La danza de Mauricio Macri y el zurdo aburrimiento
Ramón Colás
Fundador, Bibliotecas Independientes de Cuba.


Fidel Castro confesó a Frei Betto, cuando éste le preguntó por sus preferencias musicales, que le gustan los himnos y las marchas. Aquella respuesta, con sus lecturas incluidas, puede ayudar a comprender la personalidad del ex gobernante cubano. Primero, su visión personal, cuando se examina frente al espejo, tiende a buscar lo insólito para hacer la diferencia con el resto de los humanos. Y segundo, quien gusta de escuchar himnos o cosas parecidas, vive en constante solemnidad y no hay nada más lejos de la alegría que un ceremonial todos los días. De bailar ni se diga. Castro nunca bailaría un son. La única vez que vimos mover su cuerpo fue para impulsarse hacia arriba, como el cohete Soyuz soviético, al pedido de Roberto Robaina cuando gritaba a más no poder: el que no salte es yanqui.


Joseph Stalin, gustaba del ballet y la ópera para liberar la soledad de su poder, eso dicen. Sin embargo, se divertía más enviando presos a Siberia o fusilando a los supuestos enemigos del pueblo que aplaudiendo una puesta en escena en el teatro Bolshoi. De Lenin nos contaron que tenía el cerebro duro como una roca por meterse cuando libro sin sentido encontrara en el camino. Che Guevara, con su aspecto de ángel y alma criminal no se sabía ni un tango. Daniel Ortega suena peor que Israel Lanuza y Evo Morales, quien asegura tener un gran problema, no le gusta leer.


Es verdad, muchos políticos zurdos son aburridos, hieráticos y (atravesao). Los hay tan, pero tan amargados que llevan su amargura a tal extremo que terminan amargándole la vida a los demás. Fidel Castro se alista en ese grupo. Siempre estaba en todas las broncas o bregando con ella. Cuando no lo tenían en cuenta se enfurecía como una fiera salvaje respondiendo al enemigo con un discurso largo, largo, pero tan largo, que el mismo dejaba de escucharse.


La vida no es un carnaval, con el mayor respeto a Celia Cruz, y mucho menos el réquiem simplista de las formas. Cuando las imágenes del flamante presidente argentino, Mauricio Macri, se hacen virales con un baile a su manera y su vicepresidente cantando ante miles de personas, nadie se resiste a creer que el poder debe ser tomado como un funeral. Trasmitir alegría desde el gobierno da seguridad al ciudadano y cercanía con el que dirige el país. Los líderes modernos construyen su poder desde el pueblo haciéndose parte de su realidad. Así impresiona el presidente de Argentina.
 

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