Sorpresa en las urnas
Claudio Chiaruttini
Politólogo y destacado periodista.


Una vez más, los argentinos sorprendieron cuando se expresaron en las urnas. Pero para entender el resultado electoral del domingo pasado es necesario tener en claro que estamos en medio de un inmenso proceso de reestructuración del sistema político, que implica la desaparición del bipartidismo del Siglo XX y la fragmentación partidaria, que comenzó con el "que se vayan todos" de 2001/2002, se extendió durante la década kirchnerista y se reconfiguró luego del “vamos por todo”; tomó impulso en 2012 (con las marchas al Obelisco y Plaza de Mayo), frenó el proyecto reeleccionista de Cristina Fernández en 2013, desbarató la base territorial del peronismo hace una semana y, el 22 de Noviembre, quizás lleve a la Casa Rosada a la segunda expresión innovadora del sistema político en el Siglo XXI con Cambiemos.
Las opciones oligárquico-militaristas, de neto corte liberal en lo económico y ultraconservadora en lo político social, fueron sepultadas en la Semana Santa de 1984. El radicalismo tradicional fue herido de muerte con la renuncia adelantada de Raúl Ricardo Alfonsín y se desbarató luego de la caída provocada de Fernando de la Rúa. El peronismo se partió, ideológicamente hablando, con el menemismo y el kirchnerismo; y vió evaporar su sustento con la base territorial hace una semana. La historia dirá si el kirchnerismo murió o si seguirá pululando como otra versión isotónica de peronismo o se unirá con los restos humeantes del progresismo y el socialismo para crear una nueva expresión partidaria.
Más allá del resultado electoral del 22 de Noviembre, el sistema político argentino continuará reconfigurándose en las elecciones de 2017, 2019 y, quizás, más adelante. Hoy, predominan las preferencias por las personas antes que por las las ideas. La praxis está por encima de las ideologías. Los modos sobre la formas. La fragmentación se mantendrá. El voto independiente no tendrá problemas de girar de izquierda a derecha, o viceversa, todas las veces que sea necesario y no habrá aparato clientelista o "relato" que pueda revertir los giros que quiera dar el votante independiente. Nadie tiene nada asegurado y cada elección será un desafió para entender la demanda de los votantes y ofrecer una propuesta que la satisfaga plenamente.
El domingo quedó demostrado que políticos y encuestadores no han entendido las dimensiones del cambio politico-estructural que se vive en la Argentina. Los políticos se sometieron al marketing político en vez de hacer política. Los encuestadores creyeron que un instrumento de medición, las encuestas, era la forma de imponer realidades convenientes. 
Valga la analogía: En pocas palabras, lo que hemos visto en la campaña que pasó es como si un grupo de médicos creyeran que el tratamiento para una enfermedad es el termómetro y un conjunto de pacientes que creyeron que sus médicos los iba a curar con los termómetros. Ambos grupos se engañaron impiadosamente.
Daniel Scioli ignoró lo que ya sabía: que Aníbal Fernández era un "piantavotos". No poder negarse a Cristina Fernández, quizás, le arrebató la posibilidad de ser elegido Presidente de la Nación, algo por lo que soñó tantos años y tantos atropellos y agresiones soportó. Siempre creyó que el marketing político personal superaba la realidad. Se equivocó.
Jaime Durán Barba hizo una buena lectura del deseo de cambio de la sociedad argentina y del tipo de candidatos que había que colocar frente a los representantes del kirchnerismo furioso, pero si no fuera por la obstinación de Elisa Carrió de unir al radicalismo y el PRO; la valentía de Ernesto Sanz de enfrentar a quienes proponían una alianza con Sergio Massa y a un Mauricio Macri que no dudó en el acuerdo, el Jefe de Gobierno porteño no estaría soñando con ser Presidente de la Nación y María Eugenia Vidal no sería Gobernadora electa de la Provincia de Buenos Aires.
