¿La tercera hermandad?
Ricardo Valenzuela


Hace algunos años, el Wall Street Journal publicó un intrigante artículo de Bob Bartley ignorado por la mayoría de los  intelectuales del mundo, cuyo contenido enviaba un explosivo mensaje. Con ese estilo que lo distinguió, Bartley narraba cómo, desde el Siglo XIX,  el mundo ha sido controlado por lo que describe como, La hermandad. La primera de ellas formada por los grandes capitanes de la Revolución Industrial: Edison, Morgan, Rockefeller, Carnegie y Cia mismos que frontalmente chocaron con el primer Presidente Roosevelt—Teodoro, al que bautizaran como el bully boy.
 
Ante los debilitados barones y la Gran Depresión, una nueva hermandad emergía con el socialismo del New Deal, cortesía del segundo de los presidentes Roosevelt—F.D. Desde el final de la segunda guerra mundial y ante el altar de Keynes, este nuevo poder ha controlado el mundo refugiados en los subterráneos del Council of Foreign Relations. Reagan había hecho un intento para su demolición y proceder a edificar el tercero, más acorde al fenómeno del que tanto se habla y nadie entiende; la globalización. Pero las siguientes administraciones le daban marcha atrás y Obama ha tratado de darle el tiro de gracia.
 
Al mismo tiempo caía en mis manos un artículo producido por un novel escritor español, narrando su participación en un congreso celebrado en la ciudad de México en 1994, el mismo día del asesinato de Colosio. Explicaba este joven empresario, la grave problemática que España tuvo que enfrentar al trepar al tren de ese nuevo mundo de la globalización, participando en el Mercado Común Europeo. Describía el valor de los españoles ante la pérdida de empleos, quiebras masivas de empresas, y una dolorosa crisis del campo que lo postraba en agonía.
Pero aun ungidos de ese valor, acudían al socialismo como la poción mágica que resolvería los problemas en ese mundo desconocido. Felipe González era electo como Presidente de Iberia. El joven Presidente iniciaba una transformación que lo ubicaría en la historia al lado de Tony Blair, como socialistas reformados y simpatizantes de los mercados. España luego de sacudirse la cruda del mercantilismo, consolidaba su democracia y se sumaba a los países desarrollados alcanzando ingresos per cápita de casi 5 veces el de México. 
 
Narra nuestro anfitrión, cómo Margaret Thatcher clausuraba el evento con un discurso tremendamente crítico de la grave problemática de México, y esgrimía una grave sentencia: “por la ruta que sigue México, la democracia se vuelve impracticable, y la prosperidad y libertad inalcanzables”. Pero los mexicanos presentes no entendieron tan valioso mensaje. Años después, ha resultado muy certero.
 
Salinas hizo lo que debía, decía el joven español: enganchar la economía mexicana al carro potentísimo de la norteamericana con el Tratado de Libre Comercio. Los efectos fueron beneficiosos ya que México jugaba con la ventaja de su mano de obra abundante y barata. USA había descubierto al sur del Río Grande los factores asiáticos de su producción sin los costos de un Océano Pacífico entremedio. Pero la globalización ha destruido tales ventajas, o gran parte de las mismas. Y sin habernos preparado, México ha perdido un buen porcentaje de su industria "maquiladora" reubicada en China, y otras actividades por igual.
 
Vicente Fox aburrido, atestiguó cómo el PRI, el PAN y todas las fuerzas políticas, fueron incapaces de alcanzar el mínimo consenso para lograr las imprescindibles reformas económicas y políticas tan urgentes. Los partidos simplemente boicotearon a Fox y su gabinete circulaba como manada sin caponera. La vieja guardia del PRI, de nuevo al timón del buque, persiste en su cultura de la corrupción y del poder al precio que sea, aunque suponga la ruina de la nación en uno de los momentos más críticos de la economía mundial, con una globalización que desestabiliza a los países pasivos, favoreciendo a los creativos y competitivos.
 
Finalmente, este joven afirmaba: “El gran problema radica en que los líderes latinoamericanos ya no hallarán en el liberalismo su fórmula mágica, entre otras razones, porque han llegado ‘demasiado tarde’. La globalización arrasa con todo y, a destiempo, su única arma tal vez está en permanecer en la línea de los bajos costos productivos”. He ahí la respuesta a la gran interrogante; hemos llegado tarde mientras subimos el tono de nuestras quejas y reclamos. Tuvimos años para prepararnos y aprovechar las oportunidades, pero nos agazapamos esperando el milagro de nuestros políticos ignorando nuestra responsabilidad.
 
Ante este panorama desconocido para los profesionales de la política, observan en pánico la avenida de Donald Trump. Pero ¿Cuál ha sido el secreto de este hombre? Arremeter en contra de la segunda hermandad y su oferta para desactivarla. La deuda del país ha llegado a niveles trágicos y Trump ofrece soluciones creativas para resolverla, como la venta de activos federales improductivos. Emergen sorpresas desagradables luego de una revisión de los tratados comerciales de EU, que fueran estructurados por esas elites de la segunda hermandad, a su conveniencia. Se dan a conocer las listas de sus asesores económicos que la forman una constelación de brillantes libertarios.
 
Ante un Trump amansado y bien peinado, a los analistas profesionales ya no les parece tan burdo, tan vulgar y empiezan a pensar que la tercera hermandad emerge para derrumbar los cimientos arenosos sobre los cuales se han edificado las relaciones globales, cortesía del CFR, durante los últimos 70 años. Una nueva hermandad con el poder desparramado e instituciones confiables. Esto implica el abandono de la cortesía diplomática eliminando plagas mundiales como los movimientos islámicos extremistas, neutralizar potencias nucleares chantajeado, economías artificiales siempre listas para la banca rota, y ser rescatadas de ese interminable universo de su ineptitud y corrupción.
 
Hace muchos años Hayek nos previno contra el comunismo en su magna obra “La Ruta Hacia la servidumbre.” Después Mises haría lo mismo contra lo que él llamó el “Intervencionismo”, la moda emergente del keynesianismo. Ambos fueron profetas sin auditorios y ahora vienen los “ha malayas.”  La potente voz de Margaret Thatcher nos dibujó el futuro de México, que ya se ha hecho presente. Pero seguimos con oídos sordos esperando que en unos años nos retumbe ese tétrico reclamo: “No hay nada más doloroso, más horripilante aunque el canto de un búho a la media noche, que el escuchar la frase; te lo dije.”
 
En México el terremoto de 1985 derrumbó las defectuosas estructuras de una ciudad entera. Puso en evidencia la debilidad de sus cimientos, la corrupción de sus autoridades, la ineptitud de nuestros gobiernos. Lo mismo sucede hoy con nuestras estructuras económicas, políticas y sociales. Con, sin, o a pesar de nuestros “políticos liberadores,” el proceso continuará y los mexicanos tenemos la palabra para apuntar el rumbo.
 
 

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