Cambiemos, ¿cambiamos?
Malú Kikuchi
Periodista. Conductora de "Cuento Chino" y "La Dama y el Bárbaro", radio El Mundo. Premio a la Libertad 2013, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
El kirchnerismo asoló al país como lo hubiera hecha un
salvaje ejército de ocupación. Destruyeron la infraestructura argentina y la
corrupción permeó la sociedad. Aún no se tiene
idea cabal del desastre físico y,
lo más grave, del derrumbe ético de la nación.
Un pueblo asqueado, a fines del 2015, optó por otro tipo
de gobierno. Un gobierno que prometió sanear la economía, ser transparente en
todos sus actos, no mentir, contarle a la sociedad qué hacía y por qué lo hacía
y, sobre todo, ser ético.
Argentina, aunque parezca increíble, tiene una ley de
Ética en la Función Pública N° 25.188, sancionada el 29/9/1999 y promulgada el
26/10/1999. La ley existe y está vigente. Como siempre en Argentina, la
pregunta válida es: ¿se cumple? No, no se cumple.
La ley en su artículo 5° dice: “En el caso de que al
momento de su designación el funcionario (…)
para asumir el cargo debe: Abstenerse de tomar intervención, durante su gestión, en cuestiones
particularmente relacionadas con las personas o asuntos a los cuales estuvo
vinculado en los últimos TRES (3) años o tenga participación societaria”.
El ingeniero Juan José Aranguren, entró a trabajar como
pasante a Shell Argentina en 1979. Después de una brillante carrera en la
empresa, se retiró como presidente de la mima, antes de asumir como ministro de
Energía y Minería de la Nación, el 10/12/2015.
¿Dónde quedaron los tres años de distancia entre la
presidencia de Shell y el ministerio de energía? La ley no se cumplió, de hecho
no se está cumpliendo. Según la declaración jurada del ministro, posee $16
millones en acciones de Shell INTERNACIONAL, NO DE Shell Argentina. ¿Y? No piensa venderlas.
Está en su derecho, pero no está a derecho. Su cargo
público no le permite acordar con Shell, y la empresa en estos días ha ganado
varias licitaciones. Probablemente ganadas honestamente, pero la duda subsiste.
Las disculpas son que Aranguren no firma, los que firman
los acuerdos son el subsecretario de recursos hidrocarburíferos José Luis
Sureda o el subsecretario de coordinación administrativa Sebastián Sheimberg.
Subalternos del ministro ¿?
Más explicaciones: si el acuerdo beneficia demasiado a
Shell, el tema pasa a jefatura de gabinete. Marcos Peña, ¿lo firma? Es una
buena pregunta. De todos modos los funcionarios aseguran que todo es correcto y
que no se incumple con la ley. ¿La leyeron?
No se insinúa corrupción, pero por lo menos no es
ético. Rudolph Giuliani, el mítico
“major” de Nueva York, el que le devolvió la seguridad a su ciudad, puso en
práctica la teoría de “la ventana rota”. Acto que no se debía permitir, porque
de hacerlo se llegaba a robos, violaciones y asesinatos.
Recordando la política de tolerancia cero, Aranguren no
está a derecho. Subterfugios banales como hacer firmar a sus empleados o
pasarle el problema a Marcos Peña, no disminuyen su responsabilidad sobre un
hecho que puede no ser corrupto, pero que decididamente, no es ético y no se
debe permitir.
Hace pocos meses el pueblo argentino dijo ¡“Cambiemos”! Pero, ¿cambiamos?
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