Medidas a medias, malas medidas
Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
Gran parte de la población de nuestra
Argentina, luego de las elecciones del añopasado, recibió con esperanzas el
cambio en la conducción del ejecutivo.
El principal factor que aunó a los votantes
de Macri (los votantes propios y los prestados) fue el hartazgo y el rechazo a
una forma de conducción, arrogante, confrontativa y arbitraria de la anterior
presidente.
En ese aspecto, el nuevo primer mandatario,
supo diferenciarse (aunque con algunos yerros) y mostrar una conducta
conciliadora, humilde y de diálogo. La
reunión del presidente con los gobernadores y con los candidatos de todas las
fuerzas políticas es una clara muestra de esta metamorfosis del ejecutivo.
Es innegable que este cambio de actitud era
no solo deseable, sino necesario. El
mundo está encaminándose (no tan rápido como uno quisiese) hacia una nueva
visión competitiva de la vida, en la que, paradójicamente, la cooperación es su
principal herramienta y la política no escapa a ello.
Este comportamiento cordial del presidente,
ha despertado la simpatía de gran parte de la población;hecho que recuerda (salvando
la distancia y las diferencias) los sentimientos que evocan la figura de otro
presidente, Arturo Illia.
Pero esto no es suficiente. En un país como el nuestro, personalista y tan
poco republicano, no alcanza con ser un presidente bueno, es necesario ser un buen
presidente. Para ello, aún hay
varias cosas que corregir y muchas de ellas implican medidas muy poco
simpáticas o políticamente incorrectas:
# Justicia:
“La justicia lenta no es justicia”. Esto, junto a la impunidad de los corruptos y
de los delincuentes, debe resolverse si queremos que el poder judicial vuelva a
ser la reserva moral de la patria. Por
desgracia, creo que nuestra triste realidad la podemos sintetizar en estas dos
frases: “Desgraciada la generación cuyos
jueces merecen ser juzgados” de El Talmud y “Piedad al culpable es traición al inocente” de Ayn Rand.
#
Deficit: Si gano 100 no puedo gastar 110. Esta regla, tan clara y lógica, que aplicamos
en nuestros hogares, es igualmente válida para un gobierno. “Ningún
almuerzo es gratis” decía Schumpeter, todo lo que el estadogasta de más, lo
pagamos todos y cada uno de nosotros
con más impuestos y más inflación, así de simple.
#
Trabajo: El gobierno tiene que favorecer la creación
de nuevas fuentes de trabajo (como les gusta decir a los políticos), ¿y cómo
debe hacerlo?, muy fácil, ¡dejando de molestar!
Hay que simplificar las trabas burocráticas para crear emprendimientos,
dejar de castigar con impuestos confiscatorios al que es exitoso en su trabajo
y bajar las cargas laborales, no es posible que ofrecerle un trabajo a alguien
sea un castigo para el empleador, así nunca terminaremos con el trabajo en
negro.
#
Educación: No hay forma de que seamos competitivos si
no nos preparamos bien. La educación
debe ser inclusiva,pero inclusivo no quiere deciraprobar a todos sin importar
si saben o no, significadarle a todos, la oportunidad de estudiar. La educación debe ser exigente, las escuelas
deben ser un ámbito de superación, no de contención.
# Lo
más importante: Debemos recuperar la cultura del mérito, esa que
perdimos al justificar la necesidad.
Debemos terminar con este Cambalache
en el que vivimos. Todos los puntos
anteriores y muchos otros se sintetizan en esto, recuperar
la cultura del mérito.
Por ahora, nuestro presidente no ha tomado
medidas de fondo con respecto a estos temas vitales. Nuestra idea (errónea a mi parecer) de que se
puede tomar lo “bueno del liberalismo”
y lo “bueno del socialismo” y hacer
un cocktail con ello, nos ha llevado a casi 100 años de decadencia.
Hemos dejado que “los vivos” se aprovechen de
los que producen,alimentando su sentimiento de culpa y repitiendo conceptos
desvirtuados como el de la solidaridad; hasta llegar al punto en el que pensar
en el propio bien y en el de los suyos, es casi un pecado.
Es tiempo de definiciones, debemos decidir si
vamos a seguir los pasos de los países fracasados como Grecia o Venezuela, o si
vamos a elegir el camino exitoso de Alemania o Chile. Así de simple.
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