Toma de colegios: Cuando la justicia es una parodia
Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
La jueza Elena Liberatori dijo que los alumnos “están
haciendo uso de sus derechos constitucionales” al ocupar las escuelas.
Hace casi 2.000 años, Ulpiano, pronunció la más pura y
reconocida definición de lo que es la Justicia “La justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su
derecho”, y agregó los preceptos del derecho “vivir honestamente, no hacer
daño a nadie y dar a cada uno lo que le corresponde”.
Ahora me pregunto, ¿cómo entiende la jueza Liberatori que,
el tomar una escuela no le hace daño a
nadie?
El frecuentemente alegado “choque” de derechos es un mito, no existe tal cosa. El “choque”
se da entre los pseudo-derechos que promulgan los políticos demagogos y amantes
de lo políticamente correcto; o en las retorcidas interpretaciones de quienes
deben velar por la armonía en la convivencia entre los ciudadanos.
La práctica de un derecho, como el derecho a la protesta, no puede pasar por encima de otro derecho,
como el de estudiar o el de trabajar. La
protesta no debe interferir con el estudio o con el trabajo, los derechos
tienen su límite en el derecho ajeno, así de simple.
Un punto aparte es el tema de la usurpación de un edificio
público, hecho que, al parecer, no constituye un delito para la señora jueza.
Ahora repasemos lo que los “politicuchos”, que redactaron
la Constitución de la CABA, escribieron en
el artículo 39: “La Ciudad
reconoce a los niños, niñas y
adolescentes como sujetos activos de sus derechos… deben ser informados, consultados y escuchados… Cuando se hallen afectados o amenazados
pueden por sí requerir intervención de los organismos competentes”.
Primero está la patética inclusión del término “niñas” en el artículo, aclaración
absolutamente innecesaria, demagógica y discriminadora, pues el plural “niños” incluye ambos sexos. Luego está el políticamente correcto “deben ser informados, consultados y
escuchados”, patética muestra del cobarde e irresponsable abandono por
parte de los adultos de la propia responsabilidad sobre la educación de los
menores.
Por otro lado, la jueza mostró, o bien ser intelectualmente
deshonesta o bien haber cometido un olvido imperdonable, al aludir que los
menores debían ser “informados,
consultados y escuchados” y omitir señalar, que el mismo artículo aclara a
continuación que “cuando se hallen
afectados o amenazados (los menores) pueden por sí requerir intervención de los organismos competentes”. La toma del colegio no representa la opción
correcta y la jueza lo sabe o debería saberlo.
Así vemos como el postmodernismo, con su relativismo moral,
adoptado por parte de nuestra sociedad; y con el garantismo, propugnado por el
inefable Zaffaroni y avalado por la jueza Liberatori, nos ha llevado a los
argentinos a la situación en la que “todos
son demagogos. Padres, docentes y funcionarios sólo buscan evitar enfrentar a
los jóvenes, prefieren el aplauso fácil, la lisonja de un montón de nadies. El
poner límites, reglas y metas es un camino riguroso, pero que lleva a un buen
destino; muy distinto al atajo que hemos tomado, atajo que no lleva a ninguna
parte” (extraído del libro El Imperio de la Decadencia Argentina
RECARGADO).
Para finalizar, reafirmo lo que escribí hace una semana, Don
Domingo Faustino Sarmiento debe estar muy triste, pues, 150 años después de
aquel primer censo, aún persiste la disyuntiva: “civilización o barbarie”
y agrego otra de sus genialidades “Las palabras ARGENTINO e IGNORANTE se
escriben con las mismas letras… Luchemos para que no se transformen en
sinónimos”.
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