El igualitarismo de género degenera

Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
"Llegó el momento de dejar de
hablar de igualdad con las mujeres y ponerla en práctica", y añadió:
"Hay que hacerlo no porque es políticamente correcto el discurso, sino
porque la paridad es una necesidad en esta sociedad tan asimétrica que
vivimos".
Jorge D'Onofrio,
Es
realmente preocupante que alguien crea en estos proyectos, pero aún es más
preocupante que quienes deben pensar en la igualdad de derechos y legislar al
respecto, apoyen semejante barbaridad.
La
diputada Sandra Paris explicó que el fin es "lograr
cambios para establecer igualdad de acceso a los cargos legislativos y
ejecutivo", por su parte Malena Galmarini consideró que se trata de "un paso hacia una sociedad más
igualitaria".
Confundir
igualitarismo con igualdad es el eje central del discurso de los nefastos
demagogos que nos lleva a la pérdida de la libertad, al ninguneo del mérito y a
la denigración de la mujer y de su dignidad.
La
esposa de Sergio Massa también recordó que "en
los 50, hubo que pelear para que las mujeres pudiéramos votar y hoy avanzamos
respecto de los derechos de las mujeres", mientras que Lucía Portos aseveró
que "esta ley amplía derechos".
Confusión
y más confusión. Una cosa es la búsqueda
de la igualdad de derecho, como lo fue el voto femenino y otra muy distinta es
buscar la igualdad de hecho regulando la cantidad de candidatos según el
sexo. Esto atenta contra el derecho a
elegir a quien uno desee más allá de su género.
El
definir un porcentaje de bancas que deben ser ocupadas por mujeres, es algo
absolutamente machista. ¿Por qué no definir un porcentaje de bancas de
hombres? Quienes redactaron los
proyectos y quienes dan la noticia, muestran ser los primeros en menospreciar a
las mujeres.
Nuestra
Constitución no restringe la integración del poder legislativo solo a los
hombres. El espíritu de nuestra Ley
Primera es el de conformar los órganos de gobiernos con los mejores hombres
(genérico, hombres y mujeres) posible; cosa que parece bastante alejada de
nuestra realidad actual.
Por
supuesto que en el siglo XIX no se elegían mujeres, pero eso no tiene que ver
con el derecho, sino con el desarrollo cultural. En nuestro país hemos tenido hasta hace pocos
meses una presidente reelecta, tenemos una vicepresidente y una gobernadora
conduciendo los destinos de la provincia más grande de Argentina. Creo que las mujeres son absolutamente
reconocidas en la política de nuestra patria.
Por otra parte ¿Cuál sería el problema
si todos los legisladores fuesen hombres? ¿Y si todos fuesen mujeres? No me interesan los genitales de nuestros
congresistas, ¡si me importan sus neuronas y su moral!
Si
verdaderamente queremos alcanzar la igualdad de los hombres y las mujeres,
debemos tratarlos con igualdad; no debemos intentar que sean iguales. Decía Hayek “hay una gran diferencia entre tratar a los hombres con igualdad e
intentar hacerlos iguales. Mientras lo primero es la condición de una sociedad
libre, lo segundo implica, como lo describió Tocqueville "una nueva forma
de servidumbre".
Aprendamos
a elegir por capacidad y honestidad, dejemos de seguir a quienes nos prometen
fantasías, dejemos de pensar en términos de hombre o mujer, judío cristiano,
oficialista anti, amigo enemigo.
Empecemos
a pensar con la cabeza, no con el corazón, no con el estómago y menos aún con
los genitales. La condición distintiva
del ser humano es la razón, hagamos uso de ella.
Busquemos
la igualdad de derecho, que es la expresión de la libertad; rechacemos el
igualitarismo de hecho que es sinónimo de sometimiento. Para alcanzar el igualitarismo deben
encerrarnos dentro de un molde, eso es ser esclavo de un sistema social. El igualitarismo toma la sociedad libre, la
degenera y la convierte en una sociedad de mediocres, donde sobresalir o ser
distinto es un pecado.
¡Que
las licuadoras sean iguales! Soy un ser humano por sobre mi raza, sexo o
religión. Valgo por mis méritos y por mi
ética, y defiendo orgulloso el derecho de todos de ser únicos. ¡Viva la
diferencia!
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