La parodia de las pasantías
Juan María Segura
Experto en innovación y gestión educativa. Autor de "Yo qué sé".
Que el epicentro del debate entre alumnos y autoridades
educativas de CABA por la reforma de la escuela secundaria hayan sido las
pasantías, me suena a discusión fuera de época, a música desafinada emergida de
instrumentos corroídos por la humedad y el paso del tiempo.
Dejando de lado la asimetría de conocimiento entre los
involucrados, que planteaba ya desde el origen una contienda pseudodialéctica
desigual, el show resultó un verdadero espectáculo vintage: escuelas que no
cumplen su mandato, tapiadas por estudiantes que no aprenden lo que deben,
avalados por padres culposos que no saben poner límites, fogoneados por una
política electoral berreta e irresponsable, y todo amplificado por medios en
busca de medio punto de audiencia. Dentro de este pastiche de actores y
desavenencias, las pasantías se hicieron de un lugar central, y hasta lograron
ser casi el único tema en discusión, no está claro si por culpa de lo poco que
se conocía integralmente de la reforma, o porque resultó ser un eje temático
desde donde muchos entendieron que podía ser útil construir un argumento. O, al
menos, la punta del ovillo desde donde se podía construir un nuevo personaje
popular alrededor del conflicto, fugaz como la propia discusión (que ya
desapareció…), pero personaje al fin. Lo cierto es que las pasantías fueron las
vedettes, y eso me fuerza a volcar algunas reflexiones.
Quienes trabajamos en empresas sabemos que los pasantes no
sirven para nada, y los pasantes de escuelas, menos aún. De onda lo digo, pero
con conocimiento de causa. El pasante es para la organización que lo recibe una
carga que consume tiempo gerencial y directivo, y espacio físico, y que no
produce nada significativo a cambio, ni en cantidad, ni en calidad. Además,
para peor, asiste en horarios especiales, en días salpicados, y durante poco
tiempo. Si aprende algo, situación que ocurre muy ocasionalmente, se lo lleva
para sí mismo, pero nunca lo aplica en la organización que se lo enseñó. Por
ello, el pasante es una imperfección dentro de un diseño organizacional, una
improductividad que debe ser corregida, una molestia que todos tratan de
evitar, un desvío en el trayecto obligado que imponen la productividad,
eficacia y adaptabilidad estratégica en la que compiten todas las empresas y
organizaciones. Es igual que un impuesto: se asume solo cuando no queda otra
opción, pero pudiendo optar, adivinen…. Las organizaciones, con o sin fines de
lucro, son peores organizaciones (léase, menos eficientes y eficaces en el
cumplimiento de sus propósitos) cuando tienen programas de pasantes. Punto.
Entonces, ojo cuando hablamos de pasantías, prácticas profesionalizantes, o
como las quieran llamar, pues estos programas, además de no ser bien recibidos
en las organizaciones por las razones antes expuestas, cuando están mal implementados
o pobremente supervisados, suelen servir de muy poco no solo a la organización,
sino también para al pasante. Primer punto.
Luego está el asunto del “puesto de trabajo” de una
organización, ese lugar real, verdadero y tangible que es conveniente que los
estudiantes vivencien, ayudando a fortalecer conocimientos teóricos previamente
recibidos, y además proveyendo indicios de aquello de lo que deberán hacerse
cargo cuando grandes. ¿Es realmente así? ¿Acaso el mundo no entró en la cuarta
revolución industrial, y eso está modificando radicalmente el sistema de
producción y distribución de bienes en el mundo, lo cual está impactando en el
diseño organizacional de todos los actores que intermedian ese proceso? ¿Cuánto
de lo que se ve de una organización hoy en día seguirá siendo relevante dentro
de 10, 15 0 20 años? Si la respuesta es poco o nada, ¿entonces para qué perder
el tiempo experimentándolas? Este punto es muy, muy relevante. Todos sabemos
que muchas organizaciones hoy en día son especies en extinción, el problema es
que no podemos adivinar cuáles son. Entonces, ¿cómo decir qué mostrar, y qué
esconder? Las 5 empresas más grandes del mundo en valor de mercado son empresas
de la nueva economía que han integrado de una manera novedosa tecnología,
diseño organizacional y talento. Una de ellas, Facebook, se creó hace apenas 13
años, y en febrero de este año su fundador, Mark Zuckerberg, lanzó un nuevo
manifiesto para reinventarla. Los 4 unicornios locales, Mercado Libro,
Despegar, Globant y OLX, también son empresas de la nueva economía del
conocimiento, intensivas en el uso de la tecnología, y con orientación y
vocación global. Ni siquiera estas empresas, que hoy son lo más sofisticado,
moderno, desafiante y exitoso en material empresarial, podrían ser tomadas como
modelo de organización empresarial. ¿Sabe por qué? Porque pueden desaparecer de
la noche a la mañana, y porque ninguna de ellas hoy es intensiva en el uso ni
de la inteligencia artificial, ni del internet de las cosas, ni de tantas otras
cosas que hoy se están inventando y aún no conocemos. Por lo tanto, hablar hoy
del “puesto de trabajo” pensando en el futuro es o una grosera omisión del tipo
de mundo que estamos imaginando a futuro, o un intencionado acto de adivinanza
y futurología que intenta librarnos de tener que discutirlo.
Mientras preparaba estos conceptos, leí un interesante
documento de reciente publicación titulado “The future of skills: employment in
2030” (en inglés, el futuro de las habilidades: el empleo hacia 2030). Sin entrar
en el detalle de cuáles son esas habilidades y destrezas, me resultaron
interesantes las grandes tendencias o fuerzas mundiales señaladas:
sustentabilidad del medioambiente, globalización incremental, cambios
demográficos dramáticos, intensificación de la presencia de nuevas tecnologías
en todos los órdenes de la vida, incertidumbre política aún en democracias bien
establecidas, intensificación del proceso de urbanización e incremento de la
inequidad. Estas tendencias, que más tarde o más temprano van incidiendo en
todos los países y continentes del mundo, generan el marco de época dentro del
cual debemos discutir el futuro de una Nación, la nuestra, y el futuro del
trabajo, de la productividad y de la adaptabilidad estratégica. Si logramos
ponernos de acuerdo en ello, tal vez podamos acordar cuál es el vínculo que
puede resultar más relevante de establecer entre la escuela y ese mundo de la
producción, hagamos autos, arte, ciencia, galletitas, tornillos, soja,
software, remedios, políticas púbicas, o lo que sea.
Pero, por el momento, por favor, no hablemos más de
pasantías y puestos de trabajo, pues esos conceptos viejos envejecen nuestro
debate y lo vuelven disfuncional para nuestros estudiantes. Así planteado, no
solo parecemos viejos, sino que reducimos las posibilidades de que los jóvenes
se enganchen con la idea de la conveniencia de la reforma de la secundaria,
desprecien los méritos de su diseño, y no logren explotar a fondo sus nuevas
oportunidades.
Últimos 5 Artículos del Autor
.: AtlasTV
.: Suscribite!
Dejanos tu email y recibí novedades y todo lo que te podemos ofrecer!