Venezuela: ¿camino a la democracia o al totalitarismo?
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
Nos
enteramos, todos los días, de actos propios de delincuentes, realizados por
orden del presidente de Venezuela, Nicolás
Maduro, sobre personas y políticos de la oposición.
La gente
sufre los resultados del populismo que como un enorme glotón se ha comido las
instituciones democráticas dejando, apenas, restos. Es así como los venezolanos
están mal alimentados, debilitados sus cuerpos y a punto de perder las últimas
libertades. Si esto último sobreviene,
serán esclavos de un Estado totalitario.
Henri de
Saint Simón (1760-1825) fue quien lanzó la idea de “planificación central” con lo que dio el primer paso hacia las
diversas variedades de socialismo. Fue así como se creyó que la sociedad era
igual a un organismo , por lo cual podía convertirse en una comunidad
organizada por mandatos.
Los
totalitarismos del siglo XX demostraron el fracaso de esta concepción que llevó
a la existencia de un partido único encargado de observar a las personas y
disminuir al extremo su intimidad. Se destrozó la estructura económica basada
en la propiedad privada y la libre iniciativa y se dirigió la economía por una
planificación central con grados mínimos de libertad, sin estado de derecho,
donde prevaleció la acción prescriptiva,
con escaso margen para las decisiones personales.
Venezuela,
en estos días, esta definiendo su futuro. Todavía queda una oposición que
pretende luchar por regresar al país a un régimen democrático, donde vuelva a
tener fuerza la sociedad civil. Sabe que el Estado solo puede ser controlado
por una opinión pública institucionalizada y por el funcionamiento normal de un
sistema de partidos. Tiene serios problemas para poder lograrlo: el Estado ha
invadido a la sociedad civil reduciendo el papel de los partidos y de la acción
política democrática. Se suma una economía desquiciada donde se distorsionaron
los mecanismos autorreguladores del mercado, generando altos niveles de pobreza
que han bajado los brazos de la gente: se deben preocupar, más que por la
libertad, por un plato de comida.
Sabemos, la
historia lo muestra, que las sociedades autoritarias son inestables. Venezuela
ha derivado en un autoritarismo populista con vocación totalitaria. El modelo
ha sido siempre Cuba.
Solo una
conmoción democrática con líderes que sepan atraer a las masas podría impedir
que Nicolás Maduro y el grupo militar que lo apoya, junto a un grupo de
intelectuales unidos por la misma concepción revolucionaria, lleve al país al totalitarismo. Sería a través de un partido
único e incitando a la participación y consenso de la gente a través de
promesas que vuelvan a crear expectativas favorables.
Cuentan con
los medios de dominación que les da el Estado, como la apropiación de los
medios de comunicación y las fuerzas de seguridad, las cuales pueden actuar
sobre una población desarmada.
Veremos si
logra Maduro su objetivo que se expresa bien en la idea de Mussolini: Todo dentro del Estado, nada fuera de él.
A quienes
observamos el proceso nos queda la esperanza de que parte de la sociedad
venezolana siga conservando reservas liberales como para hacer retroceder al Estado
a niveles por lo menos tolerables, hasta llegar a la democratización. Dependerá,
sobre todo, del acompañamiento de los gobiernos de países
democráticos. No es posible que sigan haciéndose los distraídos ante el
sufrimiento al que son sometidos, contra su voluntad, los que habitan Cuba,
Venezuela y otros países con gobiernos totalitarios.
A menudo se
critica a la sociedad occidental a la
vista de los sistemas totalitarios que fueron un fenómeno ocurrido en Occidente, como el
comunismo, el nacional-socialismo, y el fascismo. Hay que aclarar que las ideas que los
hicieron posible, son enemigos del capitalismo y de la sociedad moderna, aunque
se valgan de sus logros. También lo es el terrorismo como bien lo sabemos al
analizar sus ideas y la sociedad que pretendieron y pretenden alcanzar a través
de sus horribles y sanguinarios métodos: una sociedad uniforme, burocrática y
represiva como magistralmente, Fiódor Dostoievski, lo detalla en Los endemoniados.
Esperemos
que Venezuela, como todos los países que aún son gobernados por quienes
practican la intimidación y la violencia para mantenerse en el poder, pueda
regresar a un régimen democrático.
Maquiavelo
nos dice en El Príncipe:…quien se apodere de una ciudad acostumbrada
a gozar de su libertad y no la destruya, debe esperar ser destruido por ella,
pues siempre tendrá como bandera de rebelión la libertad….pero cuando la
provincia está habituada a vivir bajo la dominación de un príncipe y su
dinastía se extingue, acostumbrada a la obediencia y privada del antiguo
soberano no sabe ponerse de acuerdo para elegir uno nuevo, ni vivir en
libertad, de suerte que hasta su misma lentitud en acudir a las armas facilita
a cualquier príncipe conquistarla y conservarla en su poder.
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