Ideas, acciones y buenas intenciones
Armando Ribas
Abogado, profesor de Filosofía Política, periodista,
escritor e investigador. Nació en Cuba en 1932, y se graduó en Derecho en la
Universidad de Santo Tomás de Villanueva, en La Habana. En 1960 obtuvo un
master en Derecho Comparado en la Southern Methodist University en Dallas,
Texas. Llegó a la Argentina en 1960. Se entusiasmó al encontrar un país de
habla hispana que, gracias a la Constitución de 1853, en medio siglo se había
convertido en el octavo país del mundo.
Con gran lucidez, Ayn Rand decía: “La compasión no crea un hoja de
hierba y mucho menos una de trigo”. El sistema que cambió al mundo se basó
fundamentalmente en el reconocimiento de la naturaleza humana, tal como lo
tuvieron en cuenta en sus análisis que dieron lugar al liberalismo, John Locke,
David Hume, Adam Smith y los Founding Fathers, con Madison a la cabeza. La antítesis
de ese proceso se generó en el orden de las ideas con la propuesta de Rousseau
de crear un hombre nuevo cuya razón de ser fuera su pertenencia a la sociedad.
De allí surgió la Revolución Francesa bajo la Diosa Razón y se inició el
totalitarismo en el mundo, como la racionalización del despotismo.
El siguiente aporte a esa ética fue producto del pensamiento de Kant
quien propuso que el bien sólo depende del buen propósito, por consiguiente
consideró que la búsqueda de la propia felicidad era inmoral pues no se hacía
por deber sino por interés. Consecuentemente, basado en el mismo criterio
descalificó éticamente al comercio y valoró la guerra diciendo: “El hombre
quiere la concordia, pero la naturaleza que sabe mejor lo qué es bueno para las
especies desea la discordia”. Basado en ese criterio Hegel concluyó en primer
lugar que “El estado es la divina idea tal como se manifiesta sobre la tierra”
y “La guerra es el momento ético de la sociedad”. Ante estos elocuentes
principios basados en las buens intenciones de sus expositores, con Marx a la
cabeza, no puede extrañar que los europeos hayan pasado su historia en guerra
hasta el siglo XX, y hayan surgido Lenin, Stalin, Hitler, Mussolini, y ahora los
Castro en Cuba.
Al respecto Karl Popper, citado por Vargas Llosas en un artículo
referido a las ideas, en “La Sociedad Abierta y sus Enemigos” valora las buenas
intenciones de Marx cuando se refiere a que durante la Revolución Industrial
los niños estaban forzados a trabajar 15 horas. Lo que no se reconoce en esa
aseveración es cuál era la alternativa que vivió la pobreza en el mundo con
anterioridad a la aparición del a mi juicio mal llamado sistema capitalista.
Como bien lo señala William Bernstein en su The Birth of Plenty, hasta hace
unos doscientos años en el mundo se vivía como vivía Jesucristo. Y ya Ayn Rand
había escrito: “El capitalismo no creó la pobreza, la heredó.
Me he atrevido a descalificar el
título de capitalismo pues voy a insistir en que los sistemas no son económicos
sino ético-políticos, y la economía es la consecuencia del sistema. Pero Popper
en “La Historia de Nuestro Tiempo” reconoce las virtudes del sistema y así
dice: “Yo no digo con Leibnitz que nuestro mundo es el mejor de los mundos
posibles. Tampoco yo digo que nuestro mundo social es el mejor de todos los
posibles mundos sociales. Mi tesis es meramente que nuestro mundo social es el
mejor que haya habido, al menos del cual nosotros tenemos algún conocimiento
histórico”. Y estas palabras fueron escritas hace más de setenta años; piénsese
lo que pensaría respecto al mundo de hoy en el que la izquierda sigue apropiada
de la ética en nombre de la demagogia de la igualdad.
En un reciente artículo publicado
por el Instituto Cato, Richard Epstein dice: “Los principios establecidos en la
constitución liberal clásica no son aquellos que funcionan solamente en esta o
en aquella era. Son principios para todas la edades”. Y esos principios son
reconocidos como el Rule of Law. En este sentido es necesario comprender que
ese no es un concepto que pretende el conocimiento absoluto, sino precisamente
el que toma en cuenta la realidad del mundo y como dije antes de la naturaleza
del hombre. Y al respecto vale recordar las palabras de David Hume que en su
“Tratado de la Naturaleza Humana” escribió: “Es imposible cambiar o corregir
algo material en nuestra naturaleza, lo más que podemos hacer es cambiar
nuestras circunstancias y situación, y rendir la observancia de la ley de la
justicia nuestro interés más cercano”.
O sea que la naturaleza del sistema liberal reside precisamente en el reconocimiento
de la naturaleza humana, por ello se establece como principio la necesidad de
limitar el poder político, y al respecto Locke dijo: “Los monarcas también son
hombres”. Pero más aún estableció el respeto por la propiedad privada y así
como el derecho del hombre a la búsqueda de la propia felicidad como el
principio fundamental de la libertad. De conformidad con ese principio se
reconoce que los intereses privados no son contrarios al interés general. Cuando
los intereses privados son considerados contrarios al interés general, la consecuencia
es el prevalecimiento de los intereses de los gobernantes. Y así Adam Smith reconoció que: “En la persecución
de su propio interés él frecuentemente promueve el de la sociedad más
efectivamente que cuando intenta realmente promoverlo. Nunca he conocido mucho
bien hecho por aquellos que dicen actuar por el bien público”. La validez de
esa realidad la muestra cada día el fracaso económico del socialismo.
Vargas Llosas recientemente se reconoció como liberal de izquierda. Me
imagino que esa observación pretende liberarse de la descalificación de la
izquierda a aquellos que están a favor de los ricos. Nada más falaz que esta
supuesta ética de la izquierda que logra el poder político en nombre de los
pobres. Pues recordemos que ya Aristóteles nos había advertido: “Cuidado que
los pobres siempre van a ser más que los ricos”. Pero tomando nuevamente el
pensamiento de Hume que dijo: “El problema no son las mayorías sino las asambleas
que pretenden representarlas”. Y a los hechos me remito. Pero lamentablemente
Marx está presente en su descalificación ética del sistema que llamara
capitalista y en la actualidad tenemos confundido los derechos individuales con
los derechos humanos. Cuando los derechos son del pueblo ni Ud. ni yo tenemos
derechos.
Al respecto ya Ayn Rand había reconocido que “la noción tribal del bien
común ha servido como la justificación moral de la mayoría de los sistemas
sociales”. Es en función de esa supuesta moral del bien común en que se basa la
izquierda para aumentar el gasto público a niveles impagables. Y ya debiéramos
saber que existe una correlación inversa entre el nivel del gasto público y la
tasa de crecimiento económico. Esa es la situación que enfrenta hoy la Unión
Europea y no por causa del Brexit. Asimismo no debe de haber dudas de que ese
es el problema pendiente en la economía argentina. Por supuesto la reducción
del gasto implica violar la supuesta ética del bien común y consiguientemente
tiene un costo político. Al respecto recordemos que ya Friedman había
reconocido que el problema no es el déficit sino el nivel del gasto.
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