Salario, empleo y pobreza
Gabriel Boragina
Abogado. Master en
Economía y Administración de Empresas. Egresado de ESEADE (Escuela Superior de
Economía y Administración de Empresas). Autor de numerosos libros, entre ellos:
La credulidad, La democracia, Socialismo y Capitalismo, La teoría del mito
social, Apuntes sobre filosofía política y económica, etc. como sus obras más
vendidas.
Aunque la economía
es una ciencia que requiere mucho estudio, análisis y reflexión, sus principios
no son -en el fondo- complejos. Debe si, para poder aprehenderlos, aplicarse la
más rigurosa lógica, y esto, a veces, representa una dificultad para muchos, sobre
todo en los tiempos que corren.
A continuación,
vamos a comentar el excelente resumen que hace un no menos importante profesor
mexicano de algunas de las máximas económicas más relevantes que nadie debería
perder de vista para mejorar el propio nivel de vida y el de todos los demás:
"Única vía para aumentar salarios reales: apoyar leyes que
faciliten más inversión y capacitación en empresas, lo demás es
politiquería."[1]
Mucha gente y
economistas creen de buena fe (aunque profundamente errados) que los salarios e
ingresos en términos reales pueden subirse por decreto o voluntad
gubernamental. Otros opinan que son los sindicatos los que cumplen un papel
fundamental para que los ingresos de los asalariados mejoren. No obstante,
todos los que así piensan están hondamente equivocados, ya que solo existe una
manera genuina, real y sostenida para que los salarios e ingresos de todo el
mundo mejoren, y este medio es la libre incorporación de capital en el lugar
donde se quieran ver esos beneficios concretarse. Lo mismo ha de decirse para
las empresas, que serán las primeras interesadas en invertir en capacitación
allí donde sea necesario para optimizar el rendimiento de su personal. Ello,
también redunda en sensibles mejoras para la remuneración de sus empleados.
"Ni en Brasil, Argentina, Uruguay, ni en México en los 80, aumentos
de salarios mínimos incrementaron salarios reales."[2]
Y no solamente no
subieron los salarios reales, sino que -como es sabido- aumentaron el
desempleo, ya que es el efecto directo (aunque a veces no sea tan inmediato)
que producen tanto las políticas de salarios mínimos como todas aquellas que de
manera artificiosa incrementen los costos laborales.
"Políticas de controles de precios y salarios no reducen pobreza,
la agravan. Demagogos las proponen, ignorantes las aceptan."[3]
Otra máxima de
fundamental importancia. La idea popular es evitar que los precios suban. Hay,
no obstante, que aclarar aquí cierta ambigüedad en la terminología que puede
llamar a confusión. Los salarios también son precios. Es otra forma de designar
al ingreso del empleado. Con el vocablo "salario" simplemente se
distingue la entrada monetaria del empleado de la que obtiene su empleador. La
diferenciación es útil también a los fines académicos, ya que otra discrepancia
en lo netamente económico es los disímiles tipos de controles que ambos sufren.
La política popular (y muchos economistas) determina que debe evitarse que los
ingresos de los empleadores crezcan, porque creen que si así sucede los salarios
de los trabajadores bajarían. Ya hemos aclarado muchas veces que esta idea es
un gravísimo error.
“Dos vías para crear empleos, la falsa: más gasto público, la
verdadera: menos impuestos y regulaciones. Trabajo infantil no se reduce por
decreto ni prohibición, sino con más inversión y mejores empleos a los
padres."[4]
Y debe agregarse,
por supuesto como ya se lo hizo antes, la inversión en capital. Sin estas
herramientas fundamentales el nivel de empleo de ninguna manera pueda aumentar,
si es que estamos hablando del empleo real. En otro caso, el empleo puede
crecer artificialmente en alguno que otro sector. Pero, utilizando políticas
económicas ajenas a las recomendadas, el aumento del empleo será sectorizado, y
siempre a costa de un mayor desempleo en otros ámbitos de la economía. En
distintas palabras, en el campo laboral también debe regir libremente la ley de
la oferta y la demanda.
"Entre más programas gubernamentales para ayudar a los pobres,
aparecen más pobres. Pobreza no se reduce con programas gubernamentales ni con
más impuestos sino con más inversión, que florece con bajos impuestos."[5]
Esos programas, en
Argentina conocidos como "planes sociales" u otras denominaciones
análogas, tienen los mismos efectos que los descriptos en la cita. El dinero
para otorgar esos "planes" sale del peculio de los contribuyentes -ya
sean estos de hecho o de derecho- lo que significa que, incluso aquellos que
serán los destinatarios finales del "plan" también son expoliados por
el gobierno vía menor nivel de bienes a su disposición. Es decir, se termina
perjudicando a quienes se quisieron "ayudar". Además de los otros
efectos nocivos, como el incentivo al parasitismo por parte de los
"beneficiados" supuestos.
"La mejor forma de ayudar a los pobres es difundir políticas
económicas que reducen su número y denunciar las que los aumentan."[6]
Lo que sucede es
que, sobre todo, en lugares donde campea la ignorancia sobre la sana economía,
suele creerse (a veces de buena fe) que la "mejor" forma de ayudar a los
pobres es dándoles simplemente lo que necesitan. Es aquí donde son muy
necesarias las recetes del autor en comentario sobre la buena educación
económica que les permita a todos poder distar entre la sana economía y la
malsana.
"Gasto social que no incentiva creación de empresas que generen
empleos productivos, no reduce pobreza ni desempleo."[7]
Posiblemente se
trate de un caso de ambigüedad en la redacción, por el cual podría entenderse
que habría "algún" gasto social que pudiera incentivar la
"creación de empresas". No es así. El gasto social no solamente no
puede estimular la creación de empresas sino el efecto exactamente contrario.
Lo más probable es que el autor hubiera querido decir esto: que ningún gasto
social puede ni podrá jamás alentar el nivel de empleo productivo, pero si el
improductivo, lo cual es más exacto de expresar.
"El círculo perverso de la miseria: pobreza, populismo para
combatirla, más votos de pobres a populistas, más pobreza, más populismo."[8]
Este círculo se
rompe solamente con mayor y mejor educación económica. Muchos autores suelen
enfatizar solamente la palabra "mayor" olvidándose lo de "mejor.
Por “mejor" emitiendo aquella parte de la economía que enseña el camino
correcto de la prosperidad y de la baja de la pobreza. Esto es lo que
precisamente hace la Escuela Austríaca de Economía, cuya divulgación me parece
fundamental.
[1] Luis Pazos. Educación económica
contra demagogia electorera, Centro de Investigaciones Sobre la Libre Empresa,
A.C. (CISLE) (Del libro Políticas Económicas). pág. 8
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