O a menos #neutrality más ciber ética se requiere
Javier Cubillas
Analista de Asuntos Públicos, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


Recientemente en EEUU, bajo la administración del presidente Donald Trump el día 14 de diciembre de 2017 para ser mas precisos, la mayoría republicana aprobó en la Comisión Federal de Comunicación (FCC) el plan para levantar las protecciones a la neutralidad de la red.
 
Con tres votos a favor y dos en contra, la FCC votó la supresión de la regulación, impulsada en 2014 por Barack Obama, quien había logrado que las empresas proveedoras no pudieran cobrar tarifas adicionales por un acceso más rápido o pudieran discriminar a ciertos contenidos en la red según sus propios criterios corporativos.
 
En términos muy simples, Obama buscó garantizar el libre acceso en igualdad de condiciones al servicio y uso de toda la net o red.
 
El argumento para la supresión de la neutralidad recae, según se expresó, en el supuesto de que de este modo se acaba con una norma que desalientan la inversión y la innovación para el sector tecnológico y de generación de contenidos.
 
De este modo, las empresas proveedoras de servicios podrán comenzar a instaurar precios u otros requisitos, para así priorizar, bloquear o discriminar cualquier contenido digital o el de medios de comunicación o difusión tradicional remitido por la red, bajo sus criterios corporativos.
 
Ahora se podría bloquear por criterios de aceptación o no de condiciones para uso o consumo del servicio, o dar una baja calidad de servicio para terceros para dar prioridad a contenidos semejantes pero propios, o bien, sólo porque no se paga un diferencial o plus para poder acceder a ese consumo que podría ser único o monopólico o especial.
 
Entonces lo que comienza a ser necesario es analizar como internet, un instrumento de relación de información descentralizado, sin administrador jerárquico o planificador, en donde cualquier individuo podía ingresar e interactuar ahora puede sufrir de monopolios informales y formales, por concentración de poder y censura, gracias a habilitaciones o permisos legales o vías de hecho fuera de nuestro conocimiento.
 
El poder de los grupos concentrados que distribuyen y administran accesos, ancho de banda, contenidos, frames y vistas, podrían ahora hacerlo por criterios de restricción económica, comercial, política, identitaria, geográfica o zonal, o incluso por gustos, o lo correcto y lo aceptable moralmente.
 
A donde podemos ir sin neutralidad? A escenarios en donde la discriminación de acceso sea la nueva regla. En donde interactuemos en redes privilegiadas, restringidas o especiales. En donde podamos ser caracterizados o vistos como usuarios con acceso y ancho de banda a contenidos: común, estándar, v.i.p., especial, premium o incluso platinum.
 
En este sentido, desde el punto de vista político y social también hay que pensar en el impacto que esto puede tener en las relaciones y en la emergencia de nuevos actores e innovadores tecnológicos, gracias a los startups, influencers, comunicadores sociales, pequeños empresarios o pymes, investigadores y periodistas, contra el poder asimétrico que las grandes corporaciones o tanques pueden implantar. Se acabaría la competencia franca o descentralizada, aún con los riesgos que ello implica, frente a la administración desde uno o pocos centros de producción de contenidos.
 
En este sentido, lo que ya surge como una preocupación por la perdida de neutralidad no debe hacernos olvidar lo que ya hoy nos aqueja como internautas por falta de transparencia e imposición de las corporaciones es la: Personalización de visualización, algoritmos predictivos, burbujas o limitantes en los resultados de búsqueda, mercado de información privada y perdida de realidad global.
 
Es decir, de Guatemala a Guatepeor. Si a la perdida de neutralidad, como novedad, no dejamos de sumar y analizar críticamente lo que ocurre desde hace unos años con los grandes actores de la red (Facebook, Google, Youtube, Microsoft, Twitter, Instagram) que nos van prefigurando lo que podemos ver y percibir, sumado a que el acceso a esas plataformas se da a cambio de la entrega de nuestra datos personales, de uso y consumo de modo gratuito. Que además, nuestra economía de la atención se soluciona con los filtros lo cual nos vuelve más pasivos en la interacción adormeciéndonos respecto a la amplia y compleja realidad. Así, el resultado final es una crisis de la idea original de la red como una gran aldea, global, libre y sin tutores, directores o asistentes inteligentes para la construcción de nuestro frame y perspectiva. 
 
Perdimos la posibilidad fehaciente de que nuestra visión, perspectiva y frame actúe sobre la búsqueda de información en la red y las plataformas, sin algoritmos que intermedien en el resultado de la búsqueda. Hay un derecho de información, acceso a la información y deber de transparencia que se infringe por parte de las empresas de la red en tanto no estamos puestos al día sobre los cambios que realizan para personalizar nuestra interacción virtual. Y si la delegamos en una plataforma o App no esta claro todo lo que pueden hacer o hasta donde pueden llegar con la  programación.
 
Es aquí entonces en donde la tecnología, la política y la sociedad, en América Latina y en particular en Argentina, necesita discutir y afianzar un cuerpo de teoría que piense en un ética de la cibernética o ciber vida no sólo para el ocio, comercio o la paz sino también para la guerra.  Mas allá de las legislaciones deben haber pautas orientadoras para el actuar cotidiano de los directivos y operadores de las empresas y los individuos de a pie.
 
En la Argentina por caso, la neutralidad esta reconocida en la Ley 27.078 que expresa que hay un: derecho a acceder, utilizar, enviar, recibir u ofrecer cualquier contenido, aplicación, servicio o protocolo a través de Internetsin ningún tipo de restricción, discriminación, distinción, bloqueo, interferencia, entorpecimiento o degradación".Además, en su artículo 57 prohíbe discriminar el precio de acceso a red por los contenidos, servicios, protocolos o aplicaciones que vayan a ser utilizados u ofrecidos.
 
El gran problema subsiste, y esta dado porque la regulación argentina todavía está incompleta dado que no hay reglamentación especifica de la norma. Y estamos además ante actores globales que bien pueden de igual modo discriminar o establecer accesos diferenciados porque su ámbitos propios de producción de contenido escapan a nuestra regulación y pueden o no querer dar igualdad de servicio dentro de nuestro territorio y ámbito de aplicación de la ley.
 
La verdad es que entramos en un momento, valorado o reflexionados por muy pocos, en donde la experimentación sobre la red comienza a tomar forma verdaderamente corporativa y hasta exclusiva. Ojala mucho de lo expresado aquí no se de en su máxima expresión pero la verdad nada hace pensar que no será así.
 
De ahí la importancia del titulo de esta nota que intenta llamar la atención al dar cuenta de que si perdemos la capacidad critica de analizar como nos predefinen nuestra participación en la red más nos puede afectar la perdida de neutralidad de red. Así, se vuelve necesario el desarrollo de un espíritu critico y de un cuerpo de teoría y practica para una ética de la tecnología y la ciber vida.
 

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