Confusiones
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


El presidente Macri debe entender que lo único que no tiene es tiempo, de modo que sería interesante que empezara a tener algunos gestos que denoten ser más expeditivo y enérgico en sus decisiones, en el encare de los temas y hasta en su lenguaje corporal.

Puede ser muy cierto que el costado mercenario de Tinelli lo esté llevando a satirizar al presidente como alguien siempre cansado y sin energía, porque desde allí pretenda presionar al gobierno para sacar ventajas para sus negocios personales, sean estos la televisión, el fútbol, la AFA o la superliga. Es posible.

Pero eso no quita que Macri, efectivamente, ha dado pasto a ese personaje porque más de una vez ha trasmitido esa imagen de desgano y de distancia que para nada es compatible con el momento del país.

Es cierto que la Argentina debía salir de los liderazgos mesiánicos, de enfermos por el poder a los que ha estado acostumbrada a los largo de su historia durante muchos más años que los recomendables. Pero también es cierto que el país tiene una idiosincrasia, unas costumbres y que ese núcleo formativo va a ser muy difícil cambiarlo de la noche a la mañana.

Esa cultura nos inclina a buscar refugio en el gobierno y en sus líderes. Lo hacemos siempre y mucho más cuando la mano viene complicada.

El país atraviesa por una tormenta en la que se combinan múltiples factores de zozobra. Todos ellos han sido producidos por el desastroso estado en que los Kirchner dejaron a la Argentina. Eso está fuera de discusión. Pero los hechos son los hechos y llega un punto en que no importan los culpables sino las soluciones y la impronta que se tenga para solucionarlos.

Y es de eso de lo que hablamos aquí. ¿Es cierto, por ejemplo, que en el Ministerio de Producción hay carpetas con presentaciones para inversión en obra pública ya listas, terminadas (no en plan de averiguación, ni para tantear el panorama, sino proyectos decididos y presentados) y que no se les da curso porque no se tiene ni idea de los timbres que hay que tocar para que esa maquinaria se ponga a funcionar?

Porque si es versión es cierta, no va a importar que las personas a cargo de los ministerios sean intachables y que incluso hayan podido ser muy exitosas en el sector privado. Lo que ve a importar es que eso proyectos no se mueven porque nadie sabe cómo hacerlos mover.

¿Es cierto, por ejemplo, que el presidente siendo candidato recibió a un CEO global de una compañía de primera línea internacional y que dio una imagen a sus interlocutores como de alguien no demasiado interesado en el tema, como con cierto desgano y que mencionó sus planes familiares para el caso de que no ganara las elecciones, como si ganar o no ganar no significara demasiada diferencia para él?

¿Es verdad que ya siendo presidente le negó una audiencia a ese mismo CEO, que terminó hablando con un ministro?

Hace poco, en el bicentenario de la Independencia, el presidente emitió un tuit diciendo que no iba a ir al desfile de bandas militares de países amigos en la Cancha de Polo de Palermo porque estaba cansado. No Macri. Usted no puede estar cansado. Ni siquiera puede notársele que está cansado. Usted debe ser una persona briosa, ágil, debe dar el ejemplo de la energía que se 
precisa para capear el temporal que nos acecha.

Es cierto que en las grandes tormentas toda la tripulación debe estar prepara para sortearla. Pero el primero en esa lista debe ser el Capitán. Los pasajeros y el resto del personal deben ver en él al primer confiado, al primer enérgico, al primer decidido.

El presidente no puede darse el lujo de perder el tiempo ni de dar una imagen de decaimiento. Se le está pidiendo un sacrificio muy grande a la gente para eludir los escollos ladinamente dejados por el ladino gobierno de los Kirchner. Macri debe estar a la altura de ese pedido. Él debe ser el primero en trasmitir una imagen de energía que no debe confundirse ni con el grito, ni con la altanería, ni con el autoritarismo a que hemos estado acostumbrados durante tanto tiempo. Es una cuestión de “estampa”: el presidente no solo debe tener el temple para ser presidente sino que debe mostrarlo con un aspecto, con unas formas, con unas actitudes.

La idea de que todo da más o menos lo mismo porque en la vida hay cosas más importantes que ser presidente es una linda frase para el Dalai Lama pero que no coincide con el momento actual de la Argentina.

El país debe sepultar el caudillaje, pero debe hacer nacer la figura de un presidente presente, con porte, con sus cinco sentidos puestos al servicio del país. Y ese nuevo modelo de presidente no solo debe hacerlo sino que debe parecerlo.

Es de la mayor urgencia que los argentinos reciban una imagen de Macri de la que no surja otra conclusión que no sea que el hombre está 100% dedicado a la tarea de reconstruir el desastre. El ablande que la Argentina necesitaba de las figuras de sus presidentes no tiene que ver con esa imagen de fortaleza que toda sociedad necesita de sus líderes (y más en momentos duros) sino con la insoportable soberbia de la ignorancia que caracterizó a muchos de sus presidentes y, en especial, al último gobierno. Ojala que el presidente no confunda esa necesidad con dar una imagen de desinterés y desgano que es lo último que el país precisa en estos momentos.

 

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