem, el Gasto total del Presupuesto se ubicó en los 50.000 millones de pesos, que con el cambio del momento, equivalían a 50.000 millones de dólares. El Presupuesto 2016 prevé un Gasto Total de 1,5 billones de pesos, es decir, 30 veces más, en pesos; pero en dólares, se mantiene en alrededor de los 100.000 millones de dólares, lo mismo de toda la “Era Kirchnerista”.
En ese sentido, Cristina Fernández deja al futuro Presidente de la Nación un nivel histórico de presión fiscal sobre el sector privado, lo que implica que quiere mantener la supremacía de la capacidad de acción del Estado, pero no facilitarle las cosas a su “heredero”. En cierto sentido es lógico, dado que el kirchnerismo considera que deja en poder “por un ratito” y que ninguno de los tres presidenciables podrá extender su paso por la Casa Rosada, si no es que cae antes de tiempo.
Desde comienzos del Siglo XX, son contadas las veces que un Presidente de la Nación intentó diseñar el terreno para su regreso al poder. Hipólito Irigoyen lo hizo con Marcelo Torcuato de Alvear, Juan Domingo Perón no lo consiguió, dado que no esperaba morirse en 1974, aunque sabía que su edad lo hacía posible. Hasta Néstor Kirchner creía que tendría un segundo mandado por delante.
En el discurso y accionar del kirchnerismo hay un desprecio por su pasado peronista. Cree que son la etapa superadora del peronismo y se preparan para pasar a la oposición como ninguna otra fuerza política en los últimos 32 años. En parte, es la debilidad de liderazgo de Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa la que alienta estas expectativas.

Desde hoy domingo comienza el tiempo de la campaña electoral para la Primera Vuelta. Los presidenciables prometen relanzarse desde las PASO, pero ni Daniel Scioli esperaba las inundaciones o el escándalo Tucumán, Mauricio Macri ni soñaba con el “Caso Niembro” y Sergio Massa creía que podría pelear el balotaje. Todos están improvisando en forma constante. Por eso, para el votante, el desafío no es saber a quién votar, sino tratar de no aburrirse hasta el momento que le toque volver a las urnas, con desgano y, quizás, pensando que todo cambiará para no cambiar.
 

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