Occidente en el siglo XXI
Armando Ribas
Abogado, profesor de Filosofía Política, periodista,
escritor e investigador. Nació en Cuba en 1932, y se graduó en Derecho en la
Universidad de Santo Tomás de Villanueva, en La Habana. En 1960 obtuvo un
master en Derecho Comparado en la Southern Methodist University en Dallas,
Texas. Llegó a la Argentina en 1960. Se entusiasmó al encontrar un país de
habla hispana que, gracias a la Constitución de 1853, en medio siglo se había
convertido en el octavo país del mundo.
Voy a insistir en un tema que me parece de la mayor trascendencia ante
la realidad que vive hoy el llamado mundo occidental y cristiano, y como antes
he considerado es el origen de la confusión reinante. Cada día me convenzo más
de que en el mundo hoy se sigue ignorando que hasta hace unos doscientos años
se vivía como vivía Jesucristo, tal como muy bien lo expone William Bernstein
en su “The Birth of Plenty” (El Nacimiento de la Abundancia).
Entonces la pregunta pendiente es ¿cuáles fueron los factores que determinaron
la libertad y la abundancia en el mundo en que vivimos? Y al respecto me
refiero a la sabiduría de Alexis de Tocqueville cuando dijo: “Las tierras
producen menos en razón de su fertilidad, que de la libertad de sus habitantes”.
Y volviendo al mundo occidental y cristiano no puedo menos que recordar la cita
de Montesquieu en sus Cartas Persas: “Los musulmanes decían que los cristianos
eran los que más se mataban entre ellos”. Francia e Inglaterra tuvieron una
guerra de los Cien Años -1337/1453- y después llego la Guerra de los Treinta
Años -1618/1648-, en la que murió la mitad de la población de Europa.
Así llegamos al siglo XX con las dos guerras mundiales entre cristianos
con Japón incluido. En la segunda guerra mundial murieron unos 50 millones de
cristianos occidentales. Por ello Jean François Revel en su “La Obsesión
Antiamericana” escribió: “Son los europeos, que yo sepa, quienes hicieron del
siglo XX el más negro de la historia en las esferas política y moral se
entiende. Ellos provocaron los dos cataclismos de una amplitud sin precedentes
que fueron las dos guerras mundiales; ellos fueron los que inventaron y
realizaron los dos regímenes más criminales jamás infligidos a la especie
humana”. Y si no hubiese sido por los norteamericanos el mundo cristiano
occidental habría sido nazi y comunista.
En ese sentido es necesario rescatar el hecho indubitable de la
diferencia entre las filosofías políticas de Europa Continental y la
Angloamericana, que como bien dice Ayn Rand son tan diferentes como el día y la
noche. No cabe la menor duda de que de la filosofía política angloamericana
surgió la libertad en el mundo y de la europea continental el totalitarismo,
que como ya he dicho es la racionalización del despotismo.
Puedo decir que la libertad comenzó en Inglaterra con la denominada
Glorious Revolution de 1688, la cual que yo sepa no se le ha enseñado a nadie,
en tanto que por el contrario se ha extendido la falacia de que fue la
Revolución Francesa el origen de la libertad, cuando en la realidad fue el
origen del totalitarismo, Diosa Razón y Robespierre mediante. Al respecto Peter
Drucker escribió: “Tan difundida y tan falaz como la creencia de que fue la
Ilustración el origen de la libertad del siglo XIX, es la creencia de que la
Revolución Norteamericana se basó en los mismos principios que la Revolución
Francesa, y que fue su precursora”.
Estoy haciendo estas referencias históricas, pues como dijera David Hume
la historia es un aprendizaje. Y cuando digo que en Inglaterra comenzó la
libertad, hay que reconocer que con anterioridad a la Glorious Revolution no
había libertad durante todo el período de los Tudor y de Cromwell. Por ello
David Hume también reconoció: “Los ingleses en aquella era estaban tan
completamente sometidos que, como los esclavos del Este, estaban inclinados a
admirar aquellos actos de violencia y tiranía que se ejercían sobre ellos y a
sus propias expensas”. Es debido a esa realidad que existen hoy los Estados
Unidos, pues si hubiera habido libertad en Inglaterra los pilgrims no habrían
cruzado el Atlántico.
Es importante reconocer el origen y las ideas que generaron la libertad
y la creación de riqueza por primera vez en la historia. Fueron las ideas de
John Locke las predecesoras de la libertad en el mundo, que partiendo del
reconocimiento de la naturaleza humana advirtió la necesidad de limitar las prerrogativas
del rey porque los monarcas también eran hombres. Igualmente propuso la
necesidad y conveniencia del reconocimiento de los derechos de propiedad.
