Volver al fondo para salir del fondo

Matías Luraschi
Investigador, Centro de estudios LIBRE.
La batalla parece
haber llegado a su fin. El agónico transcurso de la Argentina en el conflicto
legal con los houldouts, conocidos popularmente como “fondos buitre”, se
encontraría en la recta final. Es increíble pensar que tan solo cuatro meses atrás
las banderas del Estado nacional suponían la antinomia “Patria o Buitres”.
Obviamente esto sonaría increíble, si no estuviéramos hablando de Argentina. Un país tan grande como impredecible.
El ministro de Hacienda
y Finanzas, Alfonso Prat Gay, aseguró la semana pasada que la demanda por la
nueva emisión de bonos argentinos sería del doble de lo que el país necesita
para saldar su deuda y salir finalmente del default. El mercado estaría
dispuesto a prestarle a la Argentina la friolera suma de 30 mil millones de
dólares, lo que significa, números más, números menos, la totalidad de las
reservas que posee el BCRA en la actualidad después del desmanejo kirchnerista
que ya conocemos.
Sin embargo, el
interés del mercados en tomar deuda argentina no es producto ni de la bondad ni
de un cambio de paradigma en las finanzas internacionales; por el contrario,
este sigue operando de la misma manera como lo hacía durante el gobierno
kirchnerista y la cosmovisión sobre la Argentina —a pesar de haber mejorado por tener ahora un gobierno más
“market friendly”— no se ha alterado sustancialmente. Así las cosas, los
mercados internacionales ven ahora la oportunidad de prestarle dinero a un estado
—mínimamente
más confiable— no sin obtener a cambio jugosos réditos. Es que, la impredictibilidad
y la incertidumbre tanto política como económica reinante en la Argentina
durante gran parte del último siglo, tienen un alto costo y éste se ve
reflejado en las elevadas tasas de interés que deberemos pagar.
No es novedad que Argentina
tiene serios problemas económicos que fueron ocultados durante años por la
administración kirchnerista. Uno de ellos es el déficit fiscal. A lo largo de
12 años de gobierno K, se pasó de una situación de superávit a déficit. ¿Qué
significa esto? Durante parte del Néstor Kirchner la recaudación impositiva era
mayor al gasto del gobierno, existía un presupuesto equilibrado y, sin embargo,
con el paso de los años el gasto y el tamaño del Estado aumentaron en
proporciones mucho mayores a lo que cualquier suba en la recaudación impositiva
podía soportar, generándose así un déficit fiscal que según diferentes
consultoras fue superior al 7% del PBI
en 2015. Uno de los más grandes de de nuestra historia.
Un claro ejemplo de
la materialización del modelo de Estado megalómano kirchnerista fue la
ampliación de en torno al 100% de la planta de trabajadores estatales, pasando
de dos a cuatro millones en tan solo 12 años. Para cuantificar la magnitud de
ese aumento de empleados supongamos que si la población argentina de
aproximadamente 37 millones de personas en 2003, hubiera crecido en las mismas
proporciones a la masa de trabajadores estatales, hoy debería rozar los 75
millones de habitantes.
Así las cosas, hay
algo que los argentinos se niegan o no pueden entender, y esto supone que el
nivel de gasto actual, incluso con el “ajuste” propiciado por la administración
macrista, es completamente insostenible y transforma al Estado en inviable. Al
recaudarse menos de lo que se gasta se crea un agujero fiscal que debe ser
llenado de alguna forma. Existen básicamente dos formas de cubrir un bache
fiscal y éstas son emisión monetaria o endeudamiento.
El problema que
existe al financiar un Estado con emisión monetaria es que la misma genera
inflación, la cual propicia la incertidumbre, la especulación y ahuyenta capitales
que se dirigen a mercados más estables, reduciendo a la postre la inversión,
que es fuente genuina de empleo y crecimiento económico. Dicho esto, y dado que
una de las promesas de Macri durante su campaña fue eliminar la inflación, si
quiere hacerlo no puede hacer uso indiscriminado de una política monetaria
expansiva como sí lo hizo la administración anterior, y por ende deberá endeudarse
para cubrir el rojo fiscal: es aquí donde el FMI puede tomar lugar.
El Fondo Monetario Internacional
ofrece tasas de interés muy por debajo de las de mercado. Actualmente éstas
representan alrededor de una octava parte de las tasas que el gobierno deberá
pagar con la nueva emisión de bonos. El coste económico, de ser financiado por
el fondo, supone una exigua parte de lo que correspondería hacerlo en un
mercado de capitales. Sin embargo, el costo político es demasiado alto, ya que
este organismo es asociado al “neoliberalismo”, a las “recetas de ajuste
económico”, a los años 90 y a la posterior crisis económica del año 2001.
Empero, dado que la
administración nacional tiene una necesidad imperiosa de financiamiento y
debido al contexto en el que se encuentra inmersa la Argentina, será imposible
conseguir una tasa de interés menor a la que otorgue el FMI. Un préstamo del Fondo
podría permitir paliar el rojo fiscal mientras se realizan gradualmente las
correcciones macroeconómicas necesarias para que el país vuelva a ponerse en la
senda del crecimiento, logrando así que el sufrimiento del pueblo, valga decir,
el costo social, sea minimizado al máximo. El obstáculo principal de Cambiemos
será sin lugar a dudas ideológico. ¿Podrá Macri y su equipo aprovechar la
oportunidad de conseguir financiamiento barato o se verá obligado a pagar tasas
más altas para lograr el mismo objetivo?
Comoquiera que sea,
algo que deberá evitar a toda costa el gobierno en caso de conseguir este
financiamiento barato es repetir los errores que una y otra vez han tenido
lugar en el pasado. Este no debe mirar las bajas tasas de interés como la
panacea de todos los males argentinos, sino como una gran oportunidad para
solucionar los desequilibrios fiscales, ordenar las finanzas públicas,
devolverle al Estado un tamaño proporcional a sus necesidades y cambiar el
paradigma productivo del país. Será ésta la oportunidad de la Argentina para
fomentar la innovación, la competencia, el espíritu emprendedor y la producción
eficiente de acuerdo a nuestras capacidades y recursos.
Así las cosas,
dejando de lado la ideología y con nada más que sentido común, los argentinos
debemos volver al Fondo para salir del fondo, entendiendo a este último tanto como
el organismo de crédito, como de la decadencia económica en
la que el país se encuentra inmerso desde hace ya más de 70 años. La oportunidad es única, personalmente,
espero la sepamos aprovechar.
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