¿Venezuela en default?
César Yegres Guarache

Economista. MSc en Finanzas. Profesor universitario. Director Ejecutivo de la Cámara de Comercio de Cumaná. Mención especial, Concurso Internacional de Ensayos: Juan Bautista Alberdi: Ideas en Acción. A 200 Años de su Nacimiento (1810-2010), organizado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


@YegresGuarache / cyegres@udo.edu.ve




Otra nube negra se cierne sobre Venezuela: la posibilidad real de un default sobre sus compromisos de deuda externa. Sería otra  expresión del gigantesco descalabro económico, social e institucional que ha significado para esa nación suramericana el experimento del autodenominado “socialismo del siglo XXI”, que de moderno sólo tiene el nombre, porque ha repetido todos los vicios, distorsiones y miseria característicos de los socialismos reales del siglo XX.
 
Recientemente, el Gobierno venezolano anunció su intención de  “refinanciar y reestructurar” (términos técnicos mutuamente excluyentes) dicha deuda, lo cual ha generado inquietud dentro y fuera del país: porque se pone en riesgo la capacidad de importar lo necesario; la propiedad de activos externos de la República (como CITGO, la filial foránea de Pdvsa); el servicio oportuno de dicha deuda y la disposición de organismos multilaterales y gobiernos extranjeros de otorgar financiamiento, aspectos todos con sus respectivas y graves consecuencias para los venezolanos.
 
Adicionalmente, están sobre la mesa de discusión otros aspectos que trascienden lo meramente financiero: las facultades de la Asamblea Nacional (máximo órgano legislativo contemplado en la Constitución vigente y de mayoría opositora en un 67% desde enero de 2016)  y de la Asamblea Nacional Constituyente (órgano supraconstitucional, compuesta 100% por miembros del oficialismo, cuya elección e inicio de funciones en julio de 2017 no están ajustados a Derecho y cuya única función teórica es la de redactar una nueva constitución)  para avalar endeudamiento público; las sanciones que Venezuela ha recibido por parte de diversos países así como el exponencial e injustificado crecimiento de 400% en el saldo de la deuda externa venezolana a lo largo de los últimos 20 años, aun en medio del mayor boom de precios petroleros de la historia.
 
Lo cierto del caso es que Venezuela -como Gobierno central o en sus empresas- aún no ha dejado de pagar sus compromisos financieros con el exterior, pero sí se ha retrasado en algunos de ellos, lo cual ha llevado a muchas calificadoras de riesgo a modificar rápida y negativamente el perfil de dicha nación en sus informes, más aún de lo que ya estaba.
 
Esta noticia seguirá desarrollándose en las próximas semanas, luego de una primera reunión de representantes del Gobierno con parte de los acreedores, de la cual muy poca información ha trascendido a la opinión pública. Finalmente, no importará mucho el historial de “buen pagador” si el país se continúa endeudando sin una contraprestación adecuada en términos de mayor capacidad futura de cumplir con esas obligaciones, que a fin de cuentas es lo que evalúan las agencias calificadoras. Para Venezuela, cuya economía ha sido calificada como “la peor gerenciada del mundo”, no debe extrañar que haya caído en el dilema -por primera vez en su historia- de tener que decidir entre servir su deuda o importar los alimentos, medicinas e insumos básicos que requieren los venezolanos. 
 

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