Y me voy a referir a un derecho que consideró el principio fundamental
de la libertad, que es el derecho a la búsqueda de la propia felicidad. Ese
derecho implica el reconocimiento de que los intereses privados no son
contrarios al interés general, en la medida que no violen la ley y no perjudiquen
directamente a otros ciudadanos. Y al respecto también reconoció que “lo que
importa no es la ley sino qué ley”. Y Schumpeter lo reconoció cuando dijo: “No
es lo mismo una ley que regula el tránsito, que una que dice a donde tenemos
que ir”.
La evolución señera de esos principios fue llevada a cabo en los Estados
Unidos con la aprobación de la Constitución de 1787 y el Bill of Rights de
1791. Al respecto debo insistir que ese proceso no fue el resultado de la
cultura. Tal como explica Cathering Drinker Bowen en su “The Miracle of
Philadelphia”, lograr la aprobación de la Constitución fue un proceso de gran
dificultad, debido al enfrentamiento entre los distintos estados. Al respecto
Alexander Hamilton escribió en The Federalist Papers: “Nosotros podemos decir
con propiedad que hemos alcanzado casi la última etapa de la humillación
nacional. Hay escasamente algo que pueda herir el orgullo, o pueda degradar el
carácter de una nación independiente que nosotros no experimentemos”.
Insisto una vez más en la teoría de que el sistema ético político no
depende de la cultura, sino que por el contrario, la cultura como expresión del
pensamiento y comportamiento de los ciudadanos depende del sistema. Si
admitimos que es la cultura la determinante del sistema estamos aceptando a
priori la imposibilidad de instaurar el sistema ético, político y jurídico que
cambió la historia del mundo. Y la República Argentina de 1853 ha sido un
mentís rotundo a esa hipótesis, pues fue hecha por gallegos y católicos. No por
anglosajones ni protestantes.
Como bien dice Ira Glasser: “Los primeros americanos de hecho inventaron
una nueva forma de gobierno. Pero hicieron algo más que eso. Ellos declararon
un nuevo propósito del gobierno. Ese propósito nuevo fue la protección de los
derechos individuales. Ningún gobierno antes había sido creado con ese
propósito”. Esa realidad implica la necesidad de reconocer que el sistema del
Rule of Law no es la democracia. Esa es otra de las confusiones presentes en el
siglo XXI en el que la izquierda se ha apropiado de la ética en función de la
falacia de la igualdad, donde mediante el socialismo alcanza el poder político
democráticamente, tal como lo había previsto Edward Bernstein en su “Las
Precondiciones del Socialismo”.
El principio fundamental del Rule of Law está reconocido por James
Madison, quien advertido por Jefferson de que “un despotismo electivo no es el
gobierno por el que luchamos”, escribió en la Carta 51 de The Federalist
Papers: “Pero qué es el gobierno en sí mismo sino la mayor reflexión sobre la
naturaleza humana. Si los hombres fuesen ángeles no sería necesario el
gobierno. Si los ángeles fuesen a gobernar a los hombres, ningún control externo
o interno sería necesario. Al organizar un gobierno que va a ser administrado
por hombres sobre hombres la gran dificultad yace en lo siguiente: primero Ud.
debe capacitar al gobierno para gobernar a los gobernados; y en segundo lugar a
controlarse a sí mismo. La dependencia en el pueblo es sin duda el primer
control al gobierno, pero la experiencia le ha enseñado a la humanidad la
necesidad de precauciones auxiliares”.
Perdón por la longitud de la cita, pero considero que en ella se
encuentra la enseñanza de la necesidad de la limitación del poder, la comprensión
de la naturaleza humana y el principio de la mano invisible de Adam Smith. Y precisamente
tomando en cuenta la necesidad del control al gobierno a sí mismo se estableció
mediante el Juez John Marshall en la decisión del caso Marbury vs Madison en
1793 el sistema reconocido como la revisión judicial. Y al Respecto dijo
Marshall: “Todo gobierno que ha formado una constitución la considera la ley
fundamental. Por tanto, toda ley contraria a la constitución es nula. Es el
deber y la función del poder Judicial el decir qué es la ley”.
Hoy, en nombre de la falacia de la igualdad, la izquierda se ha
apoderado de la Unión Europea social-democracia mediante y así como de parte de
América Latina. El proceso entraña el aumento del gasto público que implica la
violación del derecho de propiedad y por consecuencia del derecho a la búsqueda
de la propia felicidad. A los hechos me remito: en la década del 2007 al 2016 el
gasto público se elevó en la Unión Europea. Francia pasó al 54% del PBI, Italia
50%, Inglaterra 46%, Alemania 45% y España 43,3%. La consecuencia ha sido que
esos países o no crecen o como es el caso de Grecia e Italia sus economías han
caído profundamente. El caso de Estados Unidos parece hoy impredecible con el
gobierno de Trump, pero pareciera que en un aspecto importante de la política
ha dado marcha atrás y ha llegado a un acuerdo con Xi Jimping. Y para finalizar
al respecto permítanme recordar a Alberdi: “Hasta aquí el mayor enemigo de la
riqueza del país es la riqueza del fisco”.
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