Lo que debería decir el Papa en Colombia sobre Venezuela
Andrés Oppenheimer
Columnista del Miami Herald/el Nuevo Herald. Fue miembro del equipo ganador del Premio Pulitzer, y ha recibido el Premio Ortega y Gasset, Premio Rey de España y el Emmy.
Lo peor que podría hacer el
papa Francisco durante su viaje a Colombia del 6 al 10 de septiembre sería
seguir haciendo llamados a la “paz y reconciliación” en Venezuela.
Eso
es exactamente lo que el presidente venezolano, Nicolás Maduro, quisiera. A
Maduro le encantaría que el Papa reiterara sus llamados a un “diálogo nacional”
en Venezuela: eso ayudaría a Maduro a desviar la atención internacional de sus
últimas medidas para convertir a Venezuela en una dictadura, y haría que sus
recientes violaciones a la Constitución se conviertan en un hecho consumado.
En las últimas
semanas, Maduro ha recortado prácticamente todos los poderes de la Asamblea
Nacional, el congreso nacional que la oposición había ganado por una avalancha
de votos en las elecciones legislativas de 2015. Maduro ha creado ahora una así
llamada Asamblea Constituyente, cuyos legisladores fueron electos a dedo por el
régimen para redactar una nueva Constitucion como la de Cuba, y pueden legislar
por encima de la Asamblea Nacional democráticamente electa.
Una
de las primeras medidas de la nueva Asamblea Constituyente de Maduro fue
despedir a la fiscal general Luisa Ortega, una ex partidaria del gobierno que
denunció la inconstitucionalidad de la Asamblea Constituyente. La ex
funcionaria tuvo que huir del país.
Además, la
Asamblea Constituyente ha iniciado una investigación sobre el presidente de la
Asamblea Nacional, el líder opositor Julio Borges, por presuntamente alentar
las sanciones financieras estadounidenses contra Venezuela y sus gobernantes.
El
Vaticano ha sido en parte responsable de este golpe en cámara lenta de Maduro.
Durante más de un año, mientras más de 120 personas morían y cientos resultaban
heridas en protestas callejeras, Francisco pedía la paz, la reconciliación y el
diálogo, en lugar de denunciar las sistemáticas acciones de Maduro para
terminar con los últimos vestigios de la democracia.
A principios de
este año, Francisco empeoró las cosas cuando no criticó explícitamente el
anuncio público de Maduro de convocar a su Asamblea Constituyente. Durante
cinco meses, Francisco no se unió a los países latinoamericanos, la Unión
Europea y Estados Unidos en exigir públicamente que Maduro cancelara sus planes
de crear su Asamblea Constituyente.
Francisco
recién hizo eso el 4 de agosto, el mismo día en que Maduro inauguró la Asamblea
Constituyente. Pero ya era demasiado tarde.
Anteriormente,
Francisco había apoyado una desastrosa misión de mediación en Venezuela,
encabezada por el ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, quien a
menudo daba la impresión de ser un portavoz de Maduro. La comisión de
mediación, que también tuvo la bendición de Estados Unidos, sólo sirvió para
ayudar a Maduro a ganar tiempo mientras demolía lo que quedaba de las
instituciones independientes de Venezuela.
Mientras decía
estar negociando, Maduro tomó cientos de presos políticos, cerró las estaciones
de radio y CNN en Español, y arremetió contra la Asamblea Nacional y la ex
fiscal general.
¿Qué
debería decir el Papa en su viaje a Colombia? Obviamente, no puede abstenerse
de hablar sobre Venezuela: el caos político y económico de Venezuela ha creado
una oleada de refugiados venezolanos en Colombia. Hasta 25,000 venezolanos
cruzan a la ciudad fronteriza colombiana de Cúcuta todos los días para comprar
alimentos básicos, y muchos de ellos se quedan en Colombia para escapar de la
creciente violencia y la escasez de comida en Venezuela.
En Colombia, el
Papa debe expandir su declaración del 4 de agosto sobre Venezuela, en la que
pidió “crear las condiciones para una solución negociada” en Venezuela. Debería
decir sin ambigüedades que, para crear tales condiciones, Maduro debe permitir
un tribunal electoral independiente para que los venezolanos puedan tener
elecciones libres y justas, liberar a los cerca de 600 presos políticos, cerrar
su Asamblea Constituyente y restablecer los derechos constitucionales de la
Asamblea Nacional democráticamente electa.
“El
Papa necesita reivindicarse ante los venezolanos por haberse prestado a un
diálogo que no dio ningún resultado”, dice Carlos Vecchio, un líder político
exiliado del partido Voluntad Popular de Venezuela. “El tiene una deuda
pendiente con Venezuela”.
Efectivamente,
Francisco debería enumerar sin tapujos los pasos concretos que Maduro debería
tomar para iniciar un proceso que conduzca a elecciones libres en Venezuela.
Cualquier otra cosa será un respaldo tácito a los recientes pasos de Maduro
para asumir poderes absolutos.
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