El cambio de mentalidad necesario
Emilio Apud
- Ex Secretario de Energía y Minería. Miembro De la Fundación Pensar.
Estamos donde nos dejó la feroz
descapitalización del sector energético llevada a cabo por el kirchnerismo
desde 2003. Esa es la causa de los
trastornos que hoy lo afectan y sería redundante describirlos en este medio cuyos lectores saben en detalle
lo sucedido y sus consecuencias.
La prioridad ahora es superar la crisis,
lamentablemente no percibida por la población en su verdadera magnitud y luego
poner en valor nuestros inmensos recursos energéticos renovables y no renovables.
Para ello, no es suficiente hacer bien los deberes en el
sector, el problema energético está íntimamente ligado a variables macro,
políticas, sociales, laborales y culturales. Entonces hay que corregir aspectos
de gestión global de gobierno, seriamente
deteriorados en los últimos 15 años.
La descapitalización es como la anemia, con
la diferencia que en vez de requerir de una transfusión de sangrenecesita
una de inversiones. Pero las inversiones van a países
donde, además de recursos atractivos y mercado, existen reglas de juego claras
y perdurables en un marco de respeto irrestricto a las instituciones y a la
ley. Y esos valores precisamente son los que ha socavado la gestión kirchnerista
y es condición sine quanon
restaurarlos.
Después de casi 15 años de cortoplacismo,
discrecionalidad, corrupción, capitalismo de amigos, de no honrar las deudas ni
cumplir con los fallos arbitrales, de falsear las estadísticas y alejarnos del
mundo, entre otras barbaridades, se requiere de medidas coordinadas de varias
áreas de gobierno además delas propias del MINEM.
En un clima enrarecido por el oportunismo
político de la mayoría opositora, de no mediar un esfuerzo conjunto en la
búsqueda de consensos, el proceso de recapitalización se verá demorado como ya
lo está a raíz del gradualismo que la sociedad le impuso al Gobierno en el
sinceramiento tarifario, gradualismo fogoneado por la oposición, los medios, la
justicia y también por el propio Gobierno quien no supo comunicar ni en tiempo
ni en forma las razones y los beneficios del esfuerzo que estaba requiriendo de
la población.
Volver a ser atractivos para los inversores, significa una tarea ardua,
ya que es necesario desterrar de gran parte de la sociedad, la fantasía del
bienestar populista, en la que muchos
creyeron ingenuamente factible in aeternum
y otros,aun no creyendo,aceptarona cambio de efímeros beneficios que ese sistema
les otorgaba. Ocurrió un cambio cultural en la sociedadfruto deañosde
facilismo, impunidad, derechos sin obligaciones y falta de premios y castigos, que el gobierno
deberá corregir, no obstante el tiempo y los costos políticos que significa.
Sin embargo el sector energético que hoy es
un serio problema para el país, porque afecta a las cuentas públicas, a la
balanza comercial, a la tradicional escasa productividad de nuestra industria,
a las economías regionales y a la calidad de vida de los argentinos, puede, en
un lapso no mayor a 8 años, transformarse en una eficaz palanca para nuestro
desarrollo.
Debemos plantear formas de captar inversiones
teniendo en cuenta el condicionante que significa el bajo atractivo que hoy tiene
nuestro país como destino inversor. Pero el desarrollo no puede esperar el
recupero del prestigio perdido para recién convocar inversores, en condiciones
seguramente más convenientes que las actuales. Para salir de este brete
deberíamos convocar a los inversorescon una actitud abierta y objetiva ofreciéndoles
más beneficios que los ofrecidos por otros paísesque compiten con el nuestro
por esas inversiones pero que cuentan con buenos antecedentes. Y la forma sería
renunciar transitoriamente a parte de los beneficios a los que en condiciones
normales tendríamos acceso. Perogrullo diría que siempre es mejor un pequeño
porcentaje de algo que 100% de nada.
Una estrategia de esa naturaleza además de acelerar
la afluencia de inversiones, reduciría
el tránsito por el purgatorio de nuestro país ante la evidencia de inversiones reales
y exitosas. Luego de ese período, digamos de renunciamiento forzoso, que en el
caso de la energía estimo en unos 4- 5 años, los inversores por venir lo harán
sin ese plus de renta requerido por los pioneros al haber demostrado nuestro
país, mediante las inversiones iniciales y los ajustes en la gestión de
gobierno, que vuelve a ser confiable para el mundo.
