Muchos democratas, pocos republicanos
Ricardo Valenzuela
Los acontecimientos políticos más recientes en América Latina, entre los cuales los más celebrados han sido las victorias de la oposición en Venezuela y Argentina cuando se elevaran frente a los regímenes que alzaron la bandera de un oscuro pasado hundiendo a la región, cortesía del populismo, en los rugientes mares de la miseria, inician ya la segunda etapa del proceso, la del cuestionamiento. Etapa que pienso, dictará el futuro de América Latina durante los siguientes 50 años.
Después de la euforia que siempre acompaña a los vencedores, especialmente en Venezuela se alzan voces en contra de ciertos posicionamientos adoptados por el liderazgo de esa oposición, cuestionando su verdadera intención de provocar el cambio hacia la libertad. En Argentina, sin llegar a los niveles de Chavelandia, también se empiezan a escuchar reclamos dando vida al viejo adagio: "Es la misma gata nada más que revolcada".
En el caso de Venezuela uno de los argumentos que respalda tal reclamo, además de las confusas declaraciones del MUD, es cierta información que ha emergido ubicando a la mayoría de sus líderes como miembros activos de la infame, "Internacional Socialista", incluyendo en el dossier los nombres de Henrique Capriles y Leopoldo López. Ahora nos preguntamos ¿Serán las credenciales que porta María Corina Machado de una verdadera liberal causa de su aislamiento?
Aun con las evidencias tan claras de los estrepitosos fracasos populistas en todas sus versiones (duro, blando, light, tercera vía) y de los cuales uno de los más patéticos ha sido el de su poster boy, Brasil, con una ciega soberbia seguimos insistiendo y dando interminables vueltas como el burro de la noria. En el caso de Argentina, ya hay quienes identifican un gran parecido entre Macri (su nuevo presidente) y aquel Vicente Fox de mucho ruido y pocas nueces. Pero el rincón más triste es Chile, el único país latinoamericano que ha sido capaz de escalar el templo de la prosperidad, y ahora se encuentra bajo asalto por esa ola de nuevos populistas que, con gran efectividad, sirven a todo ese masoquismo colectivo que parece gritar: "Pégame, mátame si quieres no me dejes, no, no me dejes nunca jamás".
¿Por qué en América Latina no podemos encontrar esa ruta de la prosperidad?
Hace ya casi 20 años en una comida con Bob Bartley, ex editor del Wall Street Journal, me comentaba: "Todo mundo piensa que el gran Apocalipsis del mundo será provocado por una guerra nuclear o algo por el estilo". Hace una pausa y continua: "Pero yo estoy convencido que ese infierno abrazará a la humanidad cuando se hayan agotado todas las destructivas acciones del populismo, que nos habrán conducido a un mundo primitivo de hambre, enfermedades, odios, guerras, esclavitud. En estos momentos hay un proceso en marcha, especialmente en el medio oriente, de peligrosas fusiones entre populismo-socialismo con religión, y es cuando nos asomaremos al infierno".
Y es que en América Latina por cada amante de la libertad, hay miles y miles de populistas. Por cada Ricardo López Murphy en Argentina, hay miles y miles de Kirchners. Por cado Rolf Luders en Chile, hay miles y miles de Bachelets. Por cada Enrique Ghersi en Perú, hay miles y miles de senderos luminosos. Por cada Roberto Salinas en México, hay miles y miles de Pejelagartos. En Guatemala tenemos a un Giancarlo Ibarguen pero no está solo, lo acompaña en su jornada la universidad Francisco Marroquín, capullo de futuros liberales. Pero ante miles y miles de populistas me pregunto ¿No sería esto la inspiración de Facundo Cabral cuando expusiera su pavor a los pendejos. "Porque son muchos" gritaba. "Son tantos que eligen presidente. Son tantos que eligen un pendejo como presidente. Pero hay clases, tenemos al pendejo optimista que cree no ser pendejo. El pendejo pesimista que piensa es el único pendejo".
La gente alrededor del mundo ha ignorado la historia. No quieren saber de los difuntos y su paso por el mundo. Es por ello que los fracasos se repiten. Alguien con un conocimiento básico de historia, sabría de las advertencias de los padres fundadores al pueblo de EEUU. Estarían enterados de la forma tan sabia en que Jefferson predijo las guerras mundiales pidiendo no se participara, so pena de perder gran parte de su libertad. Sabrían también como Benjamín Franklin advirtió a los nuevos americanos de los peligros de la democracia desbordada, para luego convertirse en la tiranía de las masas. Igualmente conocerían las palabras de Simón Bolívar en su lecho de muerte: "Aquí termina mi vida, una vida dedicada a lograr la libertad de estos pueblos, pero al final de ella, siento que estuve arando en el mar".
A través de la historia se podrían transportar a la Filadelfia de principios del siglo XIX cuando, al caminar por sus calles, Franklin fue interceptado por un grupo de ciudadanos exigiendo les explicara qué clase de gobierno les estaban heredando bajo la recién aprobada constitución. Franklin sin titubear responde: "Una república, a ver cuánto les dura". No era una democracia, a la cual Franklin era alérgico. Era una república bajo el mandato de la ley, no de las masas.
Una república comercial y en libertad, sin iglesias ni militares poderosos y al acecho. Una república sin realeza ni aristocracia, pero con muchos comerciantes. Una república donde no se concentrara el poder, de libre comercio con todo el mundo. Una república con un gobierno limitado a proteger vida, libertad y propiedad de los ciudadanos, con mercados libres para evitar los monopolios de la era feudal. Con una constitución que protegiera al ciudadano del gobierno, no viceversa. Con una estructura legal basada en la Commun Law de Inglaterra. Una república en la cual los ciudadanos tuvieran el derecho para poseer armas, no para disparar a los venados, sino para disparar al gobierno cuando cayera en manos de tiranos. Una nueva nación con impuestos casi inexistentes cuyo gobierno fuera financiado solo con las cuotas de importaciones-exportaciones. Con monedas privadas en competencia y respaldadas con oro.
Pero esas noticias nunca llegarían a nuestra América Latina y escogíamos un rumbo diferente. La senda sobre la cual se ha sembrado el populismo y que tanto criticara el bolivariano más grande, Simón Bolívar, al condenar la región cuando aconsejaba emigrar a EEUU.
A más de 200 años ¿qué ha sucedido? Los gobiernos del mundo han luchado para coartar la libertad en donde ha existido. Han luchado y siguen luchando para mantener sociedades reprimidas y engañadas, donde nunca ha existido esa libertad. Esa es la batalla frente a nosotros y solamente cuando entendamos que, de las muchas fuerzas que eventualmente podrán constituir gobiernos éticos y eficientes, la más poderosa será un renovado entendimiento de que solamente la libertad permite que los seres humanos gocen de vidas plenas, con significado y como afirmara Emerson, dejando a la posteridad una sociedad un poco más redimida.
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