El cambio es una cuestión de días, el progreso no
Javier Cubillas
Analista de Asuntos Públicos, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


Faltan muy pocos días para que el cambio se materialice. Las urnas ya dieron los resultados y en varios niveles estaduales y locales las muestras de alternancia se han sucedido de modo inequívoco, con datos impresionantes. Pero lo que en el fondo deseamos y todos queremos que ocurra, mas allá del cambio de fuerzas de gobierno, es que de una vez por todas la Argentina se inserte en un camino de progreso y desarrollo institucional y social.
 
Es claro entonces que el cambio a partir del mecanismo electoral opera de modo irrefrenable pero la gran duda es si el camino del desarrollo también se encuentra nuevamente anclado a una mayoría social y cultural. Si es posible que las reglas de juego se instauren de modo claro y expeditivo, desde la batería de decisiones que vienen a tomar los actores de la nueva coalición política, le corresponde entonces a la sociedad civil la responsabilidad de saber reconocer y actuar que rol estratégico le toca en esta instancia más allá de la participación en el acto electoral.
 
El progreso entonces, hay que decirlo claramente, depende definitivamente de la sociedad civil y no de la clase política. Depende de su propia capacidad social, de no dejar que se pisoteen derechos individuales, que se respeten las reglas de juego, que se ejerza la libertad de expresión y la tolerancia, que no se continúe consagrando una democracia delegativa, que no se permita más la corrupción sistémica, que no se permita más la opacidad en la administración pública y la falta de escucha activa de la ciudadanía en los temas de agenda pública y que se instaure definitivamente la promoción de la innovación, la creatividad y el esfuerzo como valores claves de una sociedad abierta y plural.
 
Por todo esto, el camino que aún nos falta por recorrer no es corto en plazo y tiempo y nos impone a todos un esfuerzo todavía muy exigente y cotidiano. Lo ocurrido el 22 de noviembre es una instancia más y puede resultar anecdótico -en un proceso que recién se inicia y que por ello no debe ser sobrevalorado- si no es correctamente estimado y reflexionado. En este camino, tendiente al crecimiento institucional y social, la responsabilidad es hija de los más amplios sectores económicos y culturales si es que queremos que definitivamente no nos gobiernen más dictadores o representantes de tintes autoritarios bajo ropajes democráticos. Este es el verdadero cambio intrínsecamente relacionado al progreso, el que se escribe con letras y caracteres atribuidos al largo plazo y sostenido por la sociedad civil.
 
Necesitamos entonces templanza para festejar y pensar en el futuro, pero también fortaleza para soportar los impedimentos y resistencias que vendrán, prudencia para impulsar las mejores medidas institucionales en el sector público y en el sector privado y finalmente justicia para el ejercicio de las críticas en la opinión pública y para dirimir las diferencias y la grieta social.
 
Ergo, sólo teniendo en vistas la complejidad de la realidad y no esperando medidas mágicas ni recetas automáticas, resta a cada uno de nosotros hacer lo propio para cambiar la inconmensurable historia y realidad argentina.
 
 

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