Yo robo para la corona

Osvaldo Rolleri Aragón
Investigador, especializado en Seguridad. Corresponsal desde España de Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
Esta famosa frase, que se hizo conocida en Argentina por
un ex diputado y ex ministro, hoy multimillonario con empresas de medios y
energía, se puede seguir aplicando actualmente. En los gobiernos
latinoamericanos presidencialistas, la corrupción ha sido la característica que
provocó la disminución del nivel de vida de sus pueblos. Pero esas acciones delictivas
no se llevaron a cabo sólo con una persona. Necesita de sus secuaces.
Cuando el nivel de robo de bienes del estado llega a tal magnitud,
que un funcionario de tercera o cuarta categoría, trata de deshacerse de 9
millones de dólares, termina apoyando los dichos de un arrepentido, que indicó
que en la década Kirchnerista esa familia desfalcó al país por valores
equivalentes a un PBI.
Con el tiempo se descubrirá, lo que muchos sabían (en la
corporación política) y otros sospechábamos, sobre el tremendo latrocinio del
régimen. Ahora sí puede entenderse el sentido de la famosa frase: “Vamos por
todo”.
Los secuaces en estos casos, tienen dos principales
aristas, empresarios para realizar grandes contratos con grandes ‘retornos’, o
pobres desconocidos como choferes, changarines, etc., que en poco tiempo pasan
a ser grandes empresarios, manejando distintos tipos de contratos del estado. Y
la especialidad de todos los gobernantes; El Juego, que por decreto
presidencial se lo otorgan a “su otro yo”. El juego es la forma más sutil de
lavado.
En este sistema perverso, donde el pueblo paga, con su
empobrecimiento, el enriquecimiento descomunal de la corporación política, la
red operativa es igual o superior a la de las mafias, por el control, los
riesgos y las lealtades. Pero siempre la cabeza debe saber hasta el último
detalle (del dinero). De ahí la frase del Sr. Vázquez, segundo del ing. Ricardo
Jaime, con referencia a su jefe: “(Ricardo)
no iba al baño sin pedirle permiso a Kirchner”.
Por lo cual, todos los comentarios periodísticos y
legales que cuestionan si Néstor o Cristina sabían lo que sucedía, están de más,
la respuesta verdadera es contundente: Ellos ordenaban todas las operaciones,
eran los generales al mando. Todos los demás eran los secuaces, operadores que
cumplían las órdenes, y cobraban por su gestión. Siempre fue así, en todos los
países, y en todas las estructuras mafiosas. No hay nada nuevo bajo el sol.
En resumen, luego de la década más corrupta de la
historia Argentina (12 años), si la justicia sigue avanzando, además de los ya
conocidos, surgirán nuevos personajes, que tendrán que decir ante los
tribunales la famosa frase, porque a la postre, es verdad.
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