Moral, economía y desigualdad
Alejandro A. Tagliavini
Senior Advisor, The Cedar Portfolio. Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland (California). Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
Ser o no ser… una persona… con todos
los imperativos morales que eso supone. Ahora, esa exigencia moral no es solo por
volver a los principios tradicionales, sino para la eficiencia. Es que es falsa
la disyuntiva de creer que algo puede “ser económico” y no necesariamente
moral.
Para autores como Ludwig von Mises,
la econometría no sería una ciencia sino un vano intento por encasillar el comportamiento
humano -del mercado- en “matrices matemáticas”. Si quitamos la econometría,
quizás tengan razón quienes argumentan que la economía no es una ciencia sino
un derivado de la moral. De hecho, tanto Adam Smith como la Escuela de
Salamanca -considerada por Joseph Schumpeter como la verdadera fundadora de la
economía moderna- eran en realidad moralistas (Francisco de Vitoria 1483-1546,
Domingo de Soto, Martín de Azpilcueta, Tomás de Mercado,etc.)que estudiaron el
comportamiento de las personas en el mercado.
Como sea, es imposible que la ciencia
pueda ir por camino separado al de la moral por cuanto ésta es la adecuación
del hombre a la naturaleza de las cosas. El cosmos tiene un orden –el globo
gira a velocidad regular, el sol sale todos los días, etc.- y las normas
morales son las que el hombre debe seguir para adaptarse a ese orden, para ser
eficiente.
La profesora de la Universidad de
Tulane, Nora Lustig, asegura que en más de la mitad de los países el
coeficiente de Gini —que asigna el valor cero a la igualdad absoluta y 100 a la
desigualdad— se redujo levemente entre 2000 y 2010. El ascenso económico de
China, India y otros países emergentes, ensanchando la clase media, produjo una
disminución a nivel mundial. Incluyendo casi todos los de América Latina aun
cuando los niveles de desigualdad siguen siendo mucho más altos que los de EE.UU.
y Europa.
Según Lustig, el gasto social
explica parte de esta reducción y los estados débiles de la región no habrían levantado
sistemas de redistribución fiscal de gran escala como en los países ricos. Francamente
incoherente, desde que no parece que China tenga mucha “redistribución fiscal”.
Pero al menos reconoce que al 40% de los pobres brasileños los impuestos los empobrecen
aún más.
Las políticas “redistributivas” del
Estado -que en rigor distribuyen de abajo para arriba- son contraproducentes, e
inmorales, desde que suponen la utilización del monopolio de la violencia
estatal para imponer impuestos que terminan pagando los pobres porque, finalmente,
son zanjados vía aumentos de precios o baja de salarios.
En el mercado natural, por caso si
repartiendo alimentos en bicicleta gano $ 1.000 al mes, con gusto pago $ 200
mensuales para comprar un camioncito y aumentar el reparto, ganar $ 1400, destinar
200 para pagar el vehículo y ¡quedarme con $ 200 más que antes! Ahora, si el
gobierno me fuerza a pagar el 50% en impuestos mi ganancia se reducirá, salvo
que aumente precios o baje los salarios de mis empleados, y no compraré el
camioncito porque los 200 más que ganaría irían al gobierno, bajaré las
inversiones.
Dicen que los impuestos vuelven en
rutas para los que tienen autos y asistencialismo estatal para los pobres,
pero, aun así, qué sentido tiene sacarles dinero para luego devolverles lo que
queda después de pasar por la burocracia. Claramente, la mejor política social,
es la más moral, es la de no violentar a las personas y dejarlas que se
desarrollen plenamente.
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