La increíble excusa del presidente de Bolivia para atornillarse en el poder
Andrés Oppenheimer
Columnista del Miami Herald/el Nuevo Herald. Fue miembro del equipo ganador del Premio Pulitzer, y ha recibido el Premio Ortega y Gasset, Premio Rey de España y el Emmy.
Mientras
muchos de nosotros estábamos concentrados en la masacre de Las Vegas y en la
tardía respuesta del presidente Trump al drama humanitario de Puerto Rico, hay
un creciente escándalo político en Sudamérica que está pasando casi
inadvertido: la candidatura inconstitucional del presidente boliviano Evo
Morales a un cuarto mandato.
Los argumentos de
Morales para atornillarse en el poder son tan ridículos que serían graciosos si
todo esto no estuviera sucediendo en uno de los países más pobres del mundo.
A pesar de que la
propia Constitución de 2009 escrita por Morales le prohíbe postularse a una
nueva reelección cuando termine su actual mandato en 2019, y a pesar de que
Morales perdió un referéndum en 2016 que había convocado él mismo para lograr
reelegirse, el presidente populista boliviano está intentando postularse para
un cuarto período de cinco años.
Y, créanlo o no,
su argumento es que sus derechos humanos serían violados si no se le permitiera
presentarse.
Los legisladores de su
partido, el MAS, recientemente presentaron una petición al Tribunal de Justicia
controlado por Morales para declarar la “inconstitucionalidad” de la cláusula
constitucional que le prohibía una nueva reelección. La petición dice que la
actual Constitución viola el artículo 23 de la Convención Americana de Derechos
Humanos, que establece que a nadie se le debe negar el derecho a ser elegido.
El
ministro de Defensa, Reymi Ferreira, dijo que el derecho de Morales a un nuevo
mandato está consagrado en la Convención, también conocida como el Pacto de San
José, que está por encima de la Constitución boliviana, informó el diario
boliviano El Mundo el 21 de septiembre. Ferreira
agrego que los “derechos humanos” de Morales para volver a postularse también
invalidan los resultados del referéndum del 21 de febrero de 2016, en el que
los bolivianos rechazaron la solicitud del presidente de volver a ser
candidato.
Una delegación
gubernamental boliviana encabezada por el ministro de Justicia Héctor Arce y la
presidenta de la Cámara de Diputados, Gabriela Montaño, viajó esta semana a
Washington para defender el nuevo plan de reelección de Morales ante la
Organización de Estados Americanos.
Morales,
que ya había cambiado la Constitución en 2009 para permitir su reelección en
ese momento, ahora se compara con la canciller alemana Angela Merkel. La jefa
de estado alemana fue recientemente reelegida para un cuarto mandato.
Si Merkel fue
reelegida cuatro veces, ¿por qué no puedo hacerlo yo?, dice Morales. En un tuit
del 24 de septiembre, Morales felicitó a Merkel por su reelección y escribió:
“La reelección garantiza la continuidad de los proyectos a mediano y largo
plazo”.
Pero Morales está lejos de ser
Angela Merkel. Merkel es la jefa de estado de una democracia parlamentaria, que
puede ser despedida por el parlamento en cualquier momento. Morales encabeza un
sistema presidencialista, en que el presidente –especialmente desde que asumió
el cargo en 2006– tiene poderes casi absolutos.
A
diferencia de Morales, Merkel no hace construir museos sobre sí misma. Morales
recientemente inauguró un museo de $ 7.1 millones de dólares para glorificar la
historia de su vida, con una estatua de tamaño natural de sí mismo, en su
pueblo natal de Orinoca. No es sorprendente que muchos bolivianos lo llamen
“Ego” Morales.
A diferencia de
Morales, Merkel no defiende dictaduras. Morales es un aliado incondicional de
Venezuela, Cuba e Irán.
A diferencia de
Morales, Merkel no ha exiliado a sus rivales políticos, ni hostiga a los medios
independientes ni a grupos de derechos humanos.
Hasta ahora,
Morales se ha protegido de las críticas internacionales invocando su
ascendencia indígena, y mostrándose como una víctima de la discriminación
racial. Cuando lo entrevisté hace muchos años y le pregunté si no había
exagerado al decir que “la Cultura de Occidente es la Cultura de la muerte”,
desvió la pregunta diciendo que quienes lo criticaban eran racistas.
Pero después de casi 12 años
en el cargo y una larga lista de abusos de poder, el nuevo intento de Morales
de cambiar una vez más su Constitución e invalidar el referéndum de 2016 merece
una condena internacional. Su intento de violar el estado de derecho es una
vergüenza, y su argumento de que lo hace en nombre de sus derechos humanos es
un insulto a la inteligencia.
Publicado en Nuevo Herald.
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