La posverdad es también la postproducción de la política
Javier Cubillas
Analista de Asuntos Públicos, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


Mucho se viene hablando por estos días respecto a la novedad que representa la posverdad y las fakes news. Cuestión que radica en la importancia que le está dando el presidente Trump en su dialéctica diaria con los medios más importantes de los Estados Unidos, sumado a las reflexiones que se están dando en el ambiente académico de la comunicación y la política en Europa y América Latina, y finalmente, el lugar y la definición que le otorgó el diccionario Oxford a la posverdad como palabra del año.
 
Pero es claro también que la dicotomía verdad - posverdad no tiene nada de nueva como discusión. Tomando como ejemplo a quien mejor la problematizó para la filosofía, esta complejidad nace hace tiempo parar Occidente con Nietzsche, sin lugar a dudas. Así, consagró la génesis de que la verdad no existía y en el mejor de los casos creeríamos en invenciones, arbitrariedades o a meras interpretaciones sobre posibles hechos. No más.
 
Pero más allá de todos los planos en que se puede discutir esta idea y la crisis que sufren las actividades que se precian de vivir y transmitir la verdad, como la religión y el periodismo, si nos propusiéramos llevarla al plano político y técnico, corresponde que enlacemos a la posverdad a la idea de postproducción política o su correlato material, como propondremos aquí.
 
¿Que es la postproduccion de la política? Primero, antes de intentar una definición, el termino Postproducción (2009, Hidalgo Editora) remite a un libro -ya clásico- de los estudios culturales escrito por Nicolas Bourriaud, pequeño libro pero muy recomendable para entender los consumos culturales actuales. Segundo, y ahora si enlazando ideas, propongo pensar en que para la política la postproducción es el uso de las técnicas audiovisuales tendientes a manipular la imagen y el audio -para una campaña electoral o publicidad de políticas públicas- con fines a establecer, dar soporte o mantener en un grupo social un emotivo discurso, emotivo relato o emotiva posverdad.
 
Esta posproducción nunca se da en el vacío sino mediante el uso concreto de medios y materiales culturales existentes en donde un actor decide transmitir y resignificar o reutilizar un sentido común o consumo. Lo importante es que en esta actividad de manipulación también participa el que la visualiza o consume, lo cual nos facilita entender la ocurrencia de procesos sociales en donde el pueblo se hace carne del discurso del líder, lo toma como propio y lo defiende sin atender a la necesaria critica pública que distingue roles y mantiene la distancia entre representante y representado, como bien establece el Estado de Derecho. El pueblo surge del mix de un DJ, ni mas ni menos.
 
Entonces, si la posverdad remite al terreno de las ideas, la postproducción política nos encuentra poniendo bajo análisis a las técnicas de comunicación que en la Argentina, durante los años 90 y la larga década kirchnerista, se impuso mediante los liderazgos populistas. Esta postproducción fue consustancial a los lideres populistas y las muestras las tenemos en la múltiples estrategias publicitarias que se desplegaron haciendo alardes de consagraciones que lejos estaban de tener asidero alguno, de acuerdo a los estudios y reflexiones de los más destacados analistas y centros de investigación locales e internacionales no partidarios o académicos.
 
Entonces a la discusión sobre la posverdad y su novedad o reformulación en el ambiente de los medios y la prensa cabe agregarle a la política y a los gobernantes locales y extranjeros que también son enteramente responsables por la técnica que impacta en los ciudadanos, con clara intención de formar su pueblo, quienes no siempre logramos tener todas las herramientas analíticas y la información completa como para dilucidar los claros oscuros de la publicidad electoral o la institucional de gobierno .
 
Definitivamente la posverdad y la posproducción política son eslabones que ponen en jaque a los cimientos o bases para el acuerdo cívico sobre ideas, datos y practicas con las que mantendremos el contrato social republicano y liberal. No es una cuestión menor, sin lugar a dudas, que nuestra cosmovisión quede sujeta al chart y al mixing del líder de turno, como tampoco, a los que en nombre de la verdad transmiten fake news.
 
 

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