Hagamos votos por el voto
Malú Kikuchi
Periodista. Conductora de "Cuento Chino" y "La Dama y el Bárbaro", radio El Mundo. Premio a la Libertad 2013, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


Hay palabras que sugieren una cierta solemnidad, hasta se podría decir que implican algo realmente importante para nosotros, algo casi sagrado. “Voto” es una de esas palabras. Fuerte, implacable, esperanzadora.
 
El voto tiene muchos significados, variadísimos y sin embargo todos remiten al mismo principio: promesa. Viene del latín, “votum”, manda, algo que se le prometía a los dioses, de los cuales se era “devoto”.
 
De ahí también la palabra “devoción”. También los sacerdotes cristianos adoptaron “los votos”: de pobreza, de obediencia, de castidad, algunos de silencio. Se mantienen hasta el día de hoy. Son los votos sagrados.
 
Las parejas, al casarse religiosamente, también hacen votos de fidelidad, de cuidado, de amor, de seguir juntos hasta que la muerte los separe. Y la palabra “boda”, también está enraizada con el “votum” latino.
 
Luego, con el tiempo, apareció el voto popular. En este caso es el equivalente a sufragio (no los voy a torturar con el origen de la palabra sufragio que es fascinante), o sea optar entre varias alternativas.
 
La palabra es más que importante, en todas sus acepciones, la de la ciudadanía, que se empieza a ejercer a partir del voto popular, hace a nuestro futuro, es una elección de vida, una promesa a la Patria.
 
Todas las elecciones políticas son relevantes, algunas más que otras. Acabamos de tener el privilegio de votar. Las PASO han sido en realidad una encuesta nacional, cómo y de qué forma queremos vivir en la Argentina.
 
No estamos eligiendo entre dos partidos que se diferencian por estar un poco más a la derecha o a la izquierda (de palabra), estamos optando por un país razonable, con ciudadanos libres dentro de la ley, o un país manejado por mafias, sin libertades, ni estado de derecho.
 
Es elegir entre la verdad y la mentira. La verdad suele doler, pero como a la larga es la que prevalece, mejor conocerla de entrada cuestión de ponerle remedio a tiempo y enderezar las cosas, para sufrir menos.
 
Cambiemos, que todavía nos debe el gran cambio que el país necesita desesperadamente, ganó las PASO de manera visible y contundente.  Nos faltan los resultados definitivos de la votación en la provincia de Buenos Aires, histórico bastión del peronismo, aunque Cristina fuera por fuera.
 
Dicen, hay que comprobarlo, que ganó la provincia por unos 17.000 a 20.000 votos. O sea, nada. Enfrente tenía a Esteban Bullrich, casi desconocido en el conurbano, acompañado por Gladys González, valiosísima, pero desconocida. Si los resultados finales son esos, Cambiemos hizo un gol de media cancha.
 
En el 2015 Aníbal Fernández protagonizó la peor elección del PJ en la historia de su partido. Si los datos que se filtran sobre Cris (sin certeza) son ciertos, la elección de la ex presidente habrá sido peor que la de Aníbal.
 
Cristina, tan soberbia, tan dueña de verdad absoluta, la abogada exitosa, la arquitecta egipcia, un poco parecida a Napoleón con el cambio del código civil, la imbatible militante del “vamos por todo”, algo que aparentemente cumplió con respecto a los dineros del país; le sumará a la vergüenza de la derrota, el insoportable ridículo de haber sacado menos votos que Aníbal Fernández, su personal candidato en la provincia.
 
Que ninguno de nosotros, los votantes, olvidemos el 22 de octubre, la sagrada importancia del voto. Por nosotros, por nuestros hijos y nietos, por la Patria. Hago votos por el voto.
 

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