México: ¿Ganará la izquierda en 2018?
Andrés Oppenheimer
Columnista del Miami Herald/el Nuevo Herald. Fue miembro del equipo ganador del Premio Pulitzer, y ha recibido el Premio Ortega y Gasset, Premio Rey de España y el Emmy.
Estados
Unidos no ha tenido un gobierno hostil en su frontera sur durante varias
generaciones, pero la gran pregunta es si eso cambiará después de las
elecciones presidenciales de México del 1 de julio de 2018 si el candidato
izquierdista Andrés Manuel López Obrador sigue adelante en las encuestas.
En días
recientes, muchos de quienes temen una victoria de López Obrador festejaron la
decisión del Presidente de México, Enrique Peña Nieto, de nominar a su ex
secretario de finanzas José Antonio Meade como el casi seguro candidato
oficialista para las elecciones del año próximo.
Según dijeron
muchos, Meade es el mejor candidato que podría haber elegido el desacreditado
Partido Revolucionario Institucional (PRI), a pesar de haber sido miembro de
uno de los gobiernos más impopulares de la historia reciente de México. Una
encuesta de Latinobarómetro muestra que solo el 20 por ciento de los mexicanos
tiene una opinión positiva del gobierno, el porcentaje más bajo en por lo menos
quince años.
Es
cierto que Meade puede ayudar PRI, paradójicamente porque no es un miembro del
partido, y ha servido tanto en gabinetes del actual gobierno como del opositor
del Partido Acción Nacional (PAN).
Eso
le permitirá a Meade presentarse como un candidato apolítico que no está
contaminado por la historia de corrupción y autoritarismo del PRI, algo que
podría ayudarlo a ganar votos independientes. Algunos mexicanos odian al PRI,
pero temen que una victoria de López Obrador podría convertir a México en la
próxima Venezuela.
En
segundo lugar, Meade es un tecnócrata que podrá presentarse como el hombre
adecuado para el momento. Ante el desafio de un presidente populista de derecha
en Estados Unidos que amenaza con salirse del Tratado de Libre Comercio de
América del Norte, lo que afectaría a más del 80 por ciento de las
exportaciones de México, Meade puede argumentar que tiene las mejores
credenciales para mantener la estabilidad económica y encontrar nuevos mercados
de exportación.
Meade
es economista y abogado, obtuvo su doctorado en economía de la Universidad de
Yale, y fue dos veces secretario de finanzas, y una vez secretario de
relaciones exteriores. En comparación, López Obrador es un ex gobernador
estatal y alcalde de la Ciudad de México que no tiene experiencia
internacional.
En
tercer lugar, Meade no ha sido contaminado por escándalos de corrupción y tiene
la reputación de ser una persona afable. Tuve una larga conversación con él
durante una visita que hizo a Miami el año pasado, y me dio la impresión de ser
un hombre mucho menos acartonado y pomposo que Peña Nieto y otros políticos del
PRI.
Pero,
habiendo dicho todo esto, lo cierto es que a Meade se le va a hacer cuesta
arriba ganar. López Obrador lidera las encuestas con alrededor del 30 por
ciento del voto, seguido por Meade con un 23 por ciento y tres candidatos
independientes que se llevan el resto de los votos.
Las
encuestas muestran que los mexicanos quieren un cambio. Cuando Latinobarómetro
preguntó si estaban de acuerdo con la afirmación de que “se gobierna para unos
cuantos grupos poderosos”, el 90 por ciento de los mexicanos dijo que sí, más
que en todos los otros países latinoamericanos excepto Brasil.
La
estrategia del PRI para ganar será dividir el voto opositor para debilitar a
López Obrador. En México, no hay una segunda vuelta electoral, lo que significa
que Meade podría ganar con solo un 30 por ciento del voto, o incluso menos, si
el voto opositor se divide entre tres o cuatro candidatos.
En
el pasado, esta estrategia le funcionó al PRI, que incluso ha financiado a partidos
de oposición para restarle votos a sus principales rivales. Pero esta vez, dado
el sentimiento anti-oficialista generalizado, será una apuesta peligrosa,
porque López Obrador también podría ganar con un 30 por ciento del voto, o
menos.
La
tragedia de México es que, en buena parte debido a que Peña Nieto no hizo un
esfuerzo para aprobar una reforma política que habría permitido una segunda
vuelta electoral, el país estará condenado a elegir un presidente débil. Eso
podría llevar a una sobre-actuación populista de izquierda, o a una parálisis
que no permitiría hacer reformas muy necesarias. México enfrenta tiempos
difíciles.
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