Energía, una oportunidad para pensar el país en grande
Emilio Apud
- Ex Secretario de Energía y Minería. Miembro De la Fundación Pensar.
La realidad en que está inmersa la Argentina
luego de 70 años de experimentar el populismo en sus diversas versiones nos
impide ver su verdadera potencialidad en función de los inmensos recursos
naturales de los que dispone. Prima en la sociedad una estructura mental
resignada y condicionada por el corto plazo.
Esa mentalidad conduce a la falacia de pretender
desarrollar el país sobre la base de su mercado interno, cuando cuenta con
recursos energéticos, mineros, ictícolas y rurales para abastecer a más de 500
millones de personas del mercado global.
La economía argentina funciona aproximadamente con 80%
de mercado doméstico y 20% externo, cuando, por sus recursos, esa proporción
debería ser al revés, para lo cual urge introducir en nuestra cultura un
"modelo país de valor agregado exportable", donde la producción, los
salarios, los beneficios, los impuestos salgan de una masa genuina de recursos
económicos. Ése es el camino para un desarrollo sostenido que efectivamente
reduzca la pobreza y la inequidades y mejore la calidad de vida de todos.
Un caso que corrobora la visión chiquita de la
realidad prevaleciente en nuestra sociedad fue la actitud ante las medidas que
ensayó el Gobierno el año pasado con el propósito de acabar con la ficción de
las tarifas regaladas de luz y gas. Tal vez, desconociendo el mal negocio que
significa trocar tarifas por subsidios, luego de haber recibido el sector
energético más de US$ 100.000 millones en ese concepto entre 2004 y 2015.
Sin embargo, debido al rechazo de algunos usuarios a
sincerar las tarifas, en 2016 el Estado otra vez tuvo que subsidiar el sector
con US$ 13.930 millones, más de la mitad del déficit fiscal primario, según
datos de la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera
Pública (ASAP) a diciembre último. No está de más aclarar que sincerar tarifas
de luz y gas es lograr que éstas reflejen sus correspondientes costos
económicos y que sincerar es eufemismo de ajustar, vocablo en desuso por ser "políticamente
incorrecto".
Paradójicamente, el reclamo de esa minoría logró que
esa entelequia llamada Estado, 42 millones de argentinos, siguiera haciéndose
cargo con subsidios de lo que no cubrió la tarifa. Buena parte de la oposición
peronista en sus versiones K, Massa y el resto, ONG pseudodefensoras de los
usuarios, una Justicia con resabios del pasado populista y la asistencia de
buena parte de la prensa lo hicieron posible.
La sociedad rechaza el sinceramiento tarifario y
prefiere el ilusorio confort del subsidio, negándose a aceptar sus
consecuencias, no obstante ser la causa de la mitad del agobiante déficit
fiscal, con todo lo que esto significa. Pero, eso sí, tolera que un sector
privilegiado de la población todavía pague menos de la mitad de lo que cuestan
los defectuosos servicios de luz y gas que recibe, cuando ya podríamos estar
implementando, tal vez, redes de distribución domiciliaria inteligentes. Este
curioso comportamiento social nos está indicando la complejidad que enfrenta el
Gobierno, ya sea para resolver los problemas energéticos que hoy nos aquejan
por el vaciamiento provocado en los últimos años como para poner en valor los
inmensos recursos de energía renovable, hidroeléctricos, nucleares y los de
Vaca Muerta.
Otra conclusión que nos deja el episodio tarifario es
que en la problemática de la energía, además del factor político, influye el
comportamiento sociocultural de la población, profundamente distorsionado
durante la cleptocracia autoritaria kirchnerista. Por eso entiendo que para su
solución debiera aplicarse una visión holística en la que participaran varias
áreas de gobierno asistiendo al Ministerio de Energía.
El sector energético puede ser una gran oportunidad
para empezar a pensar en grande nuestro país y salir del chiquitaje
paralizante. Aceptando que el sendero de actualización tarifaria ya está
encaminado y que se logrará el equilibrio hacia fines de 2018, el gran desafío
ahora es concretar inversiones para desarrollar los recursos que por su
potencialidad pueden asegurarnos un abastecimiento energético indefinidamente y
a su vez transformar la Argentina en un exportador a escala mundial.
Pero las inversiones van a países donde, además de
recursos atractivos, hay reglas de juego claras y perdurables en un marco de
respeto irrestricto a las instituciones y a la ley. Valores lamentablemente
degradados durante la gestión kirchnerista y que es condición sine qua non
restaurar, más allá del tiempo que se requiera.
Por ahora, las inversiones externas son el único
recurso disponible al no haber ahorro interno; y los cientos de miles de
millones de dólares que los argentinos pusieron a resguardo de la rapiña
populista durante décadas por un tiempo no se canalizarán en grandes
inversiones de riesgo, por más blanqueo que haya. Por otro lado, el proceso de
normalización del país encarado por el actual gobierno puede ser largo ya que
implica, además de un cambio cultural, recuperar la confianza del exterior,
perdida luego de años de intervencionismo, expropiaciones de renta y activos, e
inseguridad jurídica.
Pero hay formas de acelerar ese proceso. Teniendo en
cuenta nuestras desventajas comparativas, habría que salir a buscar a los
inversores, seducirlos con proyectos que les ofrezcan más beneficios que los
que obtendrían en otros países que compiten también por esas inversiones, pero
que son más atractivos por sus buenos antecedentes. Y una decisión inteligente
sería renunciar transitoriamente a parte de los beneficios a los que en
condiciones normales tendríamos acceso. Perogrullo diría que siempre es mejor
un pequeño porcentaje de algo que 100% de nada.
Y en ese sentido el gobierno del presidente Macri ha
dado recientemente un paso muy importante en el megaproyecto de Vaca Muerta,
que también puede marcar tendencia en otros sectores de la economía. Es el
acuerdo logrado con el sector laboral para esa zona, que modifica los regímenes
de trabajo en yacimientos no convencionales y establece remuneraciones en
función de productividad, concepto rechazado por nuestro gremialismo durante
décadas.También los estados neuquino y nacional se encuentran trabajando en los
temas impositivos y de infraestructura para que la industria alcance
competitividad internacional. Simultáneamente, empresas con concesiones en la
zona están introduciendo tecnología y modernos criterios de management para
aumentar su productividad.
Vaca Muerta, uno de los yacimientos de gas más
importantes del mundo, justifica un tratamiento especial de esta naturaleza,
por el cambio radical que introduce su tecnología de punta en la industria
petrolera, el nivel de inversiones que demanda y el mercado mundial energético
al que apunta, donde el gas natural será el combustible estrella en la
transición hacia un mundo sin combustión fósil. Así, con los ajustes en marcha
del trípode laboral-empresario-estatal, se logrará en breve una unidad
administrativa especial en el área de Vaca Muerta, muy atractiva para invertir,
evitando los dilatados tiempos requeridos.
Publicado en La Nación.
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