La envidia social
Gabriel Boragina

Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas. Egresado de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas). Autor de numerosos libros, entre ellos: La credulidad, La democracia, Socialismo y Capitalismo, La teoría del mito social, Apuntes sobre filosofía política y económica, etc. como sus obras más vendidas.



El discurso respecto de la "creciente desigualdad social", es un problema que preocupa a pensadores, y también a la gente común desde muchísimo tiempo atrás. Por lo que será interesante hacer un somero análisis de los elementos que lo constituyen.
Entre los numerosos factores que influyen en el fenómeno por el cual se reclama una mayor igualdad social será de interés en esta oportunidad tratar algunos de los más importantes a nuestro juicio. Si rastreamos en la historia, podremos encontrar que conjuntos sociales fueron objeto de envidia por sus logros, a pesar de la gran contribución al progreso que dichos grupos representaron en el devenir histórico:
 "Paul Johnson en su Historia de los judíos señala que “Ciertamente, en Europa los judíos representaron un papel importante en la era del oscurantismo […] En muchos aspectos, los judíos fueron el único nexo real entre las ciudades de la antigüedad romana y las nacientes comunas urbanas de principios de la Edad Media; […] La antigua religión israelita siempre había dado un fuerte impulso al trabajo esforzado […] Exigía que los aptos y los capaces se mostrasen industriosos y fecundos, entre otras cosas, porque así podían afrontar sus obligaciones filantrópicas. El enfoque intelectual se orientaba en la misma dirección”. Todos los logros de los judíos en las más diversas esferas han producido y siguen produciendo envidia y rencor entre sujetos acomplejados y taimados."[1]
Pero hay que destacar que el sentimiento de envidia no solamente existe respecto de los judíos, sino que está fuertemente extendido a nivel mundial, en virtud de haberse potenciado a partir de la arenga marxista, el que en sus fundamentos básicos, ha sido aceptado por una amplia mayoría de personas. De allí que, la condena a la desigual distribución de la riqueza sea constante en prácticamente todos los ámbitos, desde el familiar, social, pasando por el escolar, universitario, hasta terminar en los medios de comunicación masivos, para no decir nada de la enorme cantidad de obras literarias y científicas que se ocupan del tema. Entre los economistas del mainstream es casi un dogma que la meta a lograr a como sea, ha de ser la igualación social, lo que -en distintos términos- no significa otra cosa que la más completa igualdad económica. Lo que se conseguiría igualando ingresos:
"... el delta o el diferencial de ingresos es simplemente lo que el público consumidor decide a través del plebiscito diario del mercado con sus compras y abstenciones de comprar. Es del todo contraproducente que los políticos prefieran la situación donde el diferencial sea menor con ingresos también menores para todos respecto a la situación en la que el delta es más grande pero los ingresos de todos resultan mayores. La envidia y la demagogia empujan a la primera de las situaciones descriptas en perjuicio de todos, especialmente de los más necesitados. Lo importante es que el promedio ponderado se eleve."[2]
Desde otro ángulo, un fenómeno digno de mención es la vinculación entre la corrupción política, la moral social y la envidia. En tal sentido, el componente más importante que determina el voto a candidatos corruptos es uno que muy pocas veces se alude. Y es el principio moral de la sociedad. La corrupción aparece cuando la moral se relaja, como sucede en muchos países del mundo, lamentablemente. Cuando el electorado percibe que puede obtener ventajas de un político corrupto en función de -precisamente- su condición de corrupto, entonces su voto estará asegurado. En una sociedad virtuosa ocurrirá todo lo contrario. A su turno, existen sistemas socio-políticos que se encargan de corromper los valores morales, entre los cuales destaca por antonomasia el socialismo, con su prédica basada en la envidia y la hipocresía en no pocos casos. Esto socava los valores morales, implanta un relativismo moral y ético y deja las puertas abiertas a la más rampante de las corrupciones. Estoy convencido que este es el constituyente dominante. Es por esta razón que, existe un vínculo muy fuerte entre corrupción política y anticapitalismo.
Y eso ocurre porque la base del anticapitalismo es moral (o habría que decir mejor, antimoral). Los anticapitalistas lo son porque están alimentados por la envidia y el resentimiento hacia los exitosos, hacia los talentosos, contra el que sobresale en algo, lo que sea, no importa. En definitiva, este es el sofisma que destilan sus escritos y sus libros. Note el lector que es una constante en ellos. El primero de todos quizás, el que inició esta cruzada sistemática de envidia y resentimiento fue el padre intelectual de todos ellos, el mismísimo K. Marx. Luego lo siguió el no menos nefasto Keynes, quien bajo el *inocente* pretexto de querer *salvar* al capitalismo, intentó destruirlo.
"Por sugerencia de un ex alumno del doctorado de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires que me envió el tape, acabo de escuchar una conferencia de Miguel Ángel Cornejo trasmitida desde Lima en el Estadio Nacional del Perú (ahora veo que hay varias de su autoría en Youtube). En estas líneas quiero mencionar uno de los ejes centrales de aquella presentación que estriba en su vehemente preocupación de que en nuestro continente latinoamericano en general se ha insistido hasta el cansancio que es una virtud el ser pobre y que constituye un galardón el sufrimiento. El orador dice que de este modo no vamos a ningún lado ya que esa actitud conduce al estancamiento cuando no al retroceso. Expresa Cornejo que se necesita una visión radicalmente distinta para progresar, cual es la admiración a los exitosos que han logrado sus sueños en base a procedimientos legítimos, cualquiera sea el ámbito de su acción. Decimos nosotros que, además del sano consejo de la emulación, se estimulan las tasas de capitalización (no la sandez del “efecto derrame”). Sostuvo con razón el orador que el lamento, la victimización, la envidia y el reclamo para que el fruto del trabajo de otros se destine coactivamente a paliar problemas son características destinadas a perpetuar el fracaso."[3]

[1] Alberto Benegas Lynch (h). LA LLAMADA “CLASE SOCIAL” Y LA IDEA DE “RAZA”. Fuente: http://bit.ly/benegaslynch
[2] Alberto Benegas Lynch (h) "CONCENTRACIÓN DE RIQUEZA". Fuente : http://bit.ly/benegaslynch1
 
[3] Alberto Benegas Lynch (h) "La fantasía del efecto derrame". Fuente : http://bit.ly/benegaslynch3
 

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