Un párrafo aparte merece Sergio Massa. Nunca entendió que su figura fue creada en 2013 para frenar la reelección de Cristina Fernández y que encarnó el voto antikirchnerista. Se creyó un líder. Primero, le pusieron techo a su crecimiento. Luego, lo vaciaron de dirigentes y estructura en un mes. Hasta el domingo fue usado para evitar una polarización que habría convertido en Presidente de la Nación a Daniel Scioli. Ahora, sueña con un futuro presidencialista en 2019 y duda de participar de la reestructuración natural que tendrá el peronismo desde el 10 de Diciembre. Veremos que suerte le depara el destino y los cambios por venir.
Sin embargo, ¿hay que recordarle a Sergio Massa qué pasó con Italo Argentino Luder, Eduardo César Angeloz o José Octavio Bordón; qué Elisa Carrió y Hermes Binner fueron los segundos más votados en 2007 y 2011 y una terminó 8ª en 2011 y el santafesino fue cuarto, en su provincia el domingo pasado; que Carlos Saúl Menem salió segundo en su provincia y así llegó, de suerte, a Senador, qué pasó con Ricardo López Murphy, tercero en las elecciones de 2003, con Eduardo Duhalde que no pudo ganar una elección y fue depuesto por los mismos gobernadores que los nombraron Presidente de la Nación? Los votantes suelen ser impiadosos con los que son derrotados en las urnas. Ejemplos sobran.
Más allá de los nombres, desde el domingo pasado, ha comenzado una intensa discusión interna en el peronismo, en el kirchnerismo, entre peronistas y kirchneristas, entre socialistas, entre socialistas y "progresistas", en el radicalismo y hasta dentro del PRO. Todo el sistema político está en ebullición, como ocurre entre los gremios y centrales sindicales, dentro de la Unión Industrial Argentina, entre banqueros, entre empresas constructoras, en el mundo de los medios de comunicación. Todo el establishment político y económico está comenzando un inmenso recambio generacional, de figuras y de posiciones. Algunas internas estallaron antes. Otras lo harán próximamente, pero la reconfiguración será la constante. En todo caso, los cambios, recién comienzan.
Más allá del análisis politológico, estas semanas que serán muy intensas y complicadas. Daniel Scioli dando notas hasta a Paka-Paka y Mauricio Macri jugando al golf en Tandil son dos imágenes que sintetizan las dos realidades: el temor de perder y la calma del ganador. Y, pese a los esfuerzos de comunicación del Gobierno, del kirchnerismo y del sciolismo, es una percepción que cala hondo en los votantes y está definiendo el balotaje.
Después del shock inicial, los roles en el oficialismo quedaron bien definidos: Cristina Fernández defiende lo hecho, ataca a Mauricio Macri y al PRO, consolida el núcleo duro kirchnerista y peronista y llama a militar y ganar la calle. Daniel Scioli finge alejarse de Cristina Fernández, busca al votante massista, vuelve tenuemente al peronismo (y lo alinea tras su figura) y ensaya un cambio discursivo y de imagen que seduzca un poco más.
Por su parte, en Cambiemos van a esperar que el esfuerzo lo hagan Cristina Fernández, Daniel Scioli, el kirchnerismo y el peronismo; van a aprovechar el error oficialista de fomentar el "antimacrismo" (que genera, en todo caso, voto en blanco, no voto a favor), van a trabajar en consolidar la transición en la Provincia de Buenos Aires (y capitalizar, al máximo, el triunfo y la imagen de María Eugenia Vidal) y tratarán de aumentar el exitoso aparato de fiscalización que armaron para el domingo pasado, sin duda, una de las claves del resultado electoral obtenido.
Según los números, en la Primera Vuelta, Daniel Scioli se impuso por menos de 2,5 puntos porcentuales a Mauricio Macri. Para los políticos, los periodistas y una amplia franja de la opinión pública, el domingo pasado ganó Mauricio Macri. Y, esa percepción, a estas alturas, parece imposible de revertir, por más que el kirchnerismo y el peronismo decidan mover el aparato. El balotaje ya parece definido, pero aún hay que votar.
 

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