Sin embargo en el sector petrolero sus
protagonistas son renuentes a desprenderse de
ventajas y beneficios no acordes
con la realidad internacional y cuyas ineficiencias son cargadas compulsivamente
a una sociedad cautiva en un sistema económico de los más cerrados del
mundo.Nadie quiere tocar sus impropios beneficios. Así, las provincias se
aferran a sus porcentajes de regalías y asechan con ingresos brutos y
participaciones, sin contrapartida en negocios petroleros, el Estado nacional a
sus inviables cargas tributarias, con retrasos en la inversión en infraestructura
que permitiría reducir los costos de
logística, los sindicatos pretenden seguir con privilegios exóticos logrados
por presiones y coerciones, nunca por productividad. Y, por supuesto, las
empresas que se han acostumbrado a vivir en nichos de confort con lo nuestro y
de lo nuestro al abrigo de subsidios, precios sostén, y protecciones
arancelarias
Como decía Einstein, “si buscas resultados
distintos no hagas siempre lo mismo” y en vez de establecer condiciones, deberíamos
averiguar cuáles son las de un inversor para que se anime a venir a arriesgar su
dinero hoy en la argentina. Claro que esas condiciones serán algo más exigentes
que para Perú, Colombia o Australia, y otros países que no han tenido nuestra
conducta al menos en el pasado reciente.
Las inversiones externas son el único camino que
veo, ya que no hay ahorro interno y los cientos de miles de millones que la sociedad
argentina puso a resguardo durante décadas de la rapiña populista, no se
canalizarán por el momento a inversiones de riesgo que requieren de años de
maduración , por más blanqueo que haya.
Debemos dejar de transferir a la sociedad
ineficiencias y beneficios injustificados y el sector energético puede iniciar
esa transformación dándole valor a los inmensos recursos potenciales que como
el gas natural excede cientos de veces a
nuestras necesidades.Hay que cambiar la
relación mercado doméstico 80 y mundial 20 de nuestra economía. Recursos como los energéticos, mineros,
ictícolas y agropecuarios, exceden ampliamente las necesidades de un mercado de
40 millones de personas, por lo tanto esa proporción debería invertirse
mediante la incorporación de un modelo de valor agregado exportable donde la
producción, los salarios, los beneficios, los impuestos saldrán de una masa
genuina de recursos económicos. Así, estaremos cambiando el nocivo paradigma de
los últimos 70 años “vivir por encima de nuestras posibilidades” y lo que es más
grave “con lo nuestro” sostenido mediante
el artilugio de la emisión o del endeudamiento
y favoreciendo intereses corporativos a
costa de la calidad de vida de la mayoría de los argentinos.
En la energía contamos con una herramienta magnífica
para alcanzar esa transformación porque,
además de los inmensos recursos energéticos renovables tenemos el
segundo recurso mundial de gas. Y el gas será el combustible de la transición
hacia una matriz energética global sin hidrocarburos antes que finalice este
siglo, unos 70 u 80 años.
Solo en Vaca Muerta tenemos una riqueza enterrada
de unos USD 1.400 billones, algo menos que tres PIB nacionales la que, para
poner en valor, requerirá invertirunos
USD 280.000 millones durante los próximos 50 años.
Ante este escenario lo peor que podría
pasarle a nuestro país y en particular alas próximas generaciones es que no
llegáramos a tiempo a extraer esa riqueza, antes que pierda valor económico. Es
por eso que debemos enfáticamente empezar el desarrollo masivo del Shale gas empezando
por Vaca Muerta, por su capacidad y estar en producción, creando las
condiciones que mejoren el atractivo inversor, como mencioné antes.
El Gobierno debe dar señales claras de su
compromiso en evitar que la sociedad continúe haciéndose cargo de las ineficiencias sectoriales y ventajas
corporativas, en detrimento de su calidad de vida, también, conducir y explicar
la transición del corporativismo a la competencia. Para lo cual deberá
comprometerse a reducir el costo país, del que el Estado ha sido responsable por décadas de populismo, cerrando
la economía, interviniendo los mercados y regulando en exceso toda actividad o emprendimiento
económico. Bajo esas condiciones los sectores productivos en manos del sector
privado ya no tendrán pretextos para no ser competitivo a nivel global o no replantearse si
fuese necesario su core business.
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