Entre impeachments te veas…

César Yegres Guarache
Economista. MSc en Finanzas. Profesor universitario. Director Ejecutivo
de la Cámara de Comercio de Cumaná. Mención especial, Concurso Internacional de
Ensayos: Juan Bautista Alberdi: Ideas en Acción. A 200 Años de su Nacimiento
(1810-2010), organizado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
@YegresGuarache / cyegres@udo.edu.ve
El proceso contra la Presidenta de
Brasil Dilma Rousseff avanza aparentemente sin pausa, aun con toda la
resistencia que ella está dispuesta a ejercer para defender, no sólo su
reputación personal y la de su mentor Lula Da Silva, sino la de todo un modelo
de gobierno, ya conocido por todos. Las apuestas acerca de los resultados no se
han hecho esperar y desde distintas partes del mundo se alzan voces a favor y
en contra de la mandataria, cada una tratando de hacerse escuchar con más
fuerza, como si de eso dependiera “tener la razón en el debate” o representar la
“justicia”.
Desde la distancia, carezco de
argumentos suficientes para apoyar o condenar a Rousseff, y tampoco es mi
intención hacerlo. Pero considero que lo importante en estos casos es tratar de
dejar las preferencias a un lado, con todo lo difícil que pueda ser, y tratar
de preguntarse objetivamente: ¿cuál es la calidad institucional del país que
será escenario de un juicio político? ¿Hay una real independencia entre las
diferentes ramas del Poder Público, como para garantizar unas mínimas
condiciones de justicia y apego a la Ley antes, durante y después de un proceso
como ese?
Porque de nada vale sustituir a un
mandatario, y a todo su equipo de gobierno, por su condición de corruptos para
que sus cargos sean ocupados por otros pecadores. O llevar a cabo un proceso
como ese por razones que no lo ameriten. O peor aún, convertir el impeachment en
instrumento de uso regular contra el adversario político. Errores así se han
cometido varias veces en América Latina y el denominador
común ha sido la debilidad de las instituciones. El desarrollo de juicios políticos
en estas circunstancias, aun cuando hayan logrado en su mayoría su propósito
básico de destronar al Presidente, ha sentado pésimos precedentes y hasta se ha
volcado en contra de sus promotores originales. El caso del venezolano Carlos
Andrés Pérez en 1993 cabe perfectamente como ejemplo